jueves, 22 de diciembre de 2011

Rumbo a "Granma"

Es tan grotesco el argumento, cuando se lo compara con la velocidad alucinada que el Gobierno ha empleado para convertir en ley la incautación de Papel Prensa S.A., que las justificaciones resultan patéticas. ¿Marcha tal vez la Argentina rumbo a una 'democratización' de las empresas privadas? ¿Acaso hacen cola los editores para conseguir un papel de diario supuestamente inaccesible? Por supuesto que no, pero el ADN del oficialismo manda que 'los medios' deben ser debilitados y -si fuera posible-sacados del camino.

En la materia, Cristina Fernández se encuadra en la misma praxis de la que participan Chávez, Correa y Ortega. Todos ellos mandatarios más ó menos vitalicios, luego de lograr un mandato electoral evidente se plantan ante el presente y el futuro obsesivamente preocupados por rodearse de medios de comunicación adictos, eliminando a los que tengan aún poder de influencia y -sobre todo- credibilidad social.

El Gobierno trepa a la cima de las discrecionalidades a las que se asisten en América latina en materia de belicosa militancia contra el periodismo.
Pero la Argentina va ahora más lejos: con la inminente incautación de Papel Prensa S. A., el gobierno kirchnerista trepa a la cima de las discrecionalidades a las que se asisten en América latina en materia de belicosa militancia contra el periodismo.

En la "pole position" de los autoritarios, el gobierno revela su discriminación selectiva y sugerente.

Van a "democratizar" Papel Prensa S. A., en paralelo a la obliteración de Cablevisión; ésas son las grandes batallas oficiales para 'redistribuir' el ingreso. Setentismo bobo: no van (de momento) por los medios de producción centrales, sino que solo quieren apoderarse de lo que ellos ven como fábricas de ideas. Me lo dijo el diputado Edgardo Depetri en Canal 26 en mi última participación en el programa 'Le doy mi palabra'; periodistas como yo, vociferó, crean y forman opinión. Mejor que no existan ¿verdad?

El gobierno se deglute Papel Prensa y fragmenta a Cablevisión, ésa es su gesta revolucionaria modelo 2011. No se propone democratizar, por ejemplo, empresas que aportan el núcleo de la riqueza argentina. Progresismo fóbico a las opiniones diversas, sabe que lo producido por su colosal aparato de diarios, revistas, radios y TV solo lo consumen los militantes oficiales. Con Papel Prensa intervenida, imagina otra historia, la de un periodismo monocolor y exento de cuestionamientos.

Una sugerencia: ¿por qué no sincretizan sus diversas y fracasadas bocas de expendio en una sola propaladora, para racionalizar recursos y fortalecer su artillería? ¿Por qué no galvanizar a Página/12, Tiempo Argentino, El Argentino y a los muchísimos otros medios tributarios del Gobierno, en una sola voz, capaz de presentar combate a los medios aún sobrevivientes? Sería como un "Granma" nacional y popular, para tomar el ejemplo del diario que oficia de órgano del gobierno de Cuba desde hace medio siglo y que no compite con nadie, porque la prensa es en esa isla un monopolio del Estado.
Pepe Eliaschev

El problema no es Moyano, es el modelo

El Congreso aprueba a libro cerrado las iniciativas del Ejecutivo y el Poder Judicial está controlado en lo que importa al Gobierno. El gremialismo es el último bastión a doblegar para la sintonía fina.

El enfrentamiento entre la Presidenta de la Nación en particular y el kirchnerismo en general, con el líder de la CGT, Hugo Moyano, que hasta ahora circulaba en sordina, se ha hecho fuertemente explícito durante la semana que pasó.Pero detrás de los discursos, las indirectas y las directas, se esconde el problema central de los próximos meses. El modelo populista, inflacionario, fiestero, ya no se enfrenta con la abundancia de los últimos años, y mucho menos del último bienio. Al contrario, surge la necesidad de administrar sin holgura de recursos fiscales ni de dólares, en un contexto de desaceleración de la actividad económica, consecuencia de la propia fiesta y de un escenario internacional que se presenta adverso, por la recesión europea, el menor crecimiento de China y Brasil y el modesto repunte norteamericano, sumado al aislamiento financiero argentino, que se ha reflejado en la salida de capitales de estos años.Es por ello que se requiere “sintonía fina”.
En esa sintonía, el sindicalismo debe subordinarse. Ya no hay diputados y senadores, sólo “levanta manos”, como se ha demostrado con la sanción a libro cerrado de todas las iniciativas del Poder Ejecutivo. El Poder Judicial, en los niveles que importan, está controlado o incapacitado de imponer sus fallos.La prensa independiente va camino de ser censurada en forma indirecta, combinando pauta publicitaria oficial y control del abastecimiento de papel. Y los líderes empresarios han sido reducidos a cortesanos por mecanismos que combinan el “capitalismo de amigos” y la presión y extorsión derivada del uso ilegal de la AFIP y de otras reparticiones públicas, a golpes de teléfono.
El sindicalismo es el último bastión a doblegar.Pero, paradójicamente, el poder sindical actual es también consecuencia del modelo.En efecto, los líderes sindicales se convirtieron en los primeros aliados del kirchnerismo, primero, de la mano de la recuperación del empleo (los sindicalistas son los representantes de los trabajadores... pero de los que tienen empleo formal.De los desempleados y los informales, los líderes son los piqueteros. De allí que el crecimiento del empleo formal cambió el balance de poder, entre sindicalistas “tradicionales” y “no tradicionales”). Luego, la recuperación del salario les permitió a los sindicalistas mejorar no sólo su poder relativo, sino también su poder económico (la recaudación de los gremios es siempre un porcentaje del salario).Por último, el aumento de la tasa de inflación y la destrucción del Indec les otorgaron a los representantes gremiales una cuota de poder adicional y extraordinaria. (Cuando la inflación es muy baja, las negociaciones salariales se pueden conducir de manera “cuasi automática”. En alta inflación, y encima indeterminada, los trabajadores necesitan “alguien que los defienda”.) A este panorama, el kirchnerismo le sumó prebendas especiales para Camioneros y un Ministerio de Trabajo “parcial”. Mientras tanto, el sector empresario, también fascinado con la fiesta del consumo interno, cierto proteccionismo y la revaluación de las monedas regionales, no opuso resistencia alguna en las negociaciones salariales. El resultado, un aumento espectacular del salario real –desde el piso de 2002, por supuesto– y de los costos laborales.Los sindicalistas amigos, como reconoció el propio Moyano en su discurso, respondieron, apoyando, movilizando, sirviendo de fuerza de choque, amenazando a los empresarios díscolos. Todo fue un te doy y dame, entre socios.Ahora, se requiere que la fiesta populista reacomode las cargas.Y la decisión de quién, cómo, cuándo y con qué magnitud está centralizada en la Presidenta y su círculo íntimo.Los fondos van del sector privado al sector público, y es éste el que los “redistribuye” al sector privado, en función de la ideología, la política de corto plazo, los amiguismos, etc. Ahora, se decidirá, sector por sector, empresa por empresa, costos, salarios, ganancias, etc. Para ello, hacen falta sindicalistas predispuestos a este esquema.Todos los negocios tienen que pasar por el proceso “redistributivo” del kirchnerismo. Están en revisión incluso los negocios sindicales que el propio Gobierno alimentó.
Esta es la verdadera pelea. Como siempre, es por plata.
Enrique Szewach

jueves, 15 de diciembre de 2011

De Bonaparte a Bergman

Cuando el bonapartismo caracteriza el ejercicio del poder y los intereses personales se convierten en razón de estado, cuando las instituciones que sostienen un sistema democrático son socavadas ante la indiferencia de una sociedad embriagada de consumismo y que poco a poco va perdiendo la capacidad de discernir entre lo banal y lo profundo, entre la realidad y el relato, cuando se instala un manejo de la información sesgado y doloso donde la verdad se sacrifica en aras de la militancia, cuando la historia se transforma en campo de batalla de una pugna ideológica anacrónica, se vuelve entonces evidente, cómo ante el silencio cómplice de la mayoría, se gesta el huevo de la serpiente.
Claudio Brunori

sábado, 10 de diciembre de 2011

Cristina “8 y ½”

Cristina “8 y ½” tiene forzados puntos de contacto con “8 y ½”, la magistral película de Federico Fellini. De 1963.
Mantienen, en común, el fenómeno de la excesiva centralidad.
Nuestra César Cristina, gobierna, en la Argentina, desde el 2003. Lleva ya ocho años y medio.
Los primeros cuatro, fueron ejecutados a través del consorte. Néstor, El Furia, Él. Antes de la argentinada más explícita. La reelección conyugal.
Guido, el protagonista del “8 y ½” de Fellini, fue compuesto, memorablemente, por Marcello Mastroianni.
Trátase -Guido- de un genio del cine (hoy diríamos del marketing). Creador que amaga, durante años, con la filmación de la máxima obra. La película que sus seguidores, hoy los fans, esperan. Indaga Guido entre las mujeres del pasado, incorpora sus fantasías con gordas desopilantes en la playa. Construye, a su alrededor, una expectativa gigantesca. Explora los atributos de la centralidad. Cientos de periodistas, de antes de la revolución mediática, lo persiguen. Hasta que llega a ocultarse, durante una conferencia de prensa, debajo de la mesa.
En el fondo, pobre genio, Guido es víctima del cuento de la centralidad. Guido no tenía nada más para decir.

El año desperdiciado
El 2011, para Argentina, fue otro año perdido. Desperdiciado.
La sociedad entera, sin otra alternativa, debió habituarse al imperio de la oralidad. Con discursos para las cámaras de la Televisión Pública. Y para los funcionarios conmovidos que aplaudían, en la escenografía, de pié. Con los continuos asentimientos de cabezas que evocaban a los perritos que adornan la luneta trasera de los taxistas. Con ministros, secretarios, legisladores, meros adulones que producían, entre sus dedos, chispas. Por la intensidad de los aplausos. Y porque desconocían si iban mayoritariamente a quedarse. Como quedaron. O a partir. No importaba, después de todo, porque el gobierno inmóvil se sostenía por las tensiones del relato. La Argentina era gobernada por la magia del relato encantador, al que adhería una gran parte de la sociedad. Y la otra, resignada, se atragantaba y maldecía.
Mientras se aguardaban las “Elecciones amistosas” del 14 de agosto, que curiosamente iban a ser las definitivas. Ante el desmembramiento impotente de una oposición complementaria, que legitimaba el paseo populista de la hegemonía. Y la magnitud de la estafa que paulatinamente se preparaba, mientras se lo endiosaba a Él. Y se cerraba, con dos vueltas diarias de llave, la sepultura del “modelo”. Que profundizaba, aceleradamente, la marcha hacia el colapso.
Después de agosto, la inmovilidad debió dilatarse hasta octubre. Pero mientras se elaboraba la ceremonia de la consagración, se disparaban, de a miles, cotidianamente, los dólares. Y de ningún modo la virulencia del 54 por ciento podía hacerlos regresar. Aunque fueran dólares de fuego amigo. A los que Moreno se lanzaba a apuntar. “Todo bien, Gordo, con vos, pero tu jefe va preso”, le dijo Moreno, al vice electo Boudou, mortificado más por la gordura que por la prisión amenazante del “jefe”.
Pero ya se habían extraviado en el desastre de “noviembre, el mes más cruel”. Cuando Cristina iba solita, en medio de una ruta vacía, y volcó.
De todos modos, Nuestra César continuó con los sermones inapelablemente diarios. Con las invocaciones, los desplazamientos, como el salto de Moyano hacia Rocca. Y los retos. Con las agresiones desdichadas para los sindicalistas que la cobijaron. Y hasta, insólitamente, para el querubín que supo escoger como compañero de fórmula.
Pero aún podía recomponerse. Sobraba tela. Podía aprovechar la excesiva centralidad para brindarle, a su próximo gobierno, un poco de vigor. Vibraciones artificialmente renovadoras.

Rincón de los poetas
“¿Quién iba a decir que el destino era esto?”, escribió Mario Benedetti. Poeta uruguayo, coloquial.
Tanta incertidumbre. Pasión para decodificarla. Interpretarla.
Tanto suspenso vano, entre el estancamiento imperdonable.
Al final, el desperdiciado 2011 sirvió para desplazarlo, apenas, en la renovación, al embajador Lohlé, que se había olvidado en el Brasil. Lohlé tuvo la osadía de discutir con Débora Giorgi, la que cepilló también al embajador Mayoral, de China. Le dijo Lohlé que Giorgi debía diseñar una política industrial. Porque Argentina no la tenía. Y hasta se atrevió, en la ceguera, a discrepar con Cristina, justamente cuando los camiones se amontonaban, según nuestras fuentes, en la frontera.
También el año desperdiciado sirvió para incentivar la renuncia del embajador en Estados Unidos. Chiaradía, el Sherpa de Cannes, al que, sin la menor elegancia, dejaron fuera de la cumbre, los quince minutos con Obama.
Pero el año vano sirvió para desplazar, sobre todo, a Aníbal Fernández. Corresponsable de las cuestiones de Seguridad, durante siete años. Junto a El Furia (y vayan, por las dudas, otras dos vueltas de llave al Mausoleo).
“Todo está como era entonces”, escribió Nicanor Parra. Antipoeta chileno, también coloquial.
Es el encanto paralizado de lo igual. El beneplácito que brinda la administración congelada. Como las imágenes de los peores teleteatros colombianos de la tarde.
Sigue entonces, vaya a saberse hasta cuando, la hegemonía antológica de la oralidad. El esplendor kisch de la cursilería. Como si estuviera altivamente intacta, aún, la olla inacabable de dólares. A pesar de Moreno y el apriete eficaz.

Jóvenes
Los que pensaban que Cristina, Nuestra César, tardaba en decidirse porque nos iba a sorprender, hoy se sorprenden.
Por la renovación de la permanencia. La dulce monotonía.
Aunque se explota, por lo presentable, el marketing de la juventud. Ya no sólo por el abordaje, el desembarco en Normandía, de la Agencia de Colocaciones La Cámpora. También es por la frescura de El Abalito, próximo Premier, que privilegiaba sinceramente El Furia. Y de Lorenzino, el crédito del querubín, que muestra que tanto Brito como Boudou, pese a las denostaciones de Moreno, siguen vivos. Resisten. Y, por si no bastara, ganan.
Pero como escribió Oberdán Rocamora, otro poeta urbano, “Cristina utiliza frescos jóvenes para demostrar que la vejez persiste”.
Entonces Cristina, Nuestra César, defrauda. Como aquel Guido, el creador, en blanco y negro, de Fellini.
Pero Cristina, al contrario de Guido, nunca se va a ocultar debajo de ninguna mesa. Siempre tendrá mucho para decir.
“Seguiré contando hasta el fin”, tituló Lubrano Zas. Cuentista argentino, olvidado.
Aunque el tercer gobierno que, después de ocho años y medio, Cristina inicia, huela a viejo. Se encuentre sin ideas. Opacado. Marcha como el general Quiroga del poema de Borges.
Ni siquiera su gobierno se merece, en definitiva, los 60 días de gracia.
Carolina Mantegari

viernes, 9 de diciembre de 2011

Gasto para amigos sin subsidio para todos

El logro de recursos para sostener la expansión de los últimos años es sólo parte del problema. Existe uno mayor, que es el de aumentar la inversión privada, íntimamente ligada a la rentabilidad.
Como le venimos comentando hace unas cuantas semanas, el modelo “Fiesta populista para todos”, que caracterizó al kirchnerismo en estos años, llegó a su fin.Logró su cometido, ganar elecciones y consolidar un poder basado en una “militancia de la caja” y en un “apriete con la caja”, pero, como todo programa basado en crecimiento artificial, se está quedando sin aire.
El Gobierno decidió recuperar parte de ese aire perdido, discontinuando el esquema de “subsidio para todos”, para limitarlo a los sectores de menores recursos. En principio, es la primera medida “progre” en muchos años, pero sólo si los fondos recaudados sirven para reordenar la macro, reduciendo la emisión del Banco Central o, dicho más técnicamente, permitiendo que el Banco Central encare una política monetaria más acorde con el objetivo inflacionario-cambiario que con el de financiar el Tesoro. Lamentablemente, las “pistas” surgidas de declaraciones de funcionarios públicos del más alto nivel (“No habrá metas de inflación”. “Usaremos los fondos de los subsidios para hacer obra pública”), ponen en “pausa” esta esperanza progresista. Da la impresión de que el impuestazo a la clase media, más que para ordenar la macro, servirá para encarar, al menos parcialmente, nuevos programas de “gasto para los nuestros y los amigos”. Veremos. Sin embargo, la cuestión de conseguir los pesos para sostener, al menos parcialmente, la explosión de gasto público de los últimos años es sólo una parte del problema.Una porción de la expansión artificial del consumo se “importa”. Es decir, hacen falta dólares para sostener estos niveles de consumo. Hasta ahora, esos dólares los proveyeron las exportaciones de commodities y derivados, gracias a la buena producción local y a los buenos precios globales. Y algo de financiamiento externo obtenido por provincias y por empresas. Pero los árboles no crecen hasta el cielo; la producción agroindustrial tiene un techo de corto plazo, en especial bajo este sistema de desincentivo a maximizar y diversificar la producción, creado por el marco institucional; las retenciones y restricciones discrecionales y arbitrarias varias para exportar y, además, ahora hay que financiar importaciones crecientes de energía. (En cinco años, pasamos de exportar US$ 6 mil millones a importar US$ 4 mil millones; es decir, un cambio de US$ 10 mil millones). Ello, sumado a la dolarización de portafolios de los privados y a la necesidad de usar las reservas del Banco Central para pagar deuda externa en dólares.Este combo es el que terminó con veinte años largos de libre convertibilidad del peso. El Banco Central ya no tiene reservas de libre disponibilidad (las que “sobran” después de respaldar la Base Monetaria, medida en dólares), y se ha impuesto un control de cambios, más que arbitrario. (AFIP, más llamadas diarias a exportadores e importadores para que apuren o demoren operaciones en divisas y a empresas para que no giren dividendos u otros compromisos en dólares, encareciendo y poniendo en riesgo producción, cadenas de provisión y pago, etc.).
En síntesis, la sintonía fina luce clara. Fin del subsidio para todos, para conseguir pesos y mantener el nivel de gasto público, al menos parcialmente. Y control de cambios de diversas formas para conseguir los dólares. El resto del problema de “pesos”, si persiste, será emisión del Banco Central y el problema de dólares ajusta, como siempre, con menor nivel de actividad (menos importaciones) y, eventualmente, mayor deslizamiento del tipo de cambio, en algún momento.Pero queda un “pequeño” problema adicional, no menor. El crecimiento económico, la riqueza del país, depende de la inversión privada. Y la inversión privada está íntimamente ligada a la rentabilidad, la provisión de energía, la inserción global, la infraestructura de todo tipo disponible y, por supuesto, el marco institucional. Todas estas variables “juegan en contra”, salvo, insisto, para los amigos. (De allí la desesperación de todos por saber quiénes serán los nuevos funcionarios, o la insistencia de que se queden los “viejos”, que ya son malos conocidos). Para el objetivo inversiones, la idea de usar la “desaceleración nominal” de salarios y precios, con un acuerdo social, como “sustituto” de todo lo demás, y complemento del programa de “gasto para los nuestros”, es interesante pero, lamentablemente, poco eficiente.
Enrique Szewach

domingo, 4 de diciembre de 2011

Un pluralismo muy singular

“Se trata de cambiar, no de destruir; se trata de sumar cambios, no de dividir. Cambiar importa aprovechar las diversidades sin anularlas”.
Néstor Kirchner, discurso de asunción, 25/5/2003.

“Creo que esta gestión ha dado muestras suficientes de que no se ha reparado en cuál era el origen partidario o ideológico del gobernador o del intendente. Creemos en la transformación, en el hacer y en el trabajar y hemos fructificado uniéndonos a hombres y mujeres de distinta pertenencia partidaria con un solo objetivo: cumplir con el mandato popular. No nos votan para que nos peleemos entre nosotros”.
Cristina Fernández de Kirchner, discurso de asunción, 10/12/2007.

“El pluralismo de Cristina se extiende a todos los gobernadores. La Presidenta no diferencia a nadie respecto de sus signos políticos”.
Gobernador del Chaco, Jorge Capitanich.

El pluralismo de Cristina termina en la pared: al Gobierno le tomó una semana inventar un reglamento del Poder Legislativo para que fuera la esposa del gobernador de Tucumán quien le transmita la banda presidencial en su segundo mandato, en lugar de quien fuera su compañero de fórmula, el (¿actual?) vicepresidente Julio Cobos.
—Yo no quiero tenerlo cerca –se quejó el futuro vice y vecino concheto de Puerto Madero, Amado Boudou.
—Al boxeador vapuleado no lo podemos seguir hasta el vestuario para seguir pegándole –afirmó el diputado ultra K Carlos Kunkel.

La figura de Cobos volvió de improviso a los diarios: ya casi nadie recordaba que entre tanta política declamada de buena vecindad, el Gobierno se había peleado con su vecino más cercano. El calificativo de “traidor”que alguna vez había enarbolado “El”, en medio de un extemporáneo recuerdo sobre los “comandos civiles”, volvió a salir a la luz. ¿Cuál fue, entonces, el “delito” de Cobos? Opinar distinto. Para ser exactos: opinar distinto sobre la aplicación de un impuesto.

Aquella opinión dio por tierra el “Cristina, Cobos y vos”, la transversalidad, la horizontalidad y la verticalidad: nadie puede opinar distinto, si lo hace es un traidor.
—Que la historia me juzgue, pido perdón si me equivoco. Mi voto no es positivo, mi voto es en contra –fueron sus famous last words.

Muchos pensamos, en aquel momento, que Cobos debería haber resignado su cargo. Cobos no. Prefirió quedarse y ejercer una especie de resistencia pasiva, como Bartleby, el escribiente, aquel personaje de Melville que lograba una revolución sólo diciendo “preferiría no hacerlo”. Pero Cobos no era el autor de Moby Dick y el niño mimado por la prensa terminó perdido en las páginas de remates judiciales y la intrincada madeja de la interna radical.

Lo que parecía una diferencia ante la coyuntura, se abrió hasta transformarse en una grieta que no sólo ponía en duda el declamado pluralismo oficial, sino también su liviandad a la hora de las alianzas electorales. ¿Hablaron poco? ¿No sabían de las diferencias? ¿Esperaban que Cobos simplemente obedeciera? El mendocino recorrió el camino de socio a Anticristo, confiado en que llegaría su momento. Pero la máquina de picar carne lo trituró.

El Gobierno instalaba desde entonces el pluralismo obediente, con la figura de Sabbatella como espejo: disidentes que llevan a Cristina en la foto del afiche. Ni el ascendente gobernador de Santa Fe puede acercarse: Binner comete el delito de pensar solo.

El setentismo descafeinado de Puerto Madero y Calafate vuelve a cometer el mismo error: pensar que la democracia es sólo un medio para llegar al poder. Son ellos los que tienen razón y enemigos quienes los contradicen.

Beatriz Rojkés de Alperovich es sólo una extra: la presidenta provisional del Senado y esposa del gobernador de Tucumán, que declaró una fortuna de $ 20 millones en 2010 (300% más que en 2006), estará en la ceremonia de traspaso de mando por una cuestión de protocolo: en realidad, Cristina querría ponerse la corona ella misma. Un singular caso de pluralismo.

Jorge Lanata

miércoles, 30 de noviembre de 2011

El Estado impone su propia épica

Un reciente decreto creó el Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego. De sus fundamentos se deduce que el Estado argentino se propone reemplazar la ciencia histórica por la epopeya y el mito.

El mito y la epopeya están en la prehistoria del saber histórico. Los mitos explicaban el misterio y el papel de lo divino; los relatos épicos exaltaban la acción de los héroes, entre divinos y humanos. La historia se ocupó, simplemente, de los hombres, y trató de entenderlos basándose en el razonamiento y la comprobación. En la Antigua Grecia, Herodoto y Tucídides fundaron la historia como ciencia y dejaron en el camino mitos y héroes. A mediados del siglo XIX, Wagner recurrió al mito y a la épica, pero sus óperas se representaban en los teatros; en las universidades estaban los historiadores tan notables como Mommsen.

Más o menos así estamos hoy en la Argentina. No tenemos ópera, pero hay abundantes cantantes, poetas y escritores de mitos y epopeyas, que conquistan la fantasía de su público. Los historiadores, por su parte, trabajan en las universidades y en el Conicet.

El Estado tiene otra idea: la épica debe ocupar el lugar de la historia. La tarea que le encomienda al Instituto de Revisionismo es rescatar y valorar la obra de los héroes fundadores de nuestra nación, sistemáticamente ignorada por la "historia oficial". Nadie se sorprendería si leyera esa propuesta en los escritos de Pacho O'Donnell, presidente del nuevo instituto. Su pluma y su verba son familiares. Lo insólito es que una prosa tan idiosincrática sea asumida, sin correcciones ni matices, por el Estado nacional a través de un decreto firmado por la Presidenta, el jefe de Gabinete y el ministro de Educación.

El decreto amonesta severamente a los historiadores. Obnubilados por el "liberalismo cosmopolita", abandonaron su misión -la reivindicación de los héroes patrios- y ocultaron la gesta de las grandes personalidades identificadas con el ideario nacional y con las luchas populares. Entre otros héroes olvidados se encuentran personajes como San Martín, Rosas, Yrigoyen, Perón y Eva Perón. También son culpables de haber olvidado el aporte de las mujeres y, sobre todo, la contribución de los sectores populares a estas luchas. Al nuevo instituto se le pide que elabore una reivindicación de los auténticos héroes, con la salvedad de que debe hacerse mediante un saber científico riguroso, ausente de la investigación histórica actual.

Los historiadores profesionales vivimos en el engaño. Creímos que la investigación histórica científica y rigurosa se había consolidado en las universidades y el Conicet. Computamos como hechos positivos no sólo la excelente formación profesional, sino la ampliación de nuestros temas, inclusive -entre tantos otros-, los referidos a las personalidades mencionadas. Nos enorgullecimos de haber superado viejas controversias esterilizantes. Acordamos que no existen verdades únicas ni definitivas y que el nuestro es un conocimiento en revisión permanente. No se si efectivamente lo logramos. Pero lo cierto es que hoy hay una enorme cantidad de historiadores excelentes y altamente capacitados, que se han formado y han sido examinados en sus capacidades por las rigurosas instituciones del Estado argentino: sus universidades, el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas o la Agencia Nacional de Investigaciones.

Creímos que retribuíamos al Estado lo que hizo por nuestra formación con buena historia, reconocida en todo el mundo. Pero a través de este decreto, la más alta autoridad nos dice que ha sido un trabajo vano, y que sus instituciones académicas y científicas han fallado. Todo lo que hemos hecho es historia "oficial", y, peor aún, "liberal".

El decreto también se ocupa del conjunto de los ciudadanos. Les advierte sobre los riesgos de las ideas equivocadas sembradas por los enemigos del pueblo. Los previene acerca del pernicioso relativismo del saber. Sobre el pasado -así como sobre el presente- hay una verdad, que el Estado conoce y que este instituto contribuirá a inculcar. Para ello se ocupará de la correcta educación de los docentes y los vigilará para que no recaigan en el error. Podrá además cambiar los nombres de las calles y las imágenes de los billetes, monedas y estampillas; crear museos y lugares de memoria, establecer nuevas celebraciones y, en general, promover la difusión de estas ideas a través de cualquier medio de comunicación. En estos prospectos, inquietantemente totalitarios, se dibuja una suerte de orwelliano Ministerio de la Verdad, del cual ya hemos visto algunos adelantos en la cuestión de la llamada "memoria del pasado reciente".

El revisionismo histórico, cuya tradición se invoca en este decreto, merecía un destino mejor. En esa corriente historiográfica militaron historiadores y pensadores de fuste. Julio Irazusta desarrolló una bien fundamentada defensa de Juan Manuel de Rosas, con sólida erudición, aguda reflexión y una prosa refinada. Ernesto Palacio dejó una Historia de la Argentina bien pensada y provocativa. José María Rosa, quizá más desparejo, tiene piezas de preciso conocimiento y convincente argumentación. Ellos y sus seguidores, como todos los buenos historiadores, cuestionaron las ideas establecidas, provocaron el debate y aportaron nuevas preguntas. Sobre todo, formaron parte de una tradición crítica, contestataria, irreverente con el poder y reacia a subordinar sus ácidas verdades a las necesidades de los gobiernos.

Quienes hoy hablan en su nombre impresionan por su mediocridad. El decreto los califica de "historiadores o investigadores especializados", capaces de construir un conocimiento "de acuerdo con las rigurosas exigencias del saber científico". Pero ninguno de ellos es reconocido, o simplemente conocido, en el ámbito de los historiadores profesionales. De los 33 académicos designados, hay algunos conocidos en el terreno del periodismo, la docencia o la función pública. Dos de entre ellos, Pacho O'Donnell y Felipe Pigna, son escritores famosos. En mi opinión, entre ellos hay muchos narradores de mitos y epopeyas, pero ningún historiador. Nada comparable con los fundadores del revisionismo.

Estos epígonos del revisionismo comparten con sus predecesores ciertos rasgos, disculpables en quienes reunían otros méritos. Uno de ellos es la idea de la conspiración. Los "vencedores" han mantenido oculta una historia verdadera, que ellos revelarán. Lo que hemos leído muchas veces a propósito de Rosas y de otros se aplica hoy a Manuel Dorrego, cuyos méritos enumera el decreto. A los historiadores siempre nos asombra este permanente descubrimiento de lo ya sabido. Personalmente, hace cincuenta años ya aprendí todo eso con Enrique Barba y Tulio Halperín Donghi. Desde entonces, aparecieron abundantes trabajos académicos, algunos brillantes, que están al alcance de cualquiera que se tome el trabajo de buscarlos.

La retórica revisionista, sus lugares comunes y sus muletillas, encaja bien en el discurso oficial. Hasta ahora, se lo habíamos escuchado a la Presidenta en las tribunas, denunciando conspiraciones y separando amigos de enemigos. Pero ahora es el Estado el que se pronuncia y convierte el discurso militante en doctrina nacional. El Estado afirma que la correcta visión de nuestro pasado -que es una y que él conoce- ha sido desnaturalizada por la "historia oficial", liberal y extranjerizante, escrita por "los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX". Los historiadores profesionales quedamos convertidos en otra "corpo" que miente, en otra cara del eterno "enemigo del pueblo".

En nombre del pueblo, el Estado coloca, en el lugar de la historia enseñada e investigada en sus propias instituciones, a esta épica, modesta en sus fundamentos, pero adecuada para su discurso. Más aún, anuncia su intención de imponerla a los ciudadanos como la verdad. Quizá sea el momento de que, en nombre del pueblo, se le diga a quien encabeza el Estado que hay cosas que no tiene derecho a hacer.
Luis Alberto Romero

martes, 29 de noviembre de 2011

¿Quién es el agente?

“Somos más libres cuanto más causa de lo que sucede somos.”
Spinoza

Ser causa de lo que nos pasa es ser el agente. Cuando somos mero efecto de lo externo, no somos libres. Cuanto más agente somos, más libres somos. Por eso, los políticos pelean por ser ellos quienes establezcan la agenda siendo, así, el agente de lo que pase. ¿Quién es el agente del aumento del dólar? ¿Los bancos y las grandes empresas que le imponen al Gobierno una devaluación? ¿O el propio Gobierno que con años de inflación en dólares consumió su colchón cambiario? Para Spinoza, la ley de la sabiduría era la ley de la libertad; el sabio era el libre, o sea el agente, pero sólo se era libre en la medida que se comprendiera la ley de la naturaleza. De lo contrario, no se conseguiría con la acción lo buscado porque no se sería sabio ni libre. ¿Qué querrá el Gobierno con la economía? Y en el caso del dólar, ¿entenderá “la ley de la naturaleza” de la que hablaba Spinoza para ser agente de lo que sucede?

La economía se rebela al orden del discurso. Es más fácil pelearse con Magnetto que con el mercado. Ya escribí que los kirchneristas más radicalizados no están peleados con Magnetto sino con el periodismo, que Magnetto es sólo el flanco más atacable, la excusa. Podría inferirse lo mismo sobre el neoliberalismo; los kirchneristas más radicalizados no están peleados con el neoliberalismo sino con la economía, y el neoliberalismo es su flanco más atacable.

Al mercado negro se lo puede llamar “dólar blue”, pero sigue ejerciendo las mismas consecuencias aunque tenga otro nombre. En economía el deslizamiento entre significante y significado no se produce con las mismas reglas de representación. Por ejemplo, se puede acordar con Brasil o Uruguay que nuestro comercio exterior no sea más en dólares sino en pesos, reales y pesos uruguayos. Pero eso no impedirá que en Uruguay se acepten los pesos argentinos por pesos uruguayos, aunque al equivalente de comprar dólares a $ 5,85.

El dólar blue, negro o paralelo es el problema que hoy enfrenta el Gobierno. Cuando hasta hace pocas semanas la diferencia con el dólar oficial era de tres o cuatro por ciento, no tenía ningún valor de referencia. Ahora que la diferencia entre el dólar oficial y el blue se acerca al 20% pasó a ser un dato tan relevante como la inflación de las consultoras privadas, o sea, el dato real, y significa un desdoblamiento no formal del mercado cambiario.
Este casi 20% de brecha se produjo justo después de que Brasil devaluara el real un 20% frente al dólar, ¿casualidad? Este 20% de brecha se produjo justo después de que se terminaran las elecciones, ¿casualidad?

De Papandreu a Papademos. En Grecia y aquí, ¿como papanatas? Los propios kirchneristas confiesan que la atomización de las decisiones por falta de un ministro de Economía en serio contribuye a potenciar el problema cambiario. El ministro de Economía del modelo fue Néstor Kirchner y aquí viene la paradoja: al ex presidente le hubiera costado más ganar las elecciones pero a la Presidenta le podría costar más ganar la gobernabilidad.

Su marido tenía peor imagen pero –por lo menos en el imaginario colectivo– transmitía más garantía de gobernabilidad. Se podría explicar que alguien más temido tenga peor imagen pero en momentos de crisis se valore más su autoridad. Si cuando la Presidenta designe al nuevo gabinete sus ministros claves transmitieran confiabilidad, probablemente el mercado cambiario se tranquilizaría. Hoy hay hasta versiones de pesificación de los argendólares, que a priori parecen disparatadas. Pero muchos creen que cualquier cosa es posible.

Dicen que la versión sobre que se estudia la alternativa de una pesificación la inició una calificadora de riesgo. Vale recordar que las calificadoras de riesgo en todo el mundo nacieron dentro de empresas de medios de comunicación y, antes de convertirse en mundialmente canónicas, comenzaron siendo una división editorial que vendía información más técnica y para especialistas. El odio de los políticos con los que difunden información (y los termómetros como el dólar blue o el índice de inflación de las consultoras privadas) refleja la problemática de la relación entre agente, libertad y saber.

Desde la perspectiva oficial son los medios quienes están creando esta turbulencia cambiaria agitando a las audiencias con temores exagerados que consiguen realizar la profecía autocumplida. El agente no sería el mercado y sus principales actores, los dueños del capital, sino –cuándo no– los medios que harían terrorismo económico al ver que el Gobierno se inmunizó contra las denuncias de corrupción; por ejemplo, la Justicia declaró inocentes a todos los implicados en el caso Skanska y, entre otros, el caso Schoklender quedó invernando.

Coherente con esta visión paranoica es la de que De Vido y Boudou salieron a anunciar el comienzo de las modificaciones de los subsidios con más ruido que medidas concretas, para sacar el tema del dólar de la tapa de los diarios y distraer la atención de los ahorristas histerizados. Evidentemente no lo lograron.
La obsesión por el relato lleva al Gobierno muchas veces a confundir el mapa con el territorio: las reservas del Banco Central, que eran igual al circulante monetario más los depósitos, ahora son menos de la mitad. El agente de eso no fue Magnetto. Desplazar al mensajero los atributos del agente es un proceso mental primitivo, como aquellos dictadores arcaicos que fusilaban al correo del adversario. Se podría decir que el aumento del 50% de la tasa de interés en las últimas dos semanas es una consecuencia del incremento del dólar, porque mientras el dólar no se movía los ahorristas en pesos hacían de cuenta que recibían intereses en dólares, pero en realidad la tasa de interés actual es recién ahora similar a la de la inflación real: 22%. ¿Es el aumento del dólar la causa de la suba de la tasa de interés o es el aumento de la inflación la causa tanto del aumento de la tasa de interés como del dólar?

Una señal de la intoxicación de goce discursivo la refleja Emilio Pérsico al aclarar que cuando la Presidenta dijo en la reunión del G20 en Cannes que era necesario volver a un “capitalismo serio” no fue porque creyera eso sino que se trataba de una “chicana”.
Chicanas. ¿Estará allí el problema?
Jorge Fontevecchia

jueves, 24 de noviembre de 2011

Fisuras

El más letal de los peligros es haberse convencido de que así está bien. La presunción de que se puede conducir con una sola mano es embriagante. Infunde el sopor tóxico que envilece a quienes carecen de dudas. Pero dar órdenes no es conducir. No, al menos, en tiempos tan turbios y complejos. Sin embargo, ajeno al más elemental recaudo, el poder político que hoy impera en la Argentina, al que la sociedad le ha conferido un potente 54% de los votos, pilotea la Nación sin inmutarse.

No hay en las alturas de una Casa Rosada imperial ni el intento más mínimo de colegiar el poder. Se conduce en solitario y desde la estratosfera. ¿Puede creer Cristina Kirchner que lo que le dicen, le escriben y le muestran es la realidad? ¿Puede tomar como el mejor de los caminos este recetario de torpezas infantiles y manotazos autoritarios con los que se pretende ofrecer una semblanza de gobernabilidad? Pareciera que sí, porque si se deja de lado el edulcorado discurrir de las supuestas “autocríticas”, nada indica que entre El Calafate, Olivos y Balcarce 50 se haya dibujado un hilo conceptual cargado de reflexiones profundas y lecciones debidamente aprendidas.

Es un gobierno que se mece en una autocomplacencia desconcertante. Enamorada de sí misma y de todo lo que dice, hace, omite y destruye, Cristina Kirchner experimenta ahora los corcoveos feos de la turbulencia. No es bonito zarandearse en las alturas.

Ese malambo siembra pánico. Reza la vieja anécdota que cuando volaba a bordo del Tango 01 que se compró en los años noventa y el avión se metía en zonas inestables con el consiguiente temblor del aparato, el presidente Carlos Menem salía de su cabina imperial y les decía a sus cortesanos: “¡No temáis, van con el César!”. El riojano era un frívolo, pero con ciertas cosas no jugaba. Su noción del mando era peronista, pero en clave bastante más delegativa. Quince años más tarde, la Argentina vuelve a palpitar los avatares de una conducción más unipersonal y opaca que nunca.

La noción de república democrática parece ir quedando enterrada por el clamoroso jubileo de las decisiones plebiscitarias. La Presidenta no tiene dudas. No sabe lo que es una perplejidad. Así, reparte mazazos. Hay sindicatos que boicotean al pueblo, dice un día. Al siguiente, equilibra y escarnece a los burgueses que “se la llevan toda afuera”. No hay pasado del que hacerse cargo ni presente sobre el que rendir cuentas. Atornillada más que nunca a un mesianismo caprichoso que impide admitir equivocaciones, ahora anula subsidios que desde ya hace muchísimos años eran estériles, injustos e insultantes, pero ni remotamente imagina que debe explicarle a la sociedad por qué existieron y para qué sirvieron. Lo mismo hace con las cebadas corporaciones gremiales a las que les dio tajadas de Aerolíneas Argentinas. Montaña rusa política y cinismo ideológico: así como dije una cosa, ahora digo la otra. Brilla la ausencia de explicaciones o de argumentaciones razonadas. Se sabe: cuando un sistema de poder está edificado de manera excluyente sobre una o muy pocas personas, no queda más remedio que suplantar el análisis político por explicaciones que ahonden en lo subjetivo.

En la Argentina prevalece ahora mismo una cosmogonía del poder político cuya arquitectura empieza y termina en un liderazgo omnisciente: todo lo saben, todo lo pueden, todo lo conocen, a nadie necesitan, nada les falta. Es un liderazgo sostenido sobre el empacho autocomplaciente. Es un gobierno que se basta a sí mismo y a cuyos ya ruidosos tropezones los vive como episodios irrelevantes, respecto de los cuales considera que nada debe explicar.

Si la Presidenta funciona así, proyectando en todo momento la sensación de que nada la alarma y tampoco la desafía intelectualmente, sus subalternos operativos llevan ese régimen funcional al paroxismo. El caso paradigmático es el de Guillermo Moreno, pero es simplista y hasta engañoso ensañarse sólo con él. Guillermo Moreno no existe. Es en todo caso un espantapájaros colocado donde está para disciplinar provisoriamente a quienes se insubordinan o no cumplen. Lo central es lo sistémico: gente como él a cargo de funciones tan delicadas revela la impronta profunda e inalterable. Es la que me confesó allá por el remoto 2003 el mismísimo Néstor Kirchner en aquellos dos cafés interminables a los que me invitó en la Casa Rosada (ver Lista Negra.La vuelta de los setenta, Sudamericana, 2006). La filigrana de este modo de poder es inconfundible. Se trata de una desnuda ideología del poder, al que se maneja de manera radial.

Todo sistema radial es un esquema imperial. Los planetas orbitan en torno del Sol, del que dependen y con el que se nutren. Sin Sol no hay sistema. Así funciona la Argentina en vísperas de 2012. Los errores no se pagan. Las equivocaciones quedan impunes. La permisividad es absoluta y la despenalización completa: subsidios y arbitrariedades sindicales fueron útiles hasta que dejaron de serlo. Vuelta de página para la rutina de un gobierno que, además de considerarse omnisciente, pareciera haberse convencido de ser omnipotente. Se ha pulverizado la noción de los arbitrajes. Ha muerto la ética de las consultas. Desapareció la conciencia de que el mundo es complejo y que los países no pueden ser conducidos arrastrándolos desde el hocico.

No es para hoy el problema, es para mañana por la mañana. Tanta concentración del poder, tanta jactancia para ejercerlo en solitario, llevan irremisiblemente a un trauma fuerte. Puede tardar, pero –así las cosas– resulta poco menos que un pronóstico certero. La guerrilla contra el dólar, la debacle de Aerolíneas Argentinas y el ruidoso final del festival de subsidios son apenas incidentes menores que revelan profunda fatiga del material. Si el curso no cambia de manera profunda, las fisuras se ensancharán.
Pepe Eliaschev

martes, 22 de noviembre de 2011

El turbulento vuelo de AeroCámpora, símbolo de desmanejo y corrupción

Los errores de la gestión de Mariano Recalde al frente de Aerolíneas se suman a un historial de desaciertos. Los números que la hacen insostenible.
Si en la Argentina quedara un juez o un fiscal que merezca el nombre de tal, debería hacer algo con esto: la historia de Aerolíneas es la de un pozo negro, una empresa quebrada desde los 90 que vuela aún ante la anomia de toda la clase política que decide lavarse las manos. Es la historia de una empresa vaciada al menos tres veces en su patrimonio, endeudada otras mil y que asiste a su decadencia como línea de bandera de la que sólo queda el mástil. Desde que se transformó en AeroCámpora, en julio de 2009, recibió 2.100 millones de dólares del presupuesto y sigue siendo deficitaria: el rojo proyectado en 200 millones subió este año a 387. Nada más inexacto, en este caso, que los números: los balances de AeroCámpora son un secreto de Estado. La pérdida de la gestión de Mariano Recalde hubiera permitido que AeroCámpora comprara TAM, la aerolínea brasileña que duplica a la argentina y que fue premiada recientemente en Francia como “la mejor aerolínea de América del Sur”. TAM, por otro lado, da ganancias, y fue valuada en 2.395,8 millones: dobla a AeroCámpora en flota y en cantidad de pasajeros transportados. La historia de los balances secretos no es nueva: ya en el ’90, el primer balance de Iberia fue objetado por la inclusión de 70 millones de dólares en “gastos de representación”. Aquel era, obviamente, un eufemismo por la coima que había tenido lugar a la hora del remate. El balance en crisis era acompañado por aviones que partían a Madrid con las cubiertas nuevas y volvían con viejas: una pequeña muestra de la actitud que desguazó a la empresa en poco tiempo. Se desarmó el centro de instrucción de Retiro, se vendieron los DC9 de Austral y Aerolíneas quedó desmantelada hasta que el gobierno español decidió sacársela a Caperucita y entregársela en la boca al Lobo: la CEPI asumió la deuda y entregó 680 millones de euros al Grupo Marsans-Mata, que vuelve al vaciamiento, dejándola con un pasivo de 800 millones. Finalmente, el Estado argentino expropia en las peores condiciones: asume la deuda sin revisarla, se expone una futura sentencia en el Ciadi por más de mil millones y no se presenta como parte querellante. Hoy, según la revista especializada Air Transport World, AeroCámpora es una de las tres empresas aéreas que más pierde en el mundo, junto a Kuwait Airways y Air India. Si se la compara con otras compañías de la región, nuestra aerolínea militante pierde como Suriname Airways y Pluna, frente al resto que da ganancias: Aeroméxico, 194 millones; Avianca Taca, 50 millones; Copa Airlines, 241 millones; Gol, 128 millones y LAN, 420 millones.Esta semana, mientras La Cámpora se reunía en el estadio de Ferro y juraba “dar la vida por Cristina”, el conflicto de Aerolíneas se volvía político y el Gobierno decidía militarizar a los controladores aéreos para poder, precisamente, controlarlos. La reacción del ambiente aeronáutico fue de preocupación: entregar a la Fuerza Aérea la aviación civil es como darle los subterráneos al Ejército. Enrique Piñeyro, documentalista y piloto, recordó ante PERFIL un triste antecedente de la misma decisión:—En el ’86,durante Alfonsín, se hizo un intento de militarizar la cosa y meter pilotos de Fuerza Aérea en el Fokker de Aerolíneas; son los que se fueron al agua en Ushuaia al tercer vuelo. Y para colmo, ¿sabés cuál era el nombre del piloto? El mayor Carnero.La imagen de aquel despiste terminó en afiche: el de Fuerza Aérea SA, documental de Piñeyro que el otro día, frente a la marcha atrás del Gobierno, decidió pasar por televisión un símbolo cambiado de sentido: puso al revés las imágenes de aquel día de 2004 en el Colegio Militar en el que Bendini retiró los cuadros de Videla y Bignone. Ahora aparecía volviéndolos a colgar.Cuando la discusión se volvió política, comenzaron las comparaciones:—Aerolíneas se lleva 1.000kilómetros por año de rutas pavimentadas –calculó Federico Sturzenegger, presidente del Banco Ciudad.—La Cámpora hace volar dos escuelas por día –dijo el diputado Morán, de la Coalición Cívica, calculando el déficit en dos millones de dólares diarios.
El que no corre, vuela. Aerolíneas y Austral tienen una flota total de 71 aviones, de los cuales vuelan sólo 47.Contrariamente a todas las aerolíneas del mundo, AeroCámpora no posee una “monoflota”, sino que tiene aviones de cuatro marcas y modelos, lo que cuadruplica los costos de mantenimiento, repuestos, cursos específicos y mecánicos. En diálogo con PERFIL, Jorge Pérez Tamayo, titular del gremio de pilotos, detalló la composición de la heterodoxa flota:
◆Austral: veinte aviones Embraer (15 operativos), seis Mc Donnell Douglas (cuatro operativos).
◆Aerolíneas: 15 aviones Boeing 737-500 (nueve operativos), 14 aviones 737-700 (11 operativos), tres aviones 747-700 (dos operativos), siete aviones A340 (tres operativos), seis aviones MD (tres operativos).
Sólo 28 aviones del total de 71, son propios. La tendencia mundial es tomar los aviones en leasing o comprar con muy buenas condiciones: TAM y LAN acaban de ordenar la compra de 220 Air Bus, con lo que terminan negociando la supervivencia de la propia Air Bus, lo que les permite lograr una amplia financiación. AeroCámpora, ahora, se apresta a vender dos Jumbos y cambiarlo por dos Airbus 340: duplicarán el precio de alquiler a 800 mil dólares al mes, sin mejorar las condiciones de transporte de carga o pasajeros.Otro desacierto de la gestión Recalde consiste en realizar los chequeos de los aviones en el extranjero al doble del precio: según la Auditoria General de la Nación, los “chequeos C” en el exterior cuestan 639 mil dólares por avión, contra 361 mil en Argentina. Enviaron 14 aviones MD a talleres de Costa Rica, por los que Aerocámpora pagó mas de ocho millones de dólares, cuatro aviones 735-500 a Panamá (alquilados) por los que gastarán como mínimo otros dos millones y medio, además de pagar el leasing que no utiliza durante el tiempo de reparación. Hay dos 737-500 con alquiler vencido que todavía no se devolvieron y por la demora AeroCámpora está perdiendo 300 mil dólares al mes. También siguen pagando el alquiler de otros dos aviones 737-200 obsoletos, que hace años que se demora en devolver.
◆El último hangar de Ezeiza fue inaugurado por Juan Domingo Perón y el último de Aeroparque se terminó en 1981. La Presidenta planea inaugurar un hangar que en realidad ya estaba hecho: construido a mediados de los ochenta por la desaparecida línea CATA, remodelado y propiedad de Eurnekian desde fines de los noventa.
◆Mientras el mercado de pasajeros se agranda, AeroCámpora se achica.De acuerdo con un estudio encargado por una línea aérea privada, en los últimos 18 años se triplicaron los pasajeros internacionales que llegan a Argentina, pero AeroCámpora redujo a la mitad los transportados: desde el 40 al 18%. En el año 1993, de cuatro millones de pasajeros arribados, Aerolìneas transportó al 40%; en lo que va del 2011 de 11,8 millones de pasajeros transportó solamente a dos de cada diez, el 18%.La vida por Banelco. Desde julio de 2009, Aerolíneas es manejada por integrantes de La Cámpora y ex gerentes de empresas ajenas al rubro aeronáutico: Mariano Recalde es un abogado especialista en derecho laboral, dio clases en la UBA y fue asesor de su papá en la Cámara de Diputados. En octubre de 2009, se tomó en serio lo del avión privado y agregó un vuelo no programado a Uruguay para ver un partido de la Selección argentina; lo acompañaron otros luchadores sociales, como Andrés Larroque y Juan Cabandié. En enero del año siguiente pagó 124 dólares por un viaje en business a Punta Cana: tuvo que volver por orden de De Vido. Cobró por su cargo unos 50 mil pesos al mes durante 2010 y superó los 70 mil mensuales en 2011, cobrando además un salario adicional por Austral, aunque maneja ambas líneas desde el mismo sillón. En su declaración de 2010 consigna el cobro de 703.581 pesos. Eduardo “Wado” De Pedro es abogado e hijo de desaparecidos, vicepresidente de AeroCámpora y declaró en 2010 un ingreso anual de 478.890 pesos como director titular de Aerolíneas y 4.860 pesos como director de Austral. Axel Kicillof, subgerente, fue profesor de Macroeconomía y Política Económica y, como el resto de los ejecutivos militantes, cobra entre 70 y 80 mil pesos al mes. Javier Rodríguez es director de Programaciones y agrónomo (¿lo habrán puesto ahí para el día en que las vacas vuelen?), Alvaro Francés es gerente del Area de Operaciones de Aeropuertos y fue antes director comercial de Musimundo, gerente de la zapatería Payless ShoesSource y de varios supermercados. Juan Pablo Lafosse, gerente comercial, viene de la agencia de viajes Asatej y hay quienes sostienen que sigue vinculado a los negocios turísticos.Los militantes del cielo nacional y popular odian sentirse solos: en los últimos tiempos AeroCámpora incorporó unos 400 empleados, 200 pilotos y 200 TCP (tripulantes de cabina de pasajeros, azafatas, call center). Las incorporaciones provocaron cierto revuelo: entraron por la puerta política empleados de más de treinta años, en muchos casos, con desconocimiento total del idioma inglés y quedaron afuera otros, mucho más jóvenes y capacitados, que fueron excluidos por no pertenecer a las filas revolucionarias. Aunque hay muchísimos más pilotos que aviones, la productividad bajó: en 2005 con 480 pilotos se volaron 46.852 horas; esto es 98 horas de vuelo por piloto. En 2008, con 678 pilotos se volaron 53.095 horas; es decir 78 horas de vuelo por piloto. Con 200 pilotos más contratados en 2009, bajó aún más: hay pilotos que vuelan diez horas por mes, otros no vuelan directamente y los de Jumbo hacen sólo un vuelo cada treinta días.—Los que más están trabajando contra el Estado son Recalde y compañía –dice a PERFIL Enrique Piñeyro.—¿Cree que el Gobierno querrá volver a privatizarla o “argentinizarla” con algún empresario amigo?—Me temo que esto termina en Cielos Abiertos. Si cedemos a la presión de la Barrick Gold, ¿por qué no vamos a ceder a la presión de TAM y LAN? Así como le devolvieron áreas a la Fuerza Aérea también podrían abrir los cielos totalmente; sería coherente con la ideología de Schiavi.Entretanto, el Gobierno caracterizó el conflicto con los controladores como un “intento de golpe de Estado”, y el comandante Recalde, luego de asegurar que “no hay conflicto alguno”, afirmó: “Este es un proyecto de la Presidenta”. Investigación: Jorge Lanata/Leonardo Nicosia.

lunes, 14 de noviembre de 2011

El problema de Aerolíneas no es sólo de Aerolíneas

El renovado conflicto entre funcionarios y sindicalistas de Aerolíneas Argentinas pone en superficie una vieja cuestión que nunca se resuelve. Y sobre todo evidencia que no se resolverá mientras no exista una política de Estado coherente en materia de transporte.
Es gravísimo lo que está sucediendo en nuestra zarandeada empresa aerocomercial, desde que se iniciara su destrucción en 1990. La privatización salvaje que duró casi dos décadas y que debemos a los señores Menem, Dromi y Cavallo, y fue revalidada por la vieja Corte Suprema Automática mediante un forzado "per saltum", inició el descenso a los infiernos para cientos de miles de pasajeros que somos rehenes permanentes de la ineficiencia operativa de AA. Aquel dislate se terminó de consumar cuando Cavallo le entregó a Iberia la acción de oro que todavía conservaba nuestro país y que era la herramienta de control más importante. La empresa, que en 1990 dejaba ganancias y era una de las más eficientes en manos del Estado, fue desguasada de manera poco menos que vil. Desde entonces, Aerolíneas estuvo al borde de la bancarrota y el cierre de operaciones en varias oportunidades, hasta que en 2008 y con fuerte apoyo de todos los gremios aeronáuticos, la Presidenta anunció la reestatización. La deuda era de unos 890 millones de dólares. Pero ahí se inició otra disputa, que es la que nos tiene en este presente lamentable: de un lado dirigencias de dudosa competencia en el manejo de la empresa; del otro dirigencias sindicales que proceden como bandas corporativas. Y los pasajeros, por millares, asistiendo a la nueva destrucción. La verdad es que la única manera de superar el conflicto sería, como siempre, el diálogo. Pero a la luz de las acusaciones y la creciente belicosidad de las partes en conflicto -el Gobierno y los sindicatos- todo parece mal encaminado y lo que más falta son ideas propositivas, generosas y superadoras. En esas circunstancias, especialmente los pasajeros que vivimos en provincias padecemos el pésimo servicio que nos dan. Yo invitaría a sindicalistas y autoridades a depender de esta compañía sólo un mes, y después nos cuentan. Pero el problema se hace más y más complejo, porque se enmarca en un contexto de atraso casi legendario que arrastra nuestro país: el del transporte. Que es motor esencial de un país moderno. Puesto que sin transportes no hay desarrollo, ni crecimiento ni inclusión social.
Pero en la Argentina no existe un plan que prevea y estimule acciones coordinadas con vistas, digamos, a los próximos 10, 20 y 50 años. Sí existen ideas de consultores, empresarios, sindicatos, lobbistas, y acaso funcionarios bien intencionados. Pero nada de eso representa una política de Estado de transporte que permita dar un salto cuantitativo y cualitativo. Así, el problema de Aerolíneas no es sólo de Aerolíneas y se relaciona con aquello. Porque la cuestión del monopolio aéreo no puede considerarse aisladamente. Debería ser parte de un Plan Nacional de Transportes que contemple la aeronavegación como un servicio público de fomento, que dé oportunidades a la iniciativa privada y funcione en coordinación con el desarrollo ferroviario y de líneas fluviales y marítimas, y aún del sistema vial.
La Argentina debería tener ahora mismo media docena de líneas aéreas transversales y complementarias, no para debilitar AA sino precisamente para fortalecerla. Y para que la ciudadanía pueda servirse de los más de 200 aeropuertos que hay en el país y que en su gran mayoría están inactivos, mientras siguen creciendo otros medios polucionantes, caros e ineficientes. De igual manera nuestro país necesita recuperar la flota fluvial y marítima, por la sencilla razón de que el 90% del comercio exterior argentino sale y llega por agua. La marina mercante argentina -fluvial y marítima- fue desmantelada en los años 90. En aquellos años, por ejemplo, por la hidrovía Paraná-Paraguay se movían 500.000 toneladas de cargas, pero hoy se mueven 15 millones y se estima que serán 28 millones en 2016 y muchos más dentro de un par de décadas. Eso requiere transporte eficiente y barato, sobre todo ahora que las cosechas se multiplican. Entonces, si se recuperó la industria naval con la reapertura del Astillero Río Santiago y de Tandanor, ¿no sería lógico tomar al toro por los cuernos en materia de transporte naviero? Lo mismo cabe decir del ferrocarril. Porque es francamente absurdo transportar millones de toneladas de cargas por carreteras sobre una planicie sobre la que ya tenemos tendida una extraordinaria red ferroviaria. La Presidenta debiera tener en cuenta que si el plan agropecuario que lanzó hace poco tiene previsto llegar a 160 millones de toneladas de granos en 2020, desde ahora mismo habría que prever cómo se los va a transportar. Y ni se diga de la urgente necesidad de reordenar el sistema de trenes populares, que hoy pueden ser refaccionados en talleres argentinos, lo que de paso llevaría a la recuperación de miles de kilómetros de vías. Cierto es que ya se inició la fabricación de trenes de doble piso para las líneas Sarmiento y Mitre, y eso es excelente. Pero todavía es un corcho en el océano. Porque todavía el Gobierno deberá resistir los lobbies de la construcción vial, y de las automotrices, de los camioneros, de los petroleros y de tantos más que pusieron y ponen trabas -éste es un fenómeno mundial- al desarrollo ferroviario, que es más limpio, más seguro y más barato. Para resistir y reordenar hace falta un Plan Nacional de Transportes coherente, que la Argentina hoy no tiene.
Todo esto enmarca el problema del transporte aerocomercial. Me parece que el Gobierno debería ser consciente de que este es el contexto en el cual habría que repensar Aerolíneas, sobre todo porque en materia de transportes ya perdieron demasiado tiempo sosteniendo a un funcionario sobradamente inútil. Y digo inútil por no decir otras cosas que espero dirá pronto la Justicia.
Somos muchos los ciudadanos que apoyamos la reestatización de Aerolíneas y ahora la padecemos. No queremos que se vuelva a privatizar. Pero no dejamos de advertir que si Aerolíneas se sigue viendo sólo como un problema con éste o aquél sindicato; o solamente se cuestiona a éste o aquél funcionario, la calesita de la destrucción de nuestra línea de bandera seguirá girando.
Mempo Giardinelli

lunes, 7 de noviembre de 2011

Tírenme

Yo estaba encandilado por las luces del patio. Me puse la mano izquierda a modo de visera y miré hacia arriba a la izquierda, al contrafrente de dos de los edificios: nada. Después hubo otro grito más, del mismo sector:

—¡Gordo puto, empleado de Clarín!

La gente empezó a moverse inquieta, en los asientos, y hubo un murmullo general.

—¡Aguante 6, 7, 8!! –un grito más.
—¿Por qué no bajan a discutir acá? –se indignó uno de los asistentes.

Entonces desde las sombras dejaron de escucharse gritos y comenzó una pequeña lluvia de piedras.

Fue instintivo: yo podía suspender la charla por unos minutos o seguir. Elegí seguir hablando.

Estábamos en el patio de la sede de la Universidad de Palermo, frente a unas 400 personas, en un acto sobre la libertad de prensa. Me tocó hace unos meses encabezar una encuesta nacional de Fopea sobre mil periodistas en la que resulté elegido como el mayor referente de la profesión, seguido de Nelson Castro, Nadie y Rodolfo Walsh. Víctor Hugo Morales, Horacio Verbitsky y Magdalena Ruiz Guiñazú completaron los primeros puestos y fueron invitados al debate. Nelson estaba en ese mismo momento al aire en su programa en vivo, Verbitsky y Morales se negaron a concurrir. Y ahí estábamos: 400 personas escuchando y tres, quizá dos, tirando piedras. Fue un hecho menor, pero quiero contarles los detalles de lo que pasó antes y después, porque a veces los hechos menores hablan más de la vida real que los grandes gestos.

Promediada la charla, alguien preguntó por la situación del periodismo en Venezuela. Estuve hace unos meses en Caracas, invitado por el Colegio Nacional de Periodistas, y pude ver de cerca el tema. Magdalena me cedió el micrófono para responder: hablamos del “national and popular philosopher” Laclau y su teoría sobre la inexistencia del periodismo (Laclau, que interrumpió su estancia de treinta años en Londres para grabar unos programas del canal Encuentro y recomienda para países subtropicales como la Argentina la reelección indefinida, tal vez basándose en la Teoría de los climas de Montesquieu).

—El fondo filosófico es el mismo –dije– pero en Venezuela se ha pasado el límite de la agresión física. En el primer semestre de este año hubo 163 atentados denunciados contra periodistas; patotas –orgánicas y no– del chavismo los esperan en la puerta de los diarios o los canales.

Pero esta no era la única escena de la noche del jueves: en paralelo, y por el aire de Twitter, cientos de mensajes ya hablaban del incidente con las piedras. Las consideraciones personales de los tweets son lo de menos, de modo que voy a reproducir aquí sólo algunos y más que nada “los en contra”. Para ser justos, aclaro que los mensajes de solidaridad y condena a los piedrazos fueron los más; pero los que se alinearon apoyando a las sombras no fueron pocos. Y esos son los que me interesan, porque es ahí donde anida el huevo de la serpiente.

Twitteó con intuición y buen olfato el crítico de cine Gustavo Noriega: “A ver si se dan cuenta: hay una conexión entre que el Estado financie El Pacto y que un par de boludos les tiren piedras a Magdalena y a Lanata”. “Si a Lanata y Magdalena los insultaron los vecinos de Palermo no quiero pensar cuando pinchen una goma del auto en el Conurbano”, posteó cronopio83 Aldo Raponi. A esa altura los tres de-subicados en un contrafrente de Palermo se habían transformado en “los vecinos de”, una especie de Fuenteovejuna.

Con los mismos elementos pero actitud más profesional, el periodista Nicolás Wiñazki twitteó: “Aguante 6, 7, 8 también gritaron los que tiraron piedras a Lanata. Fueron como diez piedras. No hay lastimados”.

A esa altura la “noticia” llegó a los medios electrónicos: “En 6, 7, 8 intentaron justificar la agresión a Lanata por decir que su verborragia incitó a la agresión. Flojito, no?”, twitteó “franciscoaure”. Un “victorhugo590” registrado como Víctor Hugo Morales –que algunos afirman es un “fake Morales”, aunque no se conoció públicamente desmentida alguna del relator deportivo– dijo: “No me sorprende que arrojaran piedras sobre gente como Jorge Lanata o Magdalena Ruiz Guiñazú. El pueblo se expresa como puede”.

Al poco tiempo yo ya estaba cerca de ser el verdadero culpable. ¿Qué hacía mi cabeza atrayendo piedras, eh?

“Testigos sospechan de que haya existido una verdadera agresión al periodista Jorge Lanata. Estilo radio”, twitteó gerarfernandez. “Alumnos de la Universidad de Palermo sospechan del origen de la agresión a Lanata”, concluyó @pimboleto, Daniel Ventura.

Y hasta hubo lugar para el cinismo: mientras todos los medios oficiales ignoraron por completo el incidente, Javier Romero (un asistente de Sergio Szpolski que se dedica en Diario Registrado a calumniarnos día por medio en Internet) quiso curarse en salud: “Quien le tira piedras a un periodista ataca a la libertad”, copió en su mensaje de un sobrecito de azúcar. La diferencia del peso específico entre un puñado de piedras y el habitual balde de bosta que significa Diario Registrado son notables.

La noticia, con sus versiones y contraversiones, duró un día más en la red.

Algunas consideraciones sobre la noche del jueves:

1)Un hecho aislado no puede, necesariamente, ser confundido con una política: en todos lados hay locos sueltos. Pero una política sí puede estimular que el hecho aislado se produzca: cuando la Presidenta identifica u hostiga, con nombre y apellido a los periodistas que ella imagina como “enemigos”, puede haber uno, o diez, o cien militantes freaks dispuestos a quedar bien con la Jefa. Nadie recuerda, por ejemplo, condena alguna del Gobieno cuando militantes de las Madres de Plaza de Mayo escupieron los retratos de varios periodistas del país, acusándolos de complicidad con la dictadura.

2)“A veces pienso si no sería necesario nacionalizar los medios de comunicación, que adquieran conciencia nacional y defiendan los intereses del país. No seamos más tontos, no dejemos que nos envenenen y nos mientan”, dijo Cristina en un acto en Mercedes. “Los medios son cómplices de la política de entrega y subordinación”, agregó. “La libertad de expresión no puede convertirse en libertad de extorsión”, dijo también.

¿No le tiraría una piedrita a Lanata para complacer a Cris y defender al pueblo?

3)Al mensaje oficial “en on” se le suma la catarata de propaganda producida en la “Konzentrationslager Gvirtz”; hay más de cincuenta medios de comunicación paraoficiales, sin contar los blogs kirchneristas, los programas de televisión y radio acólitos y la vergüenza nacional de “Fútbol para Todos” (¿para cuándo Libros para Todos, o Agua para Todos o Comida o Justicia para Todos?).

4)No he recibido –y, por favor, tampoco espero– comunicación oficial alguna sobre el hecho. Sí de decenas de ONGs, público en general, periodistas, un comunicado de Adepa y muchos otros. El abanico de los 50 a 70 ¿u 80? medios de comunicación oficiales o privados (plata del pueblo que vuelve a Szpolski, Gvirtz, etc.) silenció el asunto con cuidado. Recordé el viernes la cara de mi tía Nélida diciéndome “El que calla otorga”.

5)Mientras se siga presentado al periodismo como “enemigo del pueblo, se le echará más leña al fuego. Es una democracia que a veces, desgraciadamente, parece una dictadura: la noche anterior a las piedras, 6, 7, 8 hizo otro goebbeliano informe sobre unas columnas de Martín Caparrós en El País y un comentario mío sobre Cristina en la Cadena Ser: lo titularon “Campaña Antiargentina”, del mismo modo que la dictadura tituló a las denuncias de los organismos de derechos humanos en el exterior sobre los desaparecidos. Martín estaba indignado:

—Es cierto –me dijo. Yo estuve en la campaña antiargentina en el Exterior. Fue en el ’77 o ’78. Yo fui uno de los exiliados que denunció a la dictadura. Pero nunca me imaginé que treinta años después la democracia iba a utilizar las mismas palabras.

Ni los dictadores, ni los presidentes, ni los gobiernos, representan exclusivamente a la Argentina. Son parte de ella, conformada también por los que piensan distinto al pensamiento oficial. Los afiches de Cristina hablan de amor, pero en varias ocasiones la Presidenta y su entorno ejercen el odio, o lo estimulan. Los acólitos –que para eso están– sobreactúan; escriben panegíricos, manipulan frases ajenas, cualquier cosa para lograr la distante sonrisa de la Jefa, un registro automotor, un plan, una caja regular de alimentos no perecederos. Y hay también, cómo no reconocerlo, quienes dan hasta la vida por sus pensamientos, como muchos dieron en su momento “la vida por Perón”. No volvamos a tropezar con la misma piedra.

Jorge Lanata

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Mirar con los dos ojos

Ha resucitado con mucha fuerza y peligrosidad la extorsión ideológica de los 70. Está virtualmente prohibido criticar algo de lo que haga la autotitulada militancia nacional, popular y progresista. Quien se atreva a semejante herejía será condenado a convivir en un agujero negro con los que “les dan pasto a las fieras de la derecha” y los que “son funcionales a las corporaciones” (ahora le agregan mediáticas) que quieren volver al pasado. Grupos reducidos de intelectuales y activistas todoterreno se paran con altanería en el campo del pueblo y la patria y dictaminan que el resto de los mortales, por obvias razones maniqueas, pertenecen al antipueblo y la antipatria. 

Esta lógica del stalinismo, que se ve a sí mismo como dueño absoluto de la verdad, es la que cierra herméticamente todo tipo de debate ideológico y se niega a analizar siquiera algún puntito oscuro llamado Schoklender, Ricardo Jaime, Gildo Insfrán o Raúl Othacehé en la inmensidad del proceso emancipatorio. Algo así como: no vengan a molestarnos con problemas menores como la corrupción o el autoritarismo de derecha de algunos integrantes del Frente para la Victoria cuando estamos ocupados construyendo la historia revolucionaria. 

Montoneros, la soberbia armada es el título de un revelador libro de Pablo Giussani que convendría revisitar para descubrir tantos tics que hoy se repiten, aunque sin pólvora. Ese concepto actuó como escudo para rechazar todo intento de hacer reflexionar a sus ejecutores sobre la cuota de infantilismo e irresponsabilidad criminal que tenían una parte de sus acciones destinadas al objetivo justiciero de instalar la patria socialista. Por eso se creyeron que eran muchos más de los que realmente eran: hoy son patéticos los grupitos y los dirigentes ultrasectarios que dicen “ganamos con más del 50% de los votos”. En realidad, ese triunfo tiene poco de epopeya ideológica y mucho de vigoroso crecimiento económico y del consumo, de la buena gestión y conducción de una figura taquillera como la de Cristina y de ese poderoso océano que ocupa todo el territorio llamado Partido Justicialista.
Dirigentes democristianos, radicales progresistas, socialistas y hasta comunistas (en todas sus sucursales: soviética, maoísta o albanesa) advirtieron a los soldados de Mario Firmenich que llevaban a un sector de la juventud al fracaso y a la muerte. Que el asesinato como herramienta de construcción política era rechazado por Perón y la mayoría del pueblo en general y de los trabajadores en particular y que el militarismo, con su carga de heroísmo romántico, había obnubilado su capacidad de análisis racional de la realidad política. Los crímenes foquistas como el de José Ignacio Rucci, para dar un ejemplo de reflotada actualidad, eran el camino al precipicio y quienes con honestidad intelectual lo marcaban eran condenados por “cobardes” y “por hacerle el juego a la reacción y al fascismo”.
Por suerte, estamos lejos de la parte armada de esa soberbia. Nadie se pone el kirchnerismo al hombro ni cree que Cristina Eterna nazca de la boca de un fusil. Pero algunas formas de abordaje de la realidad, con su mirada por el ojo de la cerradura del dogmatismo, todavía persisten y limitan las posibilidades de aumentar y consolidar este proceso de inclusión social con desarrollo.

La implosión del capital simbólico de las Madres de Plaza de Mayo es el ejemplo más contundente, pero no el único. Hebe y sus alcahuetes de turno condenaron a los que se atrevieron a decirle la verdad y advertirle de la perversidad de Sergio Schoklender.
Y así pasó lo que pasó. Por eso los que acompañaron acríticamente todo ese proceso tienen muy poca autoridad moral para satanizar a Schoklender y responsabilizarlo hasta de la muerte de Gardel. Tarde piaron. Como consecuencia, suenan tan fuera de lugar las acusaciones de Hebe de ratas, víboras y amigos de torturadores y dictadores a los diputados entre los que estaba Ricardo Gil Laavedra, que hizo mucho más por la verdad y la justicia y en contra de la impunidad que muchos de los que hoy son adorados por Hebe, como Amado Boudou o el propio matrimonio Kirchner. A propósito, ¿será posible que nadie considere como una frivolidad menemista y sí como una alegría jauretchiana las guitarreadas electorales de Boudou que llegaron a Tecnópolis el Día de la Primavera con Pappo como excusa?

Lo grave de esa lógica es que los lleva a tragarse sapos gratuitamente. Nada pueden decir los neocristinistas de un señor feudal que condecoró a genocidas y maltrata a los pueblos originarios como Insfrán. Silencio cómplice sobre su fallido intento de proscribir a un cura como Francisco Nazar que está ideológica y éticamente más cerca de Carlos Mugica que de un conspirador anti K. Ese temor al congelamiento patagónico los amordaza y les quita identidad y fortaleza a muchos luchadores democráticos. ¿Nadie en el kirchnerismo tuvo el coraje para denunciar (como sí tuvo Victoria Donda) que no es justo ensuciar el merecido homenaje a los chicos asesinados en la Noche de los Lápices en un palco al lado de Othacehé, intendente de Merlo, facho y patotero si los hay? Conceptualmente similar es imaginar a su colega de Vicente López, el Japonés García como una suerte de tardío Che Guevara para justificar el apoyo con el objetivo superior “de frenar el avance de la derecha macrista”.

El despropósito del juez Alejandro Catania sólo se explica en un clima de época antiperiodístico fomentado con el dinero y desde las usinas oficiales. No poder debatir nada de lo malo que este gobierno tiene le quita credibilidad a la hora de elogiar lo mucho y bueno que se hizo hasta ahora. Es el problema de los periodistas militantes que están obligados a decir una parte de la verdad. Por ejemplo, que la Argentina es el país de mayor crecimiento en el mundo después de China. Pero tienen prohibido decir que está con Venezuela y Ghana en el podio de los de más inflación. Ser periodista es tener esa maravillosa libertad de poder informar y opinar sobre las dos caras de la moneda. Decir que la tasa de desempleo pasó gracias al kirchnerismo del 25% en mayo del 2002 al actual 7,3% y, simultáneamente, recordar que la inequidad social todavía provoca que el 10% más rico tenga ingresos 35 veces superior al 10% más pobre de los argentinos. El que mira con un solo ojo merece un reconocimiento publicitario y no a la libertad de expresión.
Alfredo Leuco

sábado, 17 de septiembre de 2011

Anestesiados

          
Anestesiados
Tapas 1991- 2011. Veinte años después, la sociedad padece secuelas postraumáticas de crisis económicas; en los 90 la hiperinflación, hoy el default de 2001.

No es la primera vez que pasa. Hace veinte años no había revelación del periodismo que le hiciera perder un voto al oficialismo. La revista Noticias titulaba su tapa con “Cómo votar a favor de la economía y contra la corrupción” porque en las primeras elecciones con convertibilidad la exitosa marcha de la economía reducía a la insignificancia las valijas del Yomagate, el “robo para la corona” de Horacio Verbitsky, “la Ferrari es mía, mía” de Menem y tantas otras denuncias periodísticas. Por entonces, sólo Noticias y el diario Página/12 –dirigido por Jorge Lanata– las publicaban.
Al igual que durante el kirchnerismo, varios años después se sumaron al periodismo de investigación los diarios Clarín y La Nación. Pero siguió sin haber revelación de la prensa que le hiciera perder su enorme mayoría al oficialismo, que triunfó –además de en las elecciones de 1991– en las de 1993 y 1995. Todavía estaba reciente el miedo a la hiperinflación de 1989 y muy pocos estaban dispuestos a escuchar cualquier relato que pusiera en serio riesgo la continuidad de lo existente.
Pero ocho años después de comenzado el menemismo, ya sin Cavallo como ministro de Economía y habiendo superado la crisis del Tequila, muchos comenzaron a creer que la estabilidad económica estaba definitivamente consolidada. Y en las elecciones legislativas de 1997, más tímidamente, y en las presidenciales de 1999, de manera más contundente, la mayoría de los argentinos prefirió votar por candidatos de otro partido que prometían continuar la economía por el mismo rumbo, pero sin corrupción y con mayor prolijidad institucional. No salió bien. Tiempo después de asumir el nuevo gobierno tuvieron que llamar al ministro de Economía del otro partido, que el gobierno anterior había echado por celos de su éxito. Pero aun así todo terminó en el desastre de 2001 y 2002.
Todavía hoy pesa en la mente de muchos ciudadanos la sensación de error por haberse puesto “exigentes” aspirando para la Argentina no sólo a los salarios de España sino también a las instituciones democráticas de un país de la Unión Europea, con alternancia de partidos en el gobierno, división de poderes y prensa sin ninguna interferencia. Pero el deseo se comprobó utópico, generando culpa. Mucha culpa. “Que se vayan todos” era también un desplazamiento del propio sentimiento de culpa por haber(sela) creído.
Aquella experiencia dejó en muchos argentinos, como consecuencia postraumática, una anestesia frente a cierto tipo de deseos que quedaron reprimidos (¿para siempre?) porque ante el primer impulso de aspiración transeconómica una fuerza censora viene a sofocarlo.
Por eso Skanska, la bolsa con dinero en el baño de la ex ministra de Economía, las decenas de denuncias sobre Jaime y los subsidios o las valijas de Venezuela, y ahora Schoklender, son consumidos como ficción por la mayoría de los ciudadanos, que sólo le prestan atención flotante mientras otros, directamente, critican a los medios por esas revelaciones que con oscuras intenciones tratan de interrumpir el crecimiento.
En Brasil, un gobierno no menos progresista que el argentino ya echó al quinto miembro del gabinete por denuncias de corrupción del periodismo. La presidenta Dilma Rousseff lleva poco más de ocho meses de gobierno y parece dispuesta a diferenciarse del propio fundador de su partido –Lula–, quien, aunque nunca persiguió a la prensa, quedó detenido en la vieja justificación de que las denuncias de corrupción de la prensa burguesa son una herramienta que utiliza la oligarquía para reducir la autonomía de los gobiernos populares, algo con lo que también se consuelan los kirchneristas honestos. Si así fuera, el periodismo argentino no hubiera denunciado la corrupción menemista o las coimas del Senado con De la Rúa.
 *La revista Barcelona, con sabia ironía, “anuncia” que Canal 13 prepara una miniserie donde Laport hará de editor kirchnerista que vive de subsidios, en respuesta a la que Mike Amigorena hará de Magnetto criticando a Clarín.
Jorge Fontevecchia           

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Sobre periodistas y perros falderos

A continuación reproducimos la columna radial que leyó el periodista Alfredo Leuco en el programa Bravo Continental.


Horacio Verbitsky es noticia. Es el autor intelectual del plan sistemático para atacar al periodismo independiente desde la maquinaria estatal. Alguna vez lo definí como el jefe informal de los servicios de inteligencia kirchnerista. Y ahora lo certifico. Es el titiritero que mueve los hilos detrás del poder de varios ministerios.

Es un caso digno de estudio porque se dio vuelta en el aire y traicionó hasta sus propias definiciones de lo que debe ser el ejercicio del periodismo. Ya no investiga al poder político ni a los empresarios ni destapa casos de corrupción como lo hacía durante el menemismo. Ya no lidera una agrupación como la llamada “Periodistas” que utilizó como escudo para protegerse. Ahora hace todo lo contrario. Con la camiseta kirchnerista puesta se dedica a fustigar a los colegas que hacen bien su trabajo y levanta su dedito tanto para acusarlos falsamente como para dictar cátedra.

¿Se imaginan ustedes los libros y las notas que hubiera escrito Verbitsky si Carlos Menem, Eduardo Duhalde o Fernando de la Rúa hubieran comprado tierras fiscales en Calafate a precio vil para luego revenderlas en millones? ¿O cuantas rigurosas investigaciones hubiera realizado si un presidente que no tuviera el apellido Kirchner cobrara alquileres e intereses por plazos fijos desmedidos, inexplicables y totalmente fuera del mercado? ¿Nadie robó para la corona en este gobierno? ¿Se terminó la corrupción?

A Verbitsky ya no le interesa investigar como los Kirchner se hicieron millonarios. Ni como se enriqueció Ricardo Jaime y con quien compartía sus valijas. O la brutal vergüenza de un delincuente perverso apadrinado por el poder político como Sergio Schoklender. Para Verbitsky nada de esto merece ser revisado por el periodismo. Todo lo contrario. Su objeto de investigación, ahora, son los periodistas.

No dijo una palabra cuando Magdalena Ruiz Guiñazú fue sometida a un juicio en la plaza pública. Se puso del lado de la empresa Electroingeniería y avaló la censura a Nelson Castro en radio del Plata. Miró para otro lado cuando en esos programas paraoficiales que pagamos todos los argentinos para que les chupen las medias al gobierno realizaron un
operativo demolición de la figura de Jorge Lanata y asociaron su imagen a la de un genocida como Jorge Rafael Videla. Se dio vuelta. Pasó a ser vocero de los intereses oficialistas. Como muchos otros propagandistas obsecuentes que encima fomentan el odio hacia los periodistas que mantienen la dignidad y la critica hacia el gobierno más poderoso desde el retorno de la democracia.

En los 90, Verbitsky era un perro de presa para husmear en las relaciones de corrupción entre los grandes empresarios y el poder ejecutivo. Hoy muchas empresas apoyan al gobierno y eso los convierte en intocables. Ni que hablar de los sindicalistas, intendentes y gobernadores francamente derechistas y súbitamente millonarios como Jose Luis Lingieri, Raul Otacehé y Gildo Insfran, entre muchos otros.

Hoy Verbitsky es un perro faldero. Se deja acariciar por el poder al que debería mirar críticamente. Se subordina y salta por un bizcocho. Hizo cosas insólitas. Mintió para vincular a un dirigente del Partido Obrero con hechos vandálicos en Constitución. En el 2004 censuró al querido colega ya fallecido Julio Nudler quien ya en ese entonces lo llamó “comisario político”. Como si fuera Braga Menéndez o Pepe Albistur difundió un video de los Kirchner para tratar de demostrar una actitud combativa frente a la dictadura que nunca tuvieron.  Y encima, ahora puso en la mira a periodistas como Mariano Obarrio y actuó como jefe de prensa de Florencio Randazzo.

Intentó ensuciar a Jorge Lanata porque representa todo lo que Verbitsky dejó de ser. A uno le puede gustar o no el estilo de Lanata. Pero nadie puede dudar de su independencia absoluta, de su honestidad, de su provocación intelectual y creativa permanente, de la jerarquización que hizo de nuestro trabajo como un francotirador incluso al límite de poner en riesgo la continuidad de los propios medios que fundó. De hecho una encuesta flamante de FOPEA a 1.000 periodistas muestra a Lanata como el mas votado a la hora de elegir a su referente profesional.

Verbitsky, en una de sus columnas, trepado a la soberbia de los que se creen que tomaron el palacio de invierno, amenazó con esa frase que podría haber quedado en la historia como la advertencia de un poderoso gobernante autoritario. Pero increíblemnente fue escrita por alguien que se considera periodista: "Si vienen por más, es posible que lo encuentren. Sigan asi."

Desde el periodismo nunca nadie se atrevió a tanto. Si todavía le queda algún recuerdo de este noble y maravilloso oficio, Verbtisky recordará que mientras más poder y más respaldo tiene un gobierno, mas distante y crítica debe ser la mirada de los periodistas. Fiscal del poder, abogado del hombre común. Haciendo el máximo esfuerzo para ser un contrapoder. Con rigurosidad y ética. Resistiendo los ataques para no tirarle nuestra honra a los perros.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Del mito a la idea

Se ha puesto de moda sostener que la política necesita de mitos para entusiasmar al pueblo y, sobre todo, darles trabajo a los académicos. Cuando se dice "mito" se dice "entusiasmo". Kant escribía que la Revolución Francesa era una virtualidad permanente más allá de su fracaso. Pensaba que la gesta francesa quedaría en la memoria de los hombres. La emparentaba con su teoría de la estética, en la que lo que definía como "sublime" en el arte nos da la vivencia de lo imponente, infinito, apabullante. El romanticismo en sus variadas expresiones también invoca a las intensidades que superan el dominio seco de la razón. Wagner, al diagnosticar la decadencia de la cultura alemana impregnada de cristianismo episcopal e ilustración afeminada, ponía al día en sus óperas las sagas de los Nibelungos y la belleza de su Sigfrido matando al dragón. Su alumno Federico Nietzsche, en sus momentos de melancolía extrema, creaba el Zaratustra superhombre. Thomas Carlyle ungió a la figura del héroe. El dominio de los afectos tampoco es extraño a Michel Foucault, quien nos habla de la espiritualidad, la dianoia griega, una conversión que a través de la construcción de una nueva subjetividad exige una serie de trabajos que llama "tecnologías del yo". Se le ocurrió que la revolución iraní de Khomeini era un ejemplo de nueva espiritualidad política.
El filósofo Richard Rorty también desconfía de la razón como motivadora de la acción colectiva. Pero su apelación no es a los mitos con sus héroes, sino al prójimo. Considera que existen los medios de sensibilización a través de la educación sentimental. Lo que llama "solidaridad" se logra mediante la identificación con el sufrimiento de los otros, aunque pertenezcan a culturas diferentes y países lejanos. El dolor es universal; la felicidad es individual. Sensibilizar a sociedades narcisistas puede lograrse, dice, con tecnologías comunicativas y obras de la imaginación, desde la literatura hasta los documentos audiovisuales, potenciados hoy por la velocidad digital.
Para el filósofo del pragmatismo, no se trata de enarbolar dioses terrestres, sino de creer que la crueldad o el abuso del poder es el mayor mal que un hombre puede infligir a otro. Solidaridad y libertad son valores que no necesitan de intensidades estéticas fértiles para la creación artística, pero fatales para la gestión de los asuntos políticos.
No sólo la muerte les da sentido a las cosas.
Sin embargo, entre politólogos y cazadores de utopías, la fabricación de mitos se ha convertido en una inquietud intelectual en la era de la ciencia. Constituye una nueva figura de la racionalidad que se critica a sí misma. Este malestar en la cultura, la necesidad de nuevas ilusiones que alegren el porvenir -esta vez, recordando al escéptico Freud- es peculiar de la clase media. Es el estamento social en el que elucubran los eruditos preocupados por la mitología política. Los intelectuales de clase media odian a la clase media y practican el desprecio de la razón.
Entre nosotros, la idea de mito es insistente. La política se edifica a partir de las figuras sacrificiales de Evita, la "juventud maravillosa" y ahora Néstor. Los tres son símbolos del discurso político de estos años, y configuran la filigrana sobre la cual se teje el relato oficial. "El mito es inherente a la política", dicen, como si volviera Pascal para repetirnos que el corazón tiene razones que la razón no comprende.
Este sentimentalismo burgués nace por el ocaso de la idea de revolución. Ni a Lenin ni a Mao se les ocurría confesar que las masas proletarias necesitan mitos. Creían en la ciencia de la historia llamada materialismo histórico y provenían de una tradición ilustrada. Los jóvenes hegelianos, Marx a la cabeza, de acuerdo con su maestro Feuerbach, concebían la religión como un mecanismo de alienación de las conciencias, que despojaba a los hombres de su libertad a favor de la producción de fetiches.
Del tótem o del ídolo religioso, del reino de los dioses al mundo de las mercancías, el camino es considerado breve y rápido. Adorar efigies celestiales ponía en funcionamiento el mismo mecanismo que el fetichismo de la mercancía. Lo mismo pasa en la actualidad. La creación de mitos en la sociedad del espectáculo y del consumo masivo hace que la intención academicista de crear mitos para la felicidad del pueblo sea una secreción del capital y de su hermana la burocracia de Estado.
A esta necesidad romántica de mitificar y crear panteones sacrificiales se le opone una especie de utilitarismo que pregona que lo que le importa a la gente es que se le solucionen los problemas. Hacen un llamado a lo concreto y descreen de toda ideologización. Lo percibimos en el macrismo y en el sciolismo. En este último caso, ha habido un ligero cambio desde el momento en que su referente invoca a Dios y habla de su vida con un sentido religioso y agradecido.
La gratitud y la compasión son parte del discurso religiosamente correcto.
Un relato mitologizante necesita dos ingredientes: un mártir y un enemigo. Ambos protagonistas han sido la característica principal del mensaje cristiano, que comienza con la pasión de un Dios que muere por amor a los hombres, y de un enemigo que no es el diablo, sino más bien el hereje, es decir, el enemigo interno. Nuestro país, eminentemente católico, ha separado por ley la Iglesia del Estado, al tiempo que ha reintegrado el sentimiento de culpa cristiano en el corazón de los intelectuales del Modelo de Crecimiento con Inclusión, para completarlo con el de Compasión con Resentimiento.
Hace poco, un dirigente progresista me decía que necesitaba un mito. En su foja de servicios carecía de mártires, de héroes y de enemigos. Lo primero que pensé fue lo absurdo que es pretender construir un mito. Se invalida por su mismo enunciado. Nadie cree en un mito. A nadie se le ocurre creer en el mito mesopotámico. Se cree en el Dios de los judíos o no. Se cree en la Verdad, no en una narración de la que no se puede ocultar su artificio retórico. En todo caso, respondí que, desde mi punto de vista, lo que en realidad necesitaba era una Idea, así, con mayúscula, como la escribiría Herr professor Hegel, una idea fuerza que tuviera la potencia de una imagen.
La diferencia con el mito es que mientras éste remite a un origen sacrificial que les da sentido al relato y a la historia, la idea es clave de futuro, sin que por eso deba ser mesiánica. La mención de un futuro no está de más en este país de los recuerdos, en el que las sombras son cada vez más largas.
No todos los fundadores de mitos o epopeyas son mártires del amor; los hay más divertidos, como el conocido Prometeo, creador de la civilización por haber robado el fuego divino que ofrendó a los hombres para que cocieran la carne animal y el barro. Así, hizo posible la cocina y el techo, la comida y el abrigo, la cuna de la humanidad.
Al insistir el mentado dirigente en que no veía cómo las meras ideas pueden atraer a una juventud que necesita ídolos y camisetas estampadas, le dije que había que pensar en un nombre entusiasmante que compitiera con La Cámpora.
Luego de unos minutos de reflexión, se me ocurrió que frente al nombre de quien fue un simple adláter del trío Juan D. Perón-Isabel-López Rega, bien podía surgir el nombre de una verdadera mole del firmamento nacional, no la "Mole" Moli, sino el hombre más genial de la historia argentina.
De ese modo, se podía crear La Sarmiento, rama juvenil de la Argentina del futuro, aprovechando la coyuntura que favorece el intento. Después de la alocución de Hugo Biolcatti en la Sociedad Rural, en la que se sirvió del ilustre sanjuanino para criticar al Gobierno, hubo una reacción generalizada ante lo que se consideró una apropiación indebida del gran escritor presidente.
Para sorpresa de muchos, vimos cómo un contingente de revisionistas históricos multiplicó las citas de textos dispersos y nos remitió al famoso discurso de Chivilcoy y demás intervenciones para mostrar que el autor del Facundo denunciaba la codicia de la oligarquía y elogiaba los menesteres y la conducta de los gauchos.
El prócer olvidado del Bicententario resurgía así como herramienta crítica de la Mesa de Enlace, y se le hacía un lugar en el panteón oficial. Sarmiento pasaba de ser genocida a ser antioligarca.
Por eso pensé que en esta nueva muestra de neooportunismo histórico se creaba un contexto favorable para que Sarmiento adquiriera su femenino correspondiente y encolumnara a las juventudes de un proyecto progresista con miras al futuro.
El pasado mítico se origina en una muerte, mientras que la idea de futuro es una llama de vida. No está mal como consigna. Finalmente, no todo es memoria, menos cuando se la usa para manipular el presente.
Es posible, entonces, pasar de la Idea al Ideal sin pagar el peaje mítico.
Sarmiento le habla a la juventud con algo más que con el gesto del puño derecho en el corazón, mueca de funcionarios en busca de aliento. La mística sobreactuada de hoy, el lenguaje liberacionista degradado, sólo encubren el único modelo real impuesto en estos años: construir poder con el dinero del Estado. Hay otro nervio en Sarmiento, otro vigor, otro talento, otra locura. Nos toca redescubrirla y hacerla joven.
Tomás Abraham