miércoles, 25 de abril de 2012

El patrimonialismo corrupto

Con justa razón, en los últimos días se recordó que los Kirchner fueron fervientes privatizadores en los 90, cuando impulsaron el remate de YPF, para pasar a ser entusiastas estatistas nacionales y populares en 2000.
Lo que nadie se preguntó fue el porqué de semejante conversión en tan poco tiempo. Sugiero que la respuesta está en lo que denomino el patrimonialismo corrupto: una matriz de saqueo que antepone el negociado personal desde la estructura del Estado al interés de la Nación.

En aquellos años comenzó la etapa del desguace del Estado a partir de la venta de las empresas de servicios públicos. La dictadura comenzó a redinamizar la matriz de saqueo que el menemismo consolidó. Fue un proceso que –vía capitalización de deuda pública– tuvo como objetivo la captura de la renta nacional a precio vil. Se cedió a valores irrisorios gran parte del patrimonio nacional y se transfirió la renta generada desde el sector público al sector privado, en procesos que en muchos casos terminaron en el vaciamiento, cuyo ejemplo paradigmático es el de Aerolíneas Argentinas. Las condiciones de la privatización indujeron a que se asociasen un operador con experiencia (forzosamente extranjero), un lobbista local y un gran empresario nativo.

Mientras el viejo esquema del PJ noventista fue la entrega de negocios rentables a empresas extranjeras que junto con socios nacionales se beneficiaban con la paridad cambiaria, hoy la confusión entre lo privado y lo público queda consagrada en la creación de sociedades anónimas bajo una apariencia reestatizante.
Con el manto de una vuelta hacia un Estado benefactor, lo único concreto que se palpa es que toda la normativa desarrollada por los gobiernos Kirchner es una privatización al interior de los negocios de una facción política del poder.
Si en los noventa se privatizaba y se abría a licitación pública internacional en beneficio de empresas extranjeras, hoy se desestatiza creando sociedades anónimas sujetas al derecho privado, sin control estatal de ninguna especie, con aporte de capital por parte del Estado y el resto cedido en acciones a los grupos económicos amigos del poder. Y lo que es más escandaloso aún: estas sociedades dispondrán de patrimonio público en beneficio privado.

El Estado ha decidido tomar a su cargo la prestación de los servicios bajo formas que permitieran control y revisión pública. En cambio, elige formas que lo alejen todo lo posible de ello. Ni siquiera la Ley de Reforma del Estado que en los noventa redactó quien hoy sería asesor del ministro De Vido, Roberto Dromi, se atrevió a tanto. Aun en aquellos escandalosos y cuestionados procesos, el Estado conservó para sí la regulación, el poder de policía, el control y la facultad de sustitución en caso de reasumir la prestación.

La patrimonialización del Estado supone, por tanto, ese conjunto de patrones vigentes o prácticas políticas que borran o confunden convenientemente, como regla general, la diferencia de lo público y lo privado, permitiendo la disposición de lo primero con total omisión de las reglas y leyes establecidas para el manejo de los bienes públicos.

La última perla del patrimonialismo corrupto es la heroica vuelta al Estado nacional de YPF de la mano del interventor que fue uno de los principales responsables de su vaciamiento: el ministro Julio De Vido, que tuvo a su alfil Roberto Baratta en el directorio de Repsol durante los últimos años, lugar desde donde avaló con su firma el desguace de la empresa, que también contó con la complicidad de los síndicos designados por la Sindicatura General de la Nación.
El acto que presidió la Presidenta en el que hizo el anuncio podría ser digno de integrarse a la película Bananas, de Woody Allen, si no fuese una clara demostración de la situación de despojo a la que es sometida la Argentina: los mismos que privatizaron e incorporaron a sus amigos con la familia Eskenazi ahora se nos presentaban como los emancipadores y los abanderados de la defensa de recursos estratégicos. Los que tienen tanta responsabilidad en el vaciamiento como los empresarios españoles aparecían como los libertarios y garantes del patrimonio nacional.
Quienes detentan posiciones de poder ascienden a ocupar roles de gobierno apropiándose de los derechos y bienes del Estado, transformándolos en propios, ya sea como funcionarios en representación del Estado o como miembros de esta flamante burguesía nacional representada en YPF por la familia Eskenazi.
Esta forma particular que adopta hoy el régimen se caracteriza por la exaltación del mandato popular, manteniendo la lealtad de sus “cuadros” gracias al reparto de bienes, siempre y cuando formen parte de “su” círculo. El “patrimonialismo corrupto” es la existencia de una administración mantenida en el interior del poder político y económico que rodea la mesa chica kirchnerista y que tiene como objetivo el enriquecimiento personal.

Pero lo que el pueblo argentino debe saber es que ningún modelo puede sostenerse en el tiempo si los únicos beneficiados son los saqueadores. Ni siquiera puede hacerlo al amparo de apoyos populares que consagren amplias mayorías legislativas. No pudo con la máscara liberal de los noventa ni podrá con la farsa camporista de 2000.
Elisa Carrió

martes, 24 de abril de 2012

Un país que vive al margen de la ley paga altos costos

Cuando en la sociedad se generaliza la corrupción y el incumplimiento de las normas, la convivencia se vuelve más azarosa. No hay progreso posible sin seguridad jurídica.

Carlos Nino, un importante jurista argentino escribió “Un país al margen de la ley”. El subtitulo del libro expresa el sentido de su indagación: “Estudio de la anomia como componente del subdesarrollo argentino”. El texto trata un tema clásico de la filosofía política -que fue transitado por Aristóteles y Cicerón-: el de la imposible convivencia virtuosa cuando en la sociedad se generaliza la corrupción , la avivada y el incumplimiento de la ley.

Cuando un triste funcionario cuestionó en le Senado de la Nación, que se agite el “fantasma de la seguridad jurídica” recordé esas lecturas, junto con imágenes de las últimas décadas argentinas, en que ese fantasma -el de la seguridad jurídica- parecía ser la última esperanza de la decencia. Cuando vivíamos a los saltos de casa en casa -en algún costado de nuestra alma- queríamos que nos vengan a buscar soldados con uniforme, porque esa era la señal de que no éramos víctimas de un operativo por izquierda; estaríamos formalmente presos, pero no desaparecidos . Madres y Abuelas querían saber de sus hijos y exigían, que si hubiesen cometido algún crimen, se los juzgase con el debido proceso.

En esa época los que estábamos en la otra JP -la que no tiraba tiros- no sabíamos si recibiríamos un balazo montonero, de las tres A o de los milicos. Renegábamos de ambos salvadores que santificaban los fines para justificaban medios salvajes. La esperanza era Perón cuando parafraseaba a Cicerón con eso de “para ser libres hay que ser esclavos de la ley”.

La democracia era ese comienzo: la soberanía popular y el imperio de la ley.

Pasó el tiempo y el “fantasma” de la seguridad jurídica no se convierte en realidad efectiva. Con convicciones parecidas a las del triste funcionario que habló en el Senado, nunca faltaron intolerantes y transgresores. Pero pocas veces la concentración volvió a ser tan frondosa como en las últimas semanas.

Un vicepresidente dice que el Procurador de la Nación es parte de una familia dedicada al tráfico de influencias, acusa a un juez de tener una agencia de noticias judiciales y a dos empresarios los llama conspiradores y mafiosos. Pero ese mismo vicepresidente no dice que el procurador, el juez y los dos empresarios tienen nombre y apellido, mientras que el dueño de la empresa privada que fabrica los billetes argentinos de curso legal, no tiene ni nombre ni apellido.

Los argentinos sospechamos que el dueño de la imprenta es el mismo vicepresidente.

Y la sospecha seguirá hasta que rindan cuentas.

Con YPF, Nino vería confirmados sus peores presagios. Una provincia, a cargo de una pareja de gobernantes, recibe fondos multimillonarios tras la privatización de la empresa, la privatización fue alentada por esos mismos gobernantes. Al cabo de los años, y pese a la intervención de la Corte Suprema de Justicia, la pareja oculta el destino de los fondos. Esa misma gente, elige a un personaje que se dedica a vender obra pública en esa misma provincia, para que compre el 25% de la empresa sin poner un centavo, para eso vacían a YPF. Los argentinos sospechamos -y la sospecha seguirá hasta que rindan cuentas- que ese personaje es socio de los gobernantes multimillonarios.

Y ahora, tras el vaciamiento, echan a los dueños de YPF sin debido proceso. Y a uno le recuerda a otro “proceso”: cuando no había procesos porque la vida no tenía valor . Pero lo más triste no son los sospechados de ladrones -y la sospecha seguirá hasta que rindan cuentas-.

Lo lamentable es cómo la sociedad naturaliza la transgresión, tal como naturalizaba la muerte en los años de plomo.

Todos sabemos que estos gobernantes mienten una vez por mes con las cifras de inflación.

También sabemos que, con cifras mentirosas, ni el crecimiento es tan crecimiento, ni la inclusión es tan inclusión. Pero naturalizamos la mentira.

Perdemos el sentido del espanto, frente a dirigentes que perdieron la vergüenza.

Empresarios se dejan extorsionar por temor a la AFIP, porque ellos mismos son esclavos de su propio incumplimiento fiscal. Y más de uno prefiere contrabandear o corromper, antes que enfrentar a otro triste funcionario que dice a quien quiera escuchar: “al amigo todo, al enemigo: la ley”. Las empresas extranjeras funcionan igual: se adaptan. Si para vender informática al Banco Nación, hay que corromper, corrompen, si para que funcione Skanska hay que truchar facturas, truchan, y si para seguir operando en el país, Repsol debe aceptar a un “especialista en mercados regulados”, lo hace.

Son las reglas del juego. O más bien, es la falta de reglas del juego . Es la arbitrariedad del poder. Lo que los argentinos no queremos ver es de esta forma habilitamos a las multinacionales de la droga y de la trata.

En este cambalache aparece un llamado de atención: una mujer, la ex esposa del “no-amigo” del vicepresidente salió a hablar porque tiene miedo.

Y es para tomar en serio cuando amenazan a una mujer . La gente de mi generación conoce ese miedo, lo vivió en tiempos duros. Y ahora lo perciben todos los hogares argentinos acechados por la delincuencia común. Es una delincuencia que no llega a cargos públicos, pero espeja la conducta de los dirigentes. Y el poder parece responder: después de todo, si un presidente constitucional está sospechado de volar un polvorín entero, ¿qué le hace a un vicepresidente estar sospechado de amenazar a una mujer? Y la sospecha seguirá hasta que rindan cuentas.

Pero es la sociedad la que debe abandonar su propia complacencia y enfrentar la verdad: no hay progreso posible sin seguridad jurídica . Tenemos las bases morales de una sociedad que retrocede … y estamos retrocediendo aunque la santa soja nos llene de dólares. Más vale recordar a Perón cuando ya viejo, y de vuelta de sus propias transgresiones, les decía a los montoneros: “el que roba es un ladrón, y el que mata es un asesino” … y el que miente es un mentiroso. “Para ser libres hay que ser esclavos de la ley”.
Luis Rappoport

miércoles, 11 de abril de 2012

¿Cuándo nos toca indignarnos?

No se qué tiene que ver ahora el recuerdo de los 51 muertos del tren. No debería. No es el tema. No me pidieron eso.
Se trata de Boudou.

Bien, a ver. Soplo la indignación. Trato de despejarla como si fuera una capa de polvo que ha caído sobre el teclado. Antes de que pueda escribir una sola palabra, vuelve a caer. Se humedece vaya a saber con qué. ¿Lágrimas? No. No. ¿Quién llora aquí? ¿Quién se lamenta?¿De dónde vienen ahora los muertos del tren? Si el ministro de Planificación, Julio De Vido, responsable máximo del servicio de transporte, jefe de Ricardo Jaime, de Schiavi y de toda la banda, decidió aplicar “la máxima sanción” a Movistar porque interrumpió cinco horas su servicio.
¿A qué, los muertos del tren? Eso está “en manos de la Justicia”. Son “daños colaterales” del modelo. Hablemos de los “sueños compartidos”.El polvo se empasta con la humedad de la bronca. Cuesta hundir las teclas.¿Es el poder el que hace mierda a la gente o es necesario ser un tipo de mierda para llegar a ocupar puestos de poder?Otra vez. Pará. No se trata de eso.
El tema ahora es Boudou.

Fuera Schoklender, fuera jueces cómplices, fuera pasado, fuera historia, fuera López Rega, Isabel, Firmenich, Videla, Galtieri, Manzano, Adelina de Viola, María Julia, Menem, Duhalde, Kirchner, Gerardo Martínez, Pedraza, Zanola, fuera “movimiento nacional”, fuera criminales, fuera muertos, asesinados, desaparecidos, excluidos, empobrecidos, desnutridos, amasijados en un tren, fuera.¿Gobernar es matar?
Se trata de Boudou.

Sí, sí, perdón. Antes, hay que meter todo en el tupper otra vez. La cantidad de años robados en nombre de “la felicidad del pueblo” y “la grandeza de la patria”. ¿En qué se convierte si no el cerebro de un argentino promedio, que ha vivido ya para ver y saber? El deme dos, el uno a uno, el menemismo, el kirchnerismo y todas las versiones de lo mismo. En un tupper. Un recipiente hermético donde se guardan los restos de los “modelos” y se mantienen sin abrir, para olvidar el dolor y el olor.Y ahí quedan. Enfriados. Congelados.
Ahora sí, Boudou.

Otro de la UCeDé, como el Alsogaray de Menem, al que Néstor baboseaba como el mejor presidente de la historia. ¿Por qué se encuentran, dónde, en qué coinciden? ¿Somos ellos? ¿Nos representan?Se lo acusa, a Boudou, de usar su influencia como ministro de Economía para favorecer negocios de amigos. El, admite, sí, varios delitos que no denunció, como era su obligación, pero no precisamente ése, porque todavía no está tan probado. Tonto, podría haberse exculpado como los chicos y decir: “Si lo hacen todos”.Así es que, amigos, todo está “en manos de la Justicia”. Y no olviden pedir por TV que el proceso siga “hasta las últimas consecuencias”.Como periodistas, si no se admiten preguntas, es todo lo que podemos hacer, además de seguirle los pasos al fiscal.

Mientras tanto hay que esperar.Y ver morir.Por esto, por aquello, de desnutrición, de mala vida, de frío, por viajar en tren, porque se la llevan, porque no invierten, porque recaudan para ellos, para el aparato, para mantenerse, para la “orga”, “por la felicidad del pueblo” y “la grandeza de la patria”. Hijos de mil putas.
Carlos Ares