jueves, 22 de diciembre de 2011

Rumbo a "Granma"

Es tan grotesco el argumento, cuando se lo compara con la velocidad alucinada que el Gobierno ha empleado para convertir en ley la incautación de Papel Prensa S.A., que las justificaciones resultan patéticas. ¿Marcha tal vez la Argentina rumbo a una 'democratización' de las empresas privadas? ¿Acaso hacen cola los editores para conseguir un papel de diario supuestamente inaccesible? Por supuesto que no, pero el ADN del oficialismo manda que 'los medios' deben ser debilitados y -si fuera posible-sacados del camino.

En la materia, Cristina Fernández se encuadra en la misma praxis de la que participan Chávez, Correa y Ortega. Todos ellos mandatarios más ó menos vitalicios, luego de lograr un mandato electoral evidente se plantan ante el presente y el futuro obsesivamente preocupados por rodearse de medios de comunicación adictos, eliminando a los que tengan aún poder de influencia y -sobre todo- credibilidad social.

El Gobierno trepa a la cima de las discrecionalidades a las que se asisten en América latina en materia de belicosa militancia contra el periodismo.
Pero la Argentina va ahora más lejos: con la inminente incautación de Papel Prensa S. A., el gobierno kirchnerista trepa a la cima de las discrecionalidades a las que se asisten en América latina en materia de belicosa militancia contra el periodismo.

En la "pole position" de los autoritarios, el gobierno revela su discriminación selectiva y sugerente.

Van a "democratizar" Papel Prensa S. A., en paralelo a la obliteración de Cablevisión; ésas son las grandes batallas oficiales para 'redistribuir' el ingreso. Setentismo bobo: no van (de momento) por los medios de producción centrales, sino que solo quieren apoderarse de lo que ellos ven como fábricas de ideas. Me lo dijo el diputado Edgardo Depetri en Canal 26 en mi última participación en el programa 'Le doy mi palabra'; periodistas como yo, vociferó, crean y forman opinión. Mejor que no existan ¿verdad?

El gobierno se deglute Papel Prensa y fragmenta a Cablevisión, ésa es su gesta revolucionaria modelo 2011. No se propone democratizar, por ejemplo, empresas que aportan el núcleo de la riqueza argentina. Progresismo fóbico a las opiniones diversas, sabe que lo producido por su colosal aparato de diarios, revistas, radios y TV solo lo consumen los militantes oficiales. Con Papel Prensa intervenida, imagina otra historia, la de un periodismo monocolor y exento de cuestionamientos.

Una sugerencia: ¿por qué no sincretizan sus diversas y fracasadas bocas de expendio en una sola propaladora, para racionalizar recursos y fortalecer su artillería? ¿Por qué no galvanizar a Página/12, Tiempo Argentino, El Argentino y a los muchísimos otros medios tributarios del Gobierno, en una sola voz, capaz de presentar combate a los medios aún sobrevivientes? Sería como un "Granma" nacional y popular, para tomar el ejemplo del diario que oficia de órgano del gobierno de Cuba desde hace medio siglo y que no compite con nadie, porque la prensa es en esa isla un monopolio del Estado.
Pepe Eliaschev

El problema no es Moyano, es el modelo

El Congreso aprueba a libro cerrado las iniciativas del Ejecutivo y el Poder Judicial está controlado en lo que importa al Gobierno. El gremialismo es el último bastión a doblegar para la sintonía fina.

El enfrentamiento entre la Presidenta de la Nación en particular y el kirchnerismo en general, con el líder de la CGT, Hugo Moyano, que hasta ahora circulaba en sordina, se ha hecho fuertemente explícito durante la semana que pasó.Pero detrás de los discursos, las indirectas y las directas, se esconde el problema central de los próximos meses. El modelo populista, inflacionario, fiestero, ya no se enfrenta con la abundancia de los últimos años, y mucho menos del último bienio. Al contrario, surge la necesidad de administrar sin holgura de recursos fiscales ni de dólares, en un contexto de desaceleración de la actividad económica, consecuencia de la propia fiesta y de un escenario internacional que se presenta adverso, por la recesión europea, el menor crecimiento de China y Brasil y el modesto repunte norteamericano, sumado al aislamiento financiero argentino, que se ha reflejado en la salida de capitales de estos años.Es por ello que se requiere “sintonía fina”.
En esa sintonía, el sindicalismo debe subordinarse. Ya no hay diputados y senadores, sólo “levanta manos”, como se ha demostrado con la sanción a libro cerrado de todas las iniciativas del Poder Ejecutivo. El Poder Judicial, en los niveles que importan, está controlado o incapacitado de imponer sus fallos.La prensa independiente va camino de ser censurada en forma indirecta, combinando pauta publicitaria oficial y control del abastecimiento de papel. Y los líderes empresarios han sido reducidos a cortesanos por mecanismos que combinan el “capitalismo de amigos” y la presión y extorsión derivada del uso ilegal de la AFIP y de otras reparticiones públicas, a golpes de teléfono.
El sindicalismo es el último bastión a doblegar.Pero, paradójicamente, el poder sindical actual es también consecuencia del modelo.En efecto, los líderes sindicales se convirtieron en los primeros aliados del kirchnerismo, primero, de la mano de la recuperación del empleo (los sindicalistas son los representantes de los trabajadores... pero de los que tienen empleo formal.De los desempleados y los informales, los líderes son los piqueteros. De allí que el crecimiento del empleo formal cambió el balance de poder, entre sindicalistas “tradicionales” y “no tradicionales”). Luego, la recuperación del salario les permitió a los sindicalistas mejorar no sólo su poder relativo, sino también su poder económico (la recaudación de los gremios es siempre un porcentaje del salario).Por último, el aumento de la tasa de inflación y la destrucción del Indec les otorgaron a los representantes gremiales una cuota de poder adicional y extraordinaria. (Cuando la inflación es muy baja, las negociaciones salariales se pueden conducir de manera “cuasi automática”. En alta inflación, y encima indeterminada, los trabajadores necesitan “alguien que los defienda”.) A este panorama, el kirchnerismo le sumó prebendas especiales para Camioneros y un Ministerio de Trabajo “parcial”. Mientras tanto, el sector empresario, también fascinado con la fiesta del consumo interno, cierto proteccionismo y la revaluación de las monedas regionales, no opuso resistencia alguna en las negociaciones salariales. El resultado, un aumento espectacular del salario real –desde el piso de 2002, por supuesto– y de los costos laborales.Los sindicalistas amigos, como reconoció el propio Moyano en su discurso, respondieron, apoyando, movilizando, sirviendo de fuerza de choque, amenazando a los empresarios díscolos. Todo fue un te doy y dame, entre socios.Ahora, se requiere que la fiesta populista reacomode las cargas.Y la decisión de quién, cómo, cuándo y con qué magnitud está centralizada en la Presidenta y su círculo íntimo.Los fondos van del sector privado al sector público, y es éste el que los “redistribuye” al sector privado, en función de la ideología, la política de corto plazo, los amiguismos, etc. Ahora, se decidirá, sector por sector, empresa por empresa, costos, salarios, ganancias, etc. Para ello, hacen falta sindicalistas predispuestos a este esquema.Todos los negocios tienen que pasar por el proceso “redistributivo” del kirchnerismo. Están en revisión incluso los negocios sindicales que el propio Gobierno alimentó.
Esta es la verdadera pelea. Como siempre, es por plata.
Enrique Szewach

jueves, 15 de diciembre de 2011

De Bonaparte a Bergman

Cuando el bonapartismo caracteriza el ejercicio del poder y los intereses personales se convierten en razón de estado, cuando las instituciones que sostienen un sistema democrático son socavadas ante la indiferencia de una sociedad embriagada de consumismo y que poco a poco va perdiendo la capacidad de discernir entre lo banal y lo profundo, entre la realidad y el relato, cuando se instala un manejo de la información sesgado y doloso donde la verdad se sacrifica en aras de la militancia, cuando la historia se transforma en campo de batalla de una pugna ideológica anacrónica, se vuelve entonces evidente, cómo ante el silencio cómplice de la mayoría, se gesta el huevo de la serpiente.
Claudio Brunori

sábado, 10 de diciembre de 2011

Cristina “8 y ½”

Cristina “8 y ½” tiene forzados puntos de contacto con “8 y ½”, la magistral película de Federico Fellini. De 1963.
Mantienen, en común, el fenómeno de la excesiva centralidad.
Nuestra César Cristina, gobierna, en la Argentina, desde el 2003. Lleva ya ocho años y medio.
Los primeros cuatro, fueron ejecutados a través del consorte. Néstor, El Furia, Él. Antes de la argentinada más explícita. La reelección conyugal.
Guido, el protagonista del “8 y ½” de Fellini, fue compuesto, memorablemente, por Marcello Mastroianni.
Trátase -Guido- de un genio del cine (hoy diríamos del marketing). Creador que amaga, durante años, con la filmación de la máxima obra. La película que sus seguidores, hoy los fans, esperan. Indaga Guido entre las mujeres del pasado, incorpora sus fantasías con gordas desopilantes en la playa. Construye, a su alrededor, una expectativa gigantesca. Explora los atributos de la centralidad. Cientos de periodistas, de antes de la revolución mediática, lo persiguen. Hasta que llega a ocultarse, durante una conferencia de prensa, debajo de la mesa.
En el fondo, pobre genio, Guido es víctima del cuento de la centralidad. Guido no tenía nada más para decir.

El año desperdiciado
El 2011, para Argentina, fue otro año perdido. Desperdiciado.
La sociedad entera, sin otra alternativa, debió habituarse al imperio de la oralidad. Con discursos para las cámaras de la Televisión Pública. Y para los funcionarios conmovidos que aplaudían, en la escenografía, de pié. Con los continuos asentimientos de cabezas que evocaban a los perritos que adornan la luneta trasera de los taxistas. Con ministros, secretarios, legisladores, meros adulones que producían, entre sus dedos, chispas. Por la intensidad de los aplausos. Y porque desconocían si iban mayoritariamente a quedarse. Como quedaron. O a partir. No importaba, después de todo, porque el gobierno inmóvil se sostenía por las tensiones del relato. La Argentina era gobernada por la magia del relato encantador, al que adhería una gran parte de la sociedad. Y la otra, resignada, se atragantaba y maldecía.
Mientras se aguardaban las “Elecciones amistosas” del 14 de agosto, que curiosamente iban a ser las definitivas. Ante el desmembramiento impotente de una oposición complementaria, que legitimaba el paseo populista de la hegemonía. Y la magnitud de la estafa que paulatinamente se preparaba, mientras se lo endiosaba a Él. Y se cerraba, con dos vueltas diarias de llave, la sepultura del “modelo”. Que profundizaba, aceleradamente, la marcha hacia el colapso.
Después de agosto, la inmovilidad debió dilatarse hasta octubre. Pero mientras se elaboraba la ceremonia de la consagración, se disparaban, de a miles, cotidianamente, los dólares. Y de ningún modo la virulencia del 54 por ciento podía hacerlos regresar. Aunque fueran dólares de fuego amigo. A los que Moreno se lanzaba a apuntar. “Todo bien, Gordo, con vos, pero tu jefe va preso”, le dijo Moreno, al vice electo Boudou, mortificado más por la gordura que por la prisión amenazante del “jefe”.
Pero ya se habían extraviado en el desastre de “noviembre, el mes más cruel”. Cuando Cristina iba solita, en medio de una ruta vacía, y volcó.
De todos modos, Nuestra César continuó con los sermones inapelablemente diarios. Con las invocaciones, los desplazamientos, como el salto de Moyano hacia Rocca. Y los retos. Con las agresiones desdichadas para los sindicalistas que la cobijaron. Y hasta, insólitamente, para el querubín que supo escoger como compañero de fórmula.
Pero aún podía recomponerse. Sobraba tela. Podía aprovechar la excesiva centralidad para brindarle, a su próximo gobierno, un poco de vigor. Vibraciones artificialmente renovadoras.

Rincón de los poetas
“¿Quién iba a decir que el destino era esto?”, escribió Mario Benedetti. Poeta uruguayo, coloquial.
Tanta incertidumbre. Pasión para decodificarla. Interpretarla.
Tanto suspenso vano, entre el estancamiento imperdonable.
Al final, el desperdiciado 2011 sirvió para desplazarlo, apenas, en la renovación, al embajador Lohlé, que se había olvidado en el Brasil. Lohlé tuvo la osadía de discutir con Débora Giorgi, la que cepilló también al embajador Mayoral, de China. Le dijo Lohlé que Giorgi debía diseñar una política industrial. Porque Argentina no la tenía. Y hasta se atrevió, en la ceguera, a discrepar con Cristina, justamente cuando los camiones se amontonaban, según nuestras fuentes, en la frontera.
También el año desperdiciado sirvió para incentivar la renuncia del embajador en Estados Unidos. Chiaradía, el Sherpa de Cannes, al que, sin la menor elegancia, dejaron fuera de la cumbre, los quince minutos con Obama.
Pero el año vano sirvió para desplazar, sobre todo, a Aníbal Fernández. Corresponsable de las cuestiones de Seguridad, durante siete años. Junto a El Furia (y vayan, por las dudas, otras dos vueltas de llave al Mausoleo).
“Todo está como era entonces”, escribió Nicanor Parra. Antipoeta chileno, también coloquial.
Es el encanto paralizado de lo igual. El beneplácito que brinda la administración congelada. Como las imágenes de los peores teleteatros colombianos de la tarde.
Sigue entonces, vaya a saberse hasta cuando, la hegemonía antológica de la oralidad. El esplendor kisch de la cursilería. Como si estuviera altivamente intacta, aún, la olla inacabable de dólares. A pesar de Moreno y el apriete eficaz.

Jóvenes
Los que pensaban que Cristina, Nuestra César, tardaba en decidirse porque nos iba a sorprender, hoy se sorprenden.
Por la renovación de la permanencia. La dulce monotonía.
Aunque se explota, por lo presentable, el marketing de la juventud. Ya no sólo por el abordaje, el desembarco en Normandía, de la Agencia de Colocaciones La Cámpora. También es por la frescura de El Abalito, próximo Premier, que privilegiaba sinceramente El Furia. Y de Lorenzino, el crédito del querubín, que muestra que tanto Brito como Boudou, pese a las denostaciones de Moreno, siguen vivos. Resisten. Y, por si no bastara, ganan.
Pero como escribió Oberdán Rocamora, otro poeta urbano, “Cristina utiliza frescos jóvenes para demostrar que la vejez persiste”.
Entonces Cristina, Nuestra César, defrauda. Como aquel Guido, el creador, en blanco y negro, de Fellini.
Pero Cristina, al contrario de Guido, nunca se va a ocultar debajo de ninguna mesa. Siempre tendrá mucho para decir.
“Seguiré contando hasta el fin”, tituló Lubrano Zas. Cuentista argentino, olvidado.
Aunque el tercer gobierno que, después de ocho años y medio, Cristina inicia, huela a viejo. Se encuentre sin ideas. Opacado. Marcha como el general Quiroga del poema de Borges.
Ni siquiera su gobierno se merece, en definitiva, los 60 días de gracia.
Carolina Mantegari

viernes, 9 de diciembre de 2011

Gasto para amigos sin subsidio para todos

El logro de recursos para sostener la expansión de los últimos años es sólo parte del problema. Existe uno mayor, que es el de aumentar la inversión privada, íntimamente ligada a la rentabilidad.
Como le venimos comentando hace unas cuantas semanas, el modelo “Fiesta populista para todos”, que caracterizó al kirchnerismo en estos años, llegó a su fin.Logró su cometido, ganar elecciones y consolidar un poder basado en una “militancia de la caja” y en un “apriete con la caja”, pero, como todo programa basado en crecimiento artificial, se está quedando sin aire.
El Gobierno decidió recuperar parte de ese aire perdido, discontinuando el esquema de “subsidio para todos”, para limitarlo a los sectores de menores recursos. En principio, es la primera medida “progre” en muchos años, pero sólo si los fondos recaudados sirven para reordenar la macro, reduciendo la emisión del Banco Central o, dicho más técnicamente, permitiendo que el Banco Central encare una política monetaria más acorde con el objetivo inflacionario-cambiario que con el de financiar el Tesoro. Lamentablemente, las “pistas” surgidas de declaraciones de funcionarios públicos del más alto nivel (“No habrá metas de inflación”. “Usaremos los fondos de los subsidios para hacer obra pública”), ponen en “pausa” esta esperanza progresista. Da la impresión de que el impuestazo a la clase media, más que para ordenar la macro, servirá para encarar, al menos parcialmente, nuevos programas de “gasto para los nuestros y los amigos”. Veremos. Sin embargo, la cuestión de conseguir los pesos para sostener, al menos parcialmente, la explosión de gasto público de los últimos años es sólo una parte del problema.Una porción de la expansión artificial del consumo se “importa”. Es decir, hacen falta dólares para sostener estos niveles de consumo. Hasta ahora, esos dólares los proveyeron las exportaciones de commodities y derivados, gracias a la buena producción local y a los buenos precios globales. Y algo de financiamiento externo obtenido por provincias y por empresas. Pero los árboles no crecen hasta el cielo; la producción agroindustrial tiene un techo de corto plazo, en especial bajo este sistema de desincentivo a maximizar y diversificar la producción, creado por el marco institucional; las retenciones y restricciones discrecionales y arbitrarias varias para exportar y, además, ahora hay que financiar importaciones crecientes de energía. (En cinco años, pasamos de exportar US$ 6 mil millones a importar US$ 4 mil millones; es decir, un cambio de US$ 10 mil millones). Ello, sumado a la dolarización de portafolios de los privados y a la necesidad de usar las reservas del Banco Central para pagar deuda externa en dólares.Este combo es el que terminó con veinte años largos de libre convertibilidad del peso. El Banco Central ya no tiene reservas de libre disponibilidad (las que “sobran” después de respaldar la Base Monetaria, medida en dólares), y se ha impuesto un control de cambios, más que arbitrario. (AFIP, más llamadas diarias a exportadores e importadores para que apuren o demoren operaciones en divisas y a empresas para que no giren dividendos u otros compromisos en dólares, encareciendo y poniendo en riesgo producción, cadenas de provisión y pago, etc.).
En síntesis, la sintonía fina luce clara. Fin del subsidio para todos, para conseguir pesos y mantener el nivel de gasto público, al menos parcialmente. Y control de cambios de diversas formas para conseguir los dólares. El resto del problema de “pesos”, si persiste, será emisión del Banco Central y el problema de dólares ajusta, como siempre, con menor nivel de actividad (menos importaciones) y, eventualmente, mayor deslizamiento del tipo de cambio, en algún momento.Pero queda un “pequeño” problema adicional, no menor. El crecimiento económico, la riqueza del país, depende de la inversión privada. Y la inversión privada está íntimamente ligada a la rentabilidad, la provisión de energía, la inserción global, la infraestructura de todo tipo disponible y, por supuesto, el marco institucional. Todas estas variables “juegan en contra”, salvo, insisto, para los amigos. (De allí la desesperación de todos por saber quiénes serán los nuevos funcionarios, o la insistencia de que se queden los “viejos”, que ya son malos conocidos). Para el objetivo inversiones, la idea de usar la “desaceleración nominal” de salarios y precios, con un acuerdo social, como “sustituto” de todo lo demás, y complemento del programa de “gasto para los nuestros”, es interesante pero, lamentablemente, poco eficiente.
Enrique Szewach

domingo, 4 de diciembre de 2011

Un pluralismo muy singular

“Se trata de cambiar, no de destruir; se trata de sumar cambios, no de dividir. Cambiar importa aprovechar las diversidades sin anularlas”.
Néstor Kirchner, discurso de asunción, 25/5/2003.

“Creo que esta gestión ha dado muestras suficientes de que no se ha reparado en cuál era el origen partidario o ideológico del gobernador o del intendente. Creemos en la transformación, en el hacer y en el trabajar y hemos fructificado uniéndonos a hombres y mujeres de distinta pertenencia partidaria con un solo objetivo: cumplir con el mandato popular. No nos votan para que nos peleemos entre nosotros”.
Cristina Fernández de Kirchner, discurso de asunción, 10/12/2007.

“El pluralismo de Cristina se extiende a todos los gobernadores. La Presidenta no diferencia a nadie respecto de sus signos políticos”.
Gobernador del Chaco, Jorge Capitanich.

El pluralismo de Cristina termina en la pared: al Gobierno le tomó una semana inventar un reglamento del Poder Legislativo para que fuera la esposa del gobernador de Tucumán quien le transmita la banda presidencial en su segundo mandato, en lugar de quien fuera su compañero de fórmula, el (¿actual?) vicepresidente Julio Cobos.
—Yo no quiero tenerlo cerca –se quejó el futuro vice y vecino concheto de Puerto Madero, Amado Boudou.
—Al boxeador vapuleado no lo podemos seguir hasta el vestuario para seguir pegándole –afirmó el diputado ultra K Carlos Kunkel.

La figura de Cobos volvió de improviso a los diarios: ya casi nadie recordaba que entre tanta política declamada de buena vecindad, el Gobierno se había peleado con su vecino más cercano. El calificativo de “traidor”que alguna vez había enarbolado “El”, en medio de un extemporáneo recuerdo sobre los “comandos civiles”, volvió a salir a la luz. ¿Cuál fue, entonces, el “delito” de Cobos? Opinar distinto. Para ser exactos: opinar distinto sobre la aplicación de un impuesto.

Aquella opinión dio por tierra el “Cristina, Cobos y vos”, la transversalidad, la horizontalidad y la verticalidad: nadie puede opinar distinto, si lo hace es un traidor.
—Que la historia me juzgue, pido perdón si me equivoco. Mi voto no es positivo, mi voto es en contra –fueron sus famous last words.

Muchos pensamos, en aquel momento, que Cobos debería haber resignado su cargo. Cobos no. Prefirió quedarse y ejercer una especie de resistencia pasiva, como Bartleby, el escribiente, aquel personaje de Melville que lograba una revolución sólo diciendo “preferiría no hacerlo”. Pero Cobos no era el autor de Moby Dick y el niño mimado por la prensa terminó perdido en las páginas de remates judiciales y la intrincada madeja de la interna radical.

Lo que parecía una diferencia ante la coyuntura, se abrió hasta transformarse en una grieta que no sólo ponía en duda el declamado pluralismo oficial, sino también su liviandad a la hora de las alianzas electorales. ¿Hablaron poco? ¿No sabían de las diferencias? ¿Esperaban que Cobos simplemente obedeciera? El mendocino recorrió el camino de socio a Anticristo, confiado en que llegaría su momento. Pero la máquina de picar carne lo trituró.

El Gobierno instalaba desde entonces el pluralismo obediente, con la figura de Sabbatella como espejo: disidentes que llevan a Cristina en la foto del afiche. Ni el ascendente gobernador de Santa Fe puede acercarse: Binner comete el delito de pensar solo.

El setentismo descafeinado de Puerto Madero y Calafate vuelve a cometer el mismo error: pensar que la democracia es sólo un medio para llegar al poder. Son ellos los que tienen razón y enemigos quienes los contradicen.

Beatriz Rojkés de Alperovich es sólo una extra: la presidenta provisional del Senado y esposa del gobernador de Tucumán, que declaró una fortuna de $ 20 millones en 2010 (300% más que en 2006), estará en la ceremonia de traspaso de mando por una cuestión de protocolo: en realidad, Cristina querría ponerse la corona ella misma. Un singular caso de pluralismo.

Jorge Lanata