martes, 21 de septiembre de 2010

Demagogia K y ética pública

La ley de ética pública establece claramente en su artículo 42 que "la publicidad de los actos, programas, obras, servicios y campañas de los órganos públicos deberá tener carácter educativo, informativo o de orientación social, no pudiendo constar en ella, nombres, símbolos o imágenes que supongan promoción personal de las autoridades o funcionarios públicos".
Pese a eso, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner acaba de suministrar material para una nuevo y desopilante capítulo de la historia de la comunicación política en la Argentina, en el que la demagogia ocupa un destacado lugar.
La idea de la campaña permanente, con una presencia constante y continua de quien está al frente de la Presidencia de la Nación, no es algo nuevo. Claro que el hecho de que el rostro de la primera mandataria tenga que acompañar cualquier cartel donde se anuncie una obra pública del Estado nacional parece un poco exagerado. Sin embargo, eso es lo que habría determinado el Ministerio de Planificación Federal, a cargo de Julio De Vido.
El manual para la confección de carteles del Plan Obras para todos los Argentinos, de ese ministerio, establece que cada vez que se publiciten obras públicas financiadas por el Estado nacional deberá figurar con letras bien grandes la expresión "Presidencia Cristina FERNANDEZ DE KIRCHNER". Esta exigencia habría derivado en la confección de un isologotipo con la imagen de la jefa del Estado, aunque esta cuestión provocó diferencias en el seno del Gobierno, donde el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, cuestionó la idea y desmintió que se hubiera tomado semejante decisión.
El uso político de la publicidad oficial añadió durante el último fin de semana otro ingrediente, cuando en todos los partidos de fútbol del campeonato Apertura televisados por el canal oficial se difundió una convocatoria a una marcha a Tribunales a favor de la ley de medios audiovisuales, a la que convocó una organización supuestamente no gubernamental, denominada Coalición por una radiodifusión democrática.
Ambos temas amenazan con provocar un sinfín de pedidos de informes por parte de legisladores de la oposición, que advierten una violación de la ley de ética pública y, en ciertos casos, una posible malversación de fondos públicos.
Fernando Laborda

miércoles, 15 de septiembre de 2010

El síndrome del primer emperador

La tentación de reescribir la historia suele surgir en aquellos gobernantes no muy afectos a ceñirse al imperio de la ley; no obstante lo absurdo que parece ser la empresa muchos se han aventurado, y algunos aun hoy, a realizar tal suplantación.
Abundan en el pasado estos, a la postre, fallidos intentos por eliminar antecedentes vergonzantes, por inventarse un protagonismo en heroicas luchas, por borrar personajes que afecten la construcción del nuevo relato, etc.
El ejemplo más cercano en el tiempo fue la manipulación histórica llevada a cabo por el estalinismo en la disuelta Unión Soviética, hechos que se borraban o se reescribían y volvían a ser reescritos, personajes que desaparecían, retornaban, volvían a desaparecer, así la historia oficial se ajustaba según los movimientos en la cúpula de la nomemklatura.
Pero el más paradigmático caso de manipulación (del que nos hemos valido para titular esta nota), ha sido el de Shi Huang Ti, quien no se contentó con falsificar el pasado, llegando al extremo de abolir la historia. Recordemos un poco quien fue este personaje.
En el siglo III AC el territorio chino se hallaba dividido en varios reinos, un grupo de estados feudales que luchaban entre sí permanentemente, sin que ninguno hubiese logrado prevalecer sobre el resto. Cuando el joven príncipe Zheng accedió al trono en el reino de Ch’in, comenzó una campaña de conquistas que culminó con la unificación en un estado de todos los reinos existentes.
Se proclamó entonces emperador dando inicio a una serie de reformas destinadas a consolidar su autoridad y la unidad del nuevo estado; en la escritura, la moneda, los pesos y medidas fueron instituidos sistemas unificados que facilitaban la administración y el control; implantó un nuevo sistema de gobierno en las provincias que integraban el imperio, imponiendo una férrea vigilancia sobre los gobernantes que el mismo designaba.
Para defender las fronteras del reino de las amenazas exteriores comenzó a erigir grandes murallas y armar numerosos ejércitos.
Para enfrentar las amenazas interiores combatió todo disenso y persiguió las ideas que fuesen contrarias a su filosofía absolutista, resultando los seguidores de la doctrina de Confucio especialmente atacados por lo que ésta planteaba respecto a los límites en el ejercicio del poder que debían tener los gobernantes.
Para ocultar aspectos de su pasado que lo avergonzaban y evitar ser comparado con anteriores gobernantes, decidió que la historia debía comenzar a partir de él, tomó entonces el nombre de Shi Huang Ti (que significa primer emperador) y dispuso que todos los libros escritos antes de su reinado fuesen destruidos, así si el pueblo no podía acceder al registro de su pasado, desaparecería la memoria de los anteriores gobernantes y nadie podría compararlo con ellos.
Al quemar los libros y abolir el pasado, pretendía que 3000 años de historia simplemente se desvanecieran en el aire, desaparecieran, para que todo diera comienzo con él.
Cerramos esta breve descripción de antiguos ejercicios de adulteración histórica, que en definitiva no dejan de ser un intento de aniquilar la verdad, con un párrafo de Vargas Llosa tomado del Diccionario del amante de América Latina:
“Organizar la memoria colectiva; trocar a la historia en instrumento de gobierno encargado de legitimar a quienes mandan y de proporcionar coartadas para sus fechorías es una tentación congénita a todo poder.
En una sociedad cerrada la historia se impregna de ficción, pasa a ser ficción, pues se inventa y reinventa en función de la ortodoxia religiosa o política contemporánea, o, más rústicamente, de acuerdo a los caprichos del dueño del poder, el pasado es, tarde o temprano, objeto de una manipulación encaminada a justificar el presente.”

Toda asociación con personajes o situaciones del presente quedan libradas al arbitrio del lector.
Claudio Brunori

Afirmando el "Modelo" conservador

¿Qué significa ser progresista en la Argentina?
Según el conocido criterio de Norberto Bobbio, lo que diferencia a la izquierda de la derecha es "la diferente actitud que asumen los hombres que viven en sociedad frente al ideal de la igualdad". Pero como en los tiempos actuales la problemática de la igualdad se ha incorporado a todos los discursos políticos –incluyendo los organismos internacionales como el Banco Mundial o el BID– pareciera necesario buscar otros signos o elementos de diferenciación. Según veremos a continuación, el extendido uso del adjetivo "progresista" como sustituto de la palabra "izquierda" deja también el problema sin resolver.
Para algunos politólogos (Mastropaolo), la izquierda se define actualmente por sus preferencias por el progreso y el cambio. De esta manera, los progresistas de hoy serían la izquierda reciclada del pasado, que habiendo abandonado la hipótesis de una sustitución radical del capitalismo, aboga por iniciativas más mesuradas, que pasan por combatir la pobreza, reducir la desigualdad social, mejorar el empleo, la salud y la educación y conseguir un mayor grado de inserción de los países periféricos en los escenarios mundiales.
Sin embargo, como son pocas las personas o grupos políticos de nuestro entorno que estén en contra de estos ideales progresistas, pareciera ser necesario encontrar algunos criterios de verdad que nos permitan una aproximación más rigurosa a fin de orientarnos entre las brumas ideológicas del presente. Recuperando una vieja advertencia de Marx, lo primero que habría que hacer es juzgar a los grupos políticos o los gobiernos como a las personas, es decir, no por lo que dicen de sí mismas sino por lo que hacen en su práctica concreta.
Por consiguiente, una mirada objetiva debe estar dirigida a observar en qué medida las acciones de un gobierno están dotadas de eficacia para alcanzar las aspiraciones de las clases medias y los sectores populares que desean una calidad de vida más satisfactoria. Desde esta perspectiva, desechando por poco realistas las hipótesis de un cambio radical sistémico, debemos apuntar a la eficiencia de los instrumentos de que se han dotado las democracias modernas para impulsar el cambio social desde una acción reformista. Esas herramientas estratégicas son el aparato administrativo del Estado y el sistema impositivo.
Así, por ejemplo, si queremos que llegue a todos los ciudadanos un servicio universal de salud y educación en condiciones de calidad, las herramientas con las que cuentan los gobiernos democráticos son esencialmente dos: por un lado, un modo racional de obtener recursos a través de un sistema impositivo que permita una transferencia de ingresos desde los sectores más favorecidos al Estado como modo de financiar esas actividades y, en segundo lugar, cuando esos servicios públicos se prestan a través del Estado, contar con una administración pública profesionalizada que garantice la calidad del servicio ofrecido.
Si un gobierno, en vez de afrontar el desafío de la profesionalización de la administración del Estado, lo convierte en reservorio de clientelas electorales y usa el aparato estatal en forma desaprensiva para cubrir fines partidarios, estamos muy alejados de un perfil progresista. No existe hipocresía política mayor que proclamar enfáticamente la defensa del rol del Estado y luego deslegitimar su actuación al usarlo para favorecer a amigos y partidarios. Del mismo modo, el fenómeno de la corrupción, que tanto desprestigio causa a la democracia, está siempre inextricablemente unido al uso desviado del poder para favorecer a un capitalismo de amigos.
En lo que se refiere al sistema impositivo, un modelo moderno se basa en una recaudación considerable y eficiente de impuestos directos, evitando los atajos distorsivos y el acento en los impuestos indirectos como el IVA. En este sentido, los especialistas denuncian la especial anomalía argentina, que descansa en un IVA sobreelevado, impuestos que penalizan los depósitos bancarios y retenciones a las exportaciones que los países de nuestro entorno no contemplan.
En definitiva, para situar a una fuerza política o a un gobierno en la izquierda o la derecha, en el progreso o en la senda conservadora, debemos atender a las realizaciones efectivas más que a las definiciones abstractas o las denominaciones que se agitan como banderas de conveniencia. La Argentina no emprenderá una vía de progreso hasta que no aborde una reforma fiscal y blinde a la administración del Estado del clientelismo desaprensivo que se practica desde nuestro anacrónico modelo monárquico-presidencialista. Estas tareas inconclusas marcan el verdadero perfil conservador de nuestro peculiar "modelo" vernáculo.
Aleardo F. Laría

sábado, 11 de septiembre de 2010

La historia en el barro

El kichnerismo plantea su estrategia electoral y lo expone a la ciudadanía. Nada tiene que ver con un acercamiento a la clase media como algunos suponen. Claro que se acerca en la medida en que de acuerdo a la caja con dólares que aún acumula distribuye prebendas al consumo. Una feroz campaña para comprar electrodomésticos es una muestra de esta nueva versión de la plata dulce. Si antes las AFJP financiaban con los fondos de los jubilados los créditos de Garbarino y Frávega, luego de una crisis transitoria, estas firmas se vuelven a publicitar con furia para la gran alegría marketinera.
Pero no todo es consumo, no alcanza. También cuenta la cultura, es decir, en este caso, la mentira. Tergiversar la historia. Enlodar a personajes con prestigio que no están del lado oficial. Paralizar gestiones de gobiernos no adictos al régimen. Son varias las ramas de este tronco podrido de la política argentina que hace de la dialéctica gobierno-oposición, un eje que gira enloquecido sobre sí mismo hasta que se rompe y destruye el sistema.
El apellido Alfonsín está en alza por la acción de Ricardo hijo de Raúl. Por lógica consecuencia de acuerdo a este modo siniestro de hacer política hay que ensuciar al gobierno del 83. El primer gobierno de la democracia restituída. Salen a decir que Strassera trabajó para la dictadura. Relativizan la acción del fiscal Ricardo Molinas. Niegan la importancia del juicio a las Juntas cuando el ejército aún tenía poder de fuego. Ponen bajo la alfombra el Nunca Más. Degradan a quienes estuvieron al frente de aquella investigación. Para eso lo tienen a Aníbal Fernández y ahora a Timerman. Se les acopla Boudou. A su alrededor la murga mediática que los sostiene.
Siguen ocultando la existencia de la Triple A y de su relación con el peronismo, además de su vínculo con los militares. Nadie quiere acordarse de que el candidato justicialista Ítalo Luder quería ofrecerles una amnistía a los responsables del terrorismo de Estado frente a un Raúl Alfonsín que les anunciaba un Juicio. No hay uno que sepa que hacían los Kirchner cuando esto ocurría. En realidad, se sabe, construían poder, como les gusta decir a los politólogos.
Lejana tierra mía, allá lejos y hace tiempo, cada vez tenemos más motivos para odiarnos por el pasado, total el presente es tan fugaz, y el futuro no existe. Recuerdos del 84, cuando el justicialismo comandado por Vicente Saadi quería hacerle la guerra a Chile y hacían campaña contra Dante Caputo por entreguista y vendepatria. Imagino que las vísperas del 2011 refrescarán nuestra historia reciente. Se hablará de la Argentina rehén, la que de no ser gobernada por el justicialismo cae en el abismo. Es la otra cara de una vieja historia, la de la proscripción, aquella entre el 56 y el 72, la que cada vez que amenazaba ser gobernada por el peronismo, caía en el abismo de los golpes de Estado. La nueva proscripción, la que nace en esta nueva etapa sin militares que va desde el 84 hasta hoy, es la de los golpes llamados nacionales o populares, como los intentos de Seineldín y Rico en los ochenta, que terminan con el escenario de La Tablada y la hiperinflación, y el 2001 organizado por el duhalderuckaufismo con ayuda gremial y sectores del radicalismo, que conduce la furia popular a buen término – Duhalde presidente – ante la incautación de los fondos vaciados por el corset de la Convertibilidad menemista siempre festejada por los Kirchner.
El único que en diez años decía que la Convertibilidad nos paralizaba fue Rodolfo Terragno, todo el resto, el arco completo del justicialismo, hasta incluirlo al mismo Chacho Álvarez, se arrodilló ante el gran invento de Cavallo.
Tiene tanto barro la historia que no se ve nada. Volver, buscar pistas, desenmarañar, encontrar una salida, restaurar, revisar. Por lo visto estamos desesperados por falta de legitimidad histórica. Maldito Muro que se cayó.
Este gobierno es maquiavelismo puro. Sólo quiere el poder y conservarlo. Lo maquilla con un marxismo desventurado que busca lo que queda de la Escuela de Frankfurt, hace de Walter Benjamín un chirolita de intelectuales mediocres, del lacanomarxismo un compendio de teoricismos de una gran solemnidad, todo para llenar la falta de espíritu profético, ese lema del Hombre Nuevo, la Nueva Humanidad, el fin del capitalismo, la sociedad sin clases, ya no les queda casi nada de eso. Sólo maquillaje que no es más que un engrudo.
La fuerza revolucionaria del siglo XX hoy es retomada por sociólogos y politólogos que hablan palabras tibias como inclusión, redistribución de las riquezas – ni siquiera de justicia social – o con obscenidad de posgrado dicen “chicos en situación de calle” (abandonados) o simposio sobre “inseguridad alimentaria” (hambre).
Respecto de los jóvenes politizados de hoy, a muchos les sorprende y a otros los entusiasma que los adolescentes ocupen algunos colegios. Me preguntaron si esta movilización me hacía acordar al Mayo del 68. Todavía no lo evoca, faltan factores de aquella situación histórica que por ahora no se presentan en nuestro contexto. Nadie puede predecir para dónde van los jóvenes cuando hacen masa. Esto no es el setenta. No se trata de armas. Son cortes de calle y ocupaciones de escuelas. Dicen que las paredes se caen y que los vidrios están rotos. No hay por qué pensar que la causa es menor para comprender el fervor de este tipo de resistencia. Cuando los estudiantes de Nanterre ocuparon las calles de París tampoco nadie entendía qué querían. Protestaban contra el sistema a partir de lo que vivían todos los días. Para que sea un mayo 68 falta que los estudiantes secundarios de la provincia de Buenos Aires, de Florencio Varela, Lanús, Avellaneda, La Plata, Moreno, Bahía Blanca, que en cada punto de la provincia que rodea a la ciudad capital los alumnos se fijen en sus vidrios y en sus paredes.
Asombra que los colegios secundarios de la enorme Provincia de Buenos Aires estén en tan buen estado. Con tan buenos baños, sistemas de calefacción bien mantenidos, elementos de estudio a disposición de todos, mamposterías sólidas, pintura fresca, vidrios y herrajes impecables. Si algún día la protesta se extiende a otras zonas aledañas, y aún más lejos, hasta las provincias de todo el país, para que todos los secundarios se levanten de sus pupitres y salgan a la calle, desde Santa Cruz al Chaco, en el momento en que se le sumen los universitarios de las casas de estudios de toda la república, más los alumnos de los terciarios y de los colegios privados, y si, además, las fuerzas del orden desbordadas por el movimiento inician la represión para ponerle un freno a lo que pueden llamar anarquía, troskismo o lo que fuere, y, para terminar, si a la agitación generalizada se le suma la acción solidaria de los afiliados de la CTA que empuja a Moyano a seguirlos para no quedar fuera de foco, con lo que debe declarar una huelga general por tiempo indeterminado, entonces sí, puede ser que estemos ante un nuevo Mayo 68. Por ahora seguimos en la linda Buenos Aires con la mampostería desvencijada del Mariano Acosta, el vidrio roto del Carlos Pellegrini, y con la promoción de la revuelta de parte de las tropas kirchneristas.
Tomás Abraham

Un país que juega al cero a cero

Si usted se pasa 25 años viajando en el Ferrocarril Sarmiento como ganado, y de repente le dan un Fiat 600 del ´67, para usted será un lujo asiático. Un vehículo incomparablemente confortable, de envidiable aerodinámica y sedoso desplazamiento.
Que le empiece a hervir el agua del radiador cuando la temperatura ambiente supera los 20 grados o que cada 200 kms se le rompan manchón y pallier corto serán apenas descartables contratiempos fácilmente subsanables: si se mueve ya es euforia.
Si usted es hincha de un equipo del ascenso que durante años jamás le entregó un juego virtuoso, ni una sucesión de triunfos ni el placer de disfrutar de notables futbolistas, la idea de un cero a cero de visitante, cuanto menos, le apaciguará su sábado.
La perspectiva de no irse al descenso será un económico bálsamo para quien se tutea con la derrota y trata respetuosamente “de usted” al siempre esporádico triunfo. Ver un taquito se cataloga como evento orgásmico.
Hace ya mucho tiempo que en la Argentina se ha instalado y enseñoreado el verbo "zafar".
Y zafar es vivir tratando de no perder tan seguido. Zafar es tratar de empatar, zafar es jugar al cero a cero.
Uno zafa en el trabajo tratando de pasarla tranqui y poder usar el Facebook, zafa en el colegio buscando la nota mínima para aprobar, zafa de las responsabilidades total siempre las va a asumir algún otro y zafa en el congreso presentando algún proyectito para que el 19 de Julio, cumpleaños de René Orlando Houseman, sea declarado el día nacional del wing derecho.
Lo que le ocurre a la gente con la política y con los políticos no escapa a estas generalidades.
Todo el que gobierne pretenderá, invariablemente, ser fundacional....porque en la Argentina pavimentar dos cuadras ya es ser fundacional. Pero somos fundacionales igualando para abajo.
Con presidentes que pretenden instalar un tercer movimiento histórico, aviones que saldrán a la estratósfera para alcanzar en dos horas el Japón, con discursos plenos de ideología revolucionaria setentista ante la mirada de maestras jardineras que sacan fotos con el celular, o con históricas reivindicaciones nacionales y populares declamadas al reinaugurar una pileta en Ezeiza con el aplauso del bañero….
Emocionados y vibrantes discursos contra la burguesía capitalista, pronunciados por burgueses capitalistas….(¿?) La gente mira, alguno aplaude, otro bosteza, y un cana le manda mensajes de texto a su cuñada que está bastante buena.
Con los que aspiran a gobernarnos que se alían pero se divorcian antes de consumar, con la gran esperanza nacional y la mayor imagen positiva puesta en un tipo que en los últimos 5 años solamente abrió la boca para decir “que la candidatura se la recontrametan en el culo” (notable pieza de oratoria, hay que admitirlo), con legisladores que saltan de partido en partido como si la convicción política fuera directamente proporcional a la accesibilidad de fueros, con el dudoso orgullo de haber inventado al diputrucho y al “candidato testaferro”, impostor electoral nacional y popular que pone la cara y pide el voto para que asuma otro….con una justicia que avala burlas como esa, lo que habilitaría a que alguna lista presente como candidato a diputado o senador a Fidel Castro o a Chuck Norris solo con que tenga el domicilio truchado en el DNI, total va a terminar asumiendo la pelirroja amante de algún intendente del conurbano bonaerense…
Con diputadas que ponen bidones de agua en los boliches para que los chicos no gasten en botellas luego de tomar tanta droga, motociclistas identificados con extrañas indumentarias fluorescentes para diferenciarlos de los ladrones y asesinos, gobernadores que se enorgullecen de sus logros en la lucha contra la inseguridad al asistir a los velorios de la víctimas, con mil quinientos medios de comunicación que investigan, desarrollan y se ganan el sánguche cotidiano gracias al programa de TV de un señor que les paga a algunas señoritas para que muestren el culo......
Dígame la verdad: si no fuera que se trata de nosotros, ¿no sería patético?
Cuando 10 años dentro del siglo XXI escuchamos a una diputada de la nación diciendo "Les pido huevos, compañeros, huevos y a triunfar" (¿?) se patentizan las carencias que supimos conseguir y la involución cronológica de un país que se acerca peligrosamente a 1974.
Cuando todas y cada una de las exteriorizaciones de más de 5 argentinos juntos inevitablemente confluye en saltitos y cantitos de hinchada de fútbol se está mostrando una irremediable vocación de colectivo amorfo.
“Colectivo” es una palabreja que está de moda, ahora todo es un colectivo, ¿vió?
¿Se dio cuenta de que, hasta cuando estamos protestando terriblemente enojados nos abrazamos y cantamos saltando? La alegría no es solo brasileña, Petrobrás sí.
Es que la patria tribunera puede más que unos cuantos y esos cuantos se resignan fácilmente.
Mientras tanto allá afuera hay un mundo y pasan cosas, y ese mundo y esas cosas nos quedan cada vez más lejos, nos resultan cada vez más ajenos y nos miran cada vez con menor respeto, ya que no con piedad.
Lo que hace 35 años se llamaba Madrid hoy se llama Montevideo...no sé si me interpretáis lo que os quiero significar, botija….
Alguna vez dijimos que lo que la gente quisiera es vivir como la gente, y uno se pregunta, ¿es acaso tan difícil hacer una sociedad que medianamente funcione?
Si el trabalenguas traba lenguas y el asesino te asesina, ¿por qué la Argentina en casi 30 años de democracia aún no se puede regalar diez ciudades importantes con muy baja criminalidad, amplia oferta de trabajo bien pago, adecuada calidad de vida y alto respeto al ciudadano?
A 6 millones de indigentes que amarían poder tener un inodoro les proponemos “la revolución del proletariado” en un panfleto amarillento escrito en 1959... ¡¡Pará flaco, bajá a tierra, no les interesa la reforma agraria y al Che lo conocen por la cara de las remeritas, solo quieren cagar decentemente!!
No les arruinaron la vida "los grandes latifundios que sojuzgan y postergan al lumpenaje".....¡fue simplemente por la que se robaron y se siguen robando todos!
Parafraseando a Billy Clinton….No es un tema ideológico: ¡es la corrupción, estúpido!
Dijo una vez un presidente que el año 2000 nos encontraría unidos o dominados....la realidad es que el 2010 nos encuentra tan argentinos como siempre: Narcotizados ....mintiéndonos como toda la vida, discurseando por izquierda para repartir por derecha , estafándonos entre nosotros, jugando al cero a cero y, lo peor de todo, acostumbrados.
Fabián Ferrante

lunes, 6 de septiembre de 2010

A la derecha de la pantalla

Osvado Cornide, su tocayo Papaleo y el ministro Amado Boudou son tres caras del giro del Gobierno hacia el costado ideológico que jura combatir.

Hay tres características negativas que el Gobierno ha intensificado en los últimos días: el vaciamiento de la palabra, la degradación por derechización de sus voceros y el aislamiento político.
La liviandad con que los Kirchner usan y abusan de términos como “dictadura” y “delitos de lesa humanidad” sólo se explica por la utilización oportunista de un tema sagrado por el que jamás movieron un dedo en Santa Cruz. No se trata solamente de la fe de los conversos de aquellos que “hacían usura mientras a mí me buscaban para cortarme en pedacitos”, como denunció Miguel Bonasso. Es casi un monumento al doble discurso que levanten el dedito acusador aquellos que jamás presentaron ni un habeas corpus como abogados y que, como gobernantes provinciales, no organizaron ni una misa un 24 de marzo en homenaje a las víctimas. Sin embargo, hoy Néstor K habla de “dictadura mediática” y el staff de Cristina monta una superproducción por cadena nacional para quebrar al Grupo Clarín, donde se ve que hay de todo menos un crimen de lesa humanidad. Hasta Horacio Verbitsky, a quien nadie podrá acusar de opositor, con honestidad intelectual reconoció que en el informe de los “reformadores del Indec (...) tipeado con los guantes de box puestos” no aparecen evidencias demasiado concretas para semejante acusación, única que le da carácter de imprescriptible a una situación ocurrida hace 33 años.

Dos peligros se ciernen sobre el mundo de los que sí lucharon por la aparición con vida de los desaparecidos y contra el terrorismo de Estado: manipular el tema como un arma de castigo político para los no alineados con el Gobierno y bastardear palabras que se deben manejar con una precisión de cirujano. Si se iguala para abajo y una actitud autoritaria es caracterizada de dictadura o cualquier apriete es denominado como tortura o como delito aberrante, se pierde solidez histórica en conceptos que han funcionado hasta ahora como pilares en los juicios contra los genocidas de Videla y compañía. En todos los documentos presentados por el Gobierno y en todas las declaraciones judiciales de los Papaleo y los Graiver no aparece un solo mecanismo que pueda adquirir esa dimensión en la operación de traspaso de las acciones de Papel Prensa.

Consciente de esa realidad, Alberto Fernández (co-fundador del kirchnerismo, al igual que Bonasso) dijo: “A la Presidenta no hay que ponerla a decir cosas que después son difíciles de probar. Se construyó una historia que yo jamás escuché en 27 años de democracia”.

Los Graiver y los Papaleo fueron víctimas feroces del terrorismo estatal, pero una vez que fueron secuestrados y desaparecidos. Eran tiempos en que todos los argentinos, según Eduardo Galeano, nos dividíamos en cuatro: “los encerrados, los desterrados, los aterrados y los enterrados”.

La credibilidad de la palabra no sólo está en la rigurosidad de la información utilizada, sino en la boca de quien la expresa. Estela de Carlotto o Eduardo Luis Duhalde en los temas de violaciones a los derechos humanos tienen autoridad moral y consecuencia histórica.En su afán por defender al Gobierno tal vez puedan exagerar un concepto más que otro o potenciar la importancia de un caso. Pero se construyeron a sí mismos como portadores de una identidad suficiente como para que sus dichos tengan la fuerza de las verdades (o no mentiras). Podrá gustar o no lo que dicen y hacen, pero hablan desde el mismo lugar que hace más de tres décadas.

Por el contrario, el Gobierno adquirió como nuevos voceros en tres temas claves a Osvaldo Papaleo, Osvaldo Cornide y Amado Boudou, entre otros que no tienen una sola vela prendida en el altar del progresismo argentino. Papaleo, antes de ser víctima de los militares fue funcionario de Isabel Perón - José López Rega, etapa histórica que abre llagas de horror en la piel de toda la centroizquierda democrática y la militancia revolucionaria.

Los carapintadas de Aldo Rico y Seineldín, en sus alzamientos contra la democracia, contaban con empresarios amigos que solían hacerles algún aporte económico: entre ellos estaba Osvaldo Cornide, el mismo que, según reveló el periodista Maximiliano Montenegro documentación en mano, fue pieza activa en el lock-out patronal que abrió las puertas para el desembarco del golpismo de Videla, Massera y demás cómplices. Encima, un año después del asalto al poder, cuando se producía el pico de secuestros y desapariciones, Cornide publicó una carta de felicitaciones a los uniformados. Nadie puede asegurar si la actual obediencia de Cornide al matrimonio K tiene algo que ver con un fondo de 12 millones de pesos para capacitación de empleados que recibe la entidad que preside.

En el caso del ministro Boudou, su sobreactuación ha generado ironías entre kirchneristas de la primera hora, del tipo “más falso que Boudou cantando la marchita”. Su impostado lenguaje combativo, en las antípodas de su histórica pertenencia a la ortodoxia liberal, lo dejaron peligrosamente al borde del ridículo, único lugar del que, según Juan Perón, nunca se vuelve. Amado escribe su propia película Diario de motocicleta, como la del Che pero a bordo de una Harley Davidson.

Con estos y otros casos, los Kirchner confirman que se ven a sí mismos como una suerte de río Jordan que purifica hombres e ideas. Si Raúl Otacehé en Merlo sigue usando la violencia para patotear progresistas (del partido de Sabbatella o el de Victoria Donda, por citar dos) como en sus mejores épocas y no los deja ni pegar un afiche en las paredes, es un militante nacional y popular que banca a Cristina. Si los empresarios acompañan con verticalismo y se subordinan a las órdenes de Guillermo Moreno son integrantes de la burguesía nacional que banca el proyecto K junto a los trabajadores y los estudiantes. Si los jueces “exprés” resuelven rápidito que no hay nada que investigar en el enriquecimiento geométrico de Néstor y Cristina es porque hacen lo que deben y merecen ser premiados o protegidos por el Consejo de la Magistratura.

Esa es la lógica que articula el Gobierno nacional, y por eso casi no pueden respirar sin polarizar y descalificar al mismo tiempo. Dicen que hasta ahora no les ha ido mal con ese criterio de la elección permanente del enemigo. Que el odio es un motor poderoso de la historia y que la guerra popular y prolongada los mantendrá en acción hasta el último día de su mandato. Hay que reconocer que, en eso, tienen razón.
Alfredo Leuco

domingo, 5 de septiembre de 2010

Los K y los DD.HH.

Más que una hermosa historia, Alicia en el País de las Maravillas es un ensayo de alta epistemología. Lewis Carroll juega con la fantasía, la fusiona con la realidad y logra que aparezca una verdad que, hasta ese momento, había estado encubierta. Esa es la razón que transparenta el espejo. Las verdades ocultas detrás de las engañosas apariencias. Y las metáforas de Carroll son un camino hacia estas verdades. Esta breve introducción ayuda a comprender el significado del Caso Graiver dentro del relato de los derechos humanos que el kirchnerismo ha construido en estos últimos siete años. Los Kirchner como Carroll, aunque claro que con grandes diferencias intelectuales y sin ninguna belleza, han buscado reconstruir la historia de los Derechos Humanos en la Argentina de los años 70 mezclando hábilmente la realidad del horror del Terrorismo de Estado con fantasías heroicas absolutamente mentirosas. Y hacen esa reconstrucción histórica con la sola finalidad de construcción de Poder. Los Derechos Humanos no son para el Gobierno ni un valor ni una ética, son sólo y exclusivamente un elemento central en el diseño de poder. En realidad los Kirchner nunca militaron a favor de causas de Derechos Humanos. Su protagonismo en la época de los 70 fue la de los ganadores del modelo militar. Sus heroísmos son falsos. Pero debe reconocerse su habilidad política para haber modificado esa realidad histórica y apropiarse con enorme eficacia del drama más sangriento que vivió el pueblo argentino y construir con esa apropiación Poder Político y Poder Económico. Pero los Derechos Humanos del Kirchnerismo fueron más allá: sirvieron además como un eficaz instrumento de premios y castigos sociales y de intimidaciones legales. A los amigos del Poder se les perdona todo y a los enemigos nada. Los Derechos Humanos son así el instrumento de absolución y condena. Dos grandes comisarios políticos tienen estos vergonzantes Derechos Humanos: un periodista sin ningún antecedente en la materia, que extrañamente se apropia de un Organismo de Derechos Humanos, y que hoy es responsable de los servicios de inteligencia del Gobierno; y un secretario de Gobierno que cobra una millonaria indemnización por su prisión política sin haber estado un sólo día preso. Pero así como sucede con Alicia en el país de las Maravillas la verdad termina siempre apareciendo. El Caso Graiver marca el fin del relato kirchnerista de los derechos humanos. Para entender esta afirmación se hacen necesarias ciertas precisiones conceptuales.

¿Qué son los derechos humanos en serio? La sociedad ya no sabe qué pensar sobre los derechos humanos y tiene serias dudas sobre sus protagonistas más emblemáticos. Comencemos recordando que los DD.HH. son una idea ética, una respuesta social plena de eticidad que nace después del horror de los campos de concentración de la Segunda Guerra mundial. La conciencia universal se da cuenta de que los mayores horrores para la condición humana los podía causar el propio Estado. Allí aparece el concepto de Terrorismo de Estado. Los derechos humanos son así valores universales de la persona humana más allá de razas, de géneros, de nacionalidades, de ideologías o de pertenencias políticas. Son valores provenientes de la condición humana que ningún Estado puede violar y que ningún gobierno se puede apropiar. Los DD.HH. pivotean sobre la dialéctica individuo/Estado. Son un freno a los abusos del Poder de los Estados y de los Mercados. Ese “significante” tiene, hoy, tres “significados”: es una novedosa idea política que quiebra el concepto de soberanías ilimitadas de los Estados, es un plexo de legalidad operativa fundado en Tratados Supranacionales y es una nueva idea ética comprometida indisolublemente con la Ley del Estado de Derecho.
El concepto de “derechos humanos” no sólo no admite, sino que es contradictorio con toda conducta marcada por la soberbia, intolerancia o prepotencia. Ya en los 70 Cortázar, en la revista Crisis, definía al fascismo como sinónimo de soberbia, prepotencia e intolerancia, sea de izquierda o de derecha. El relato K de los derechos humanos es una versión claramente fascista en términos de este escritor. Pero el corte más grave del relato K con la esencia verdadera del pensamiento universal de los derechos humanos lo da su escaso compromiso con la legalidad democrática y su alta vinculación con la corrupción. Todo mal. El Derecho de los derechos humanos hunde sus raíces en Alexis de Tocqueville cuando en su libro La democracia en l’Amerique sostiene que la democracia más que un sistema de elección de gobernantes por gobernados, es un sistema de valores. Valores de respeto al que piensa diferente. En el relato K el que piensa diferente es un enemigo al que hay que eliminar.

Yo vengo del campo de los DD.HH. en serio. Me tocó ser uno de los pocos abogados que en la década de los 80 defendió jurídicamente a la mayor parte de los sobrevivientes de los campos de concentración (87 víctimas). Con el “Caso Birt” somos los primeros argentinos en abrir la jurisdicción de la Comisión Interamericana de DD.HH. el 15 de Febrero de 1989. Fui copatrocinado por juristas de las principales universidades americanas. Con esa autoridad moral hablo con vergüenza y con tristeza del relato K sobre derechos humanos que desgraciadamente ha invadido diversos escenarios institucionales. La Comisión de DD.HH. de la Cámara de Diputados de la Nación, que integro desde hace dos años, no debate nada que no sea de claro apoyo al Gobierno. El 90% del trabajo parlamentario en esa Comisión consiste en declaraciones de homenajes y beneplácitos a proyectos de amigos de Gobierno y en declaraciones de repudios y condenas a enemigos políticos. La venganza supera el compromiso ético. Por su parte la Secretaría de Derechos Humanos maneja un presupuesto superior al Ministerio de Salud y distribuye indemnizaciones y subsidios en base al criterio kirchnerista de amigo/enemigo.

Concepción bélica de la política. El Caso Graiver marca un fin de ciclo. Quizás sea la impunidad en el ejercicio del Poder lo que ha llevado a la Sra. Presidenta a cometer este enorme error político. Pretender enmarcar este caso como un paradigma de violaciones masivas a DD.HH. o como un crimen de lesa humanidad en los términos del art. 6 del Tratado de Roma más que un error es un horror. Un banquero de dudosos antecedentes que maneja dinero del lavado, de la corrupción de centrales atómicas, de los crímenes de la triple A y, por si eso no fuere suficiente, también de los sobornos de secuestros criminales de Montoneros, no puede ser presentado como un abanderado de los derechos humanos. Una viuda que es brutalmente amenazada por Montoneros y luego torturada por los militares de Massera con la única y común finalidad de hacerse con la plata de los secuestros es sin duda una víctima de violaciones a Derechos Humanos. Pero su secuestro y tortura, más que por ideología o militancia, fue por la plata. El relato K omite que el caso Mackentor tuvo 18 Consejos de guerra y sus empresas fueron intervenidas y vaciadas. En este caso, la Presidenta niega todo derecho ético y todo derecho legal (ver P/ 611 CIDH) porque Mackentor no está dispuesta a pagar por favores del Gobierno.

Los testaferros de la Presidenta. Quizás lo mas llamativo de la exposición de la Presidenta hayan sido las tres referencias que hace a un testaferro de David Graiver. Debe saberse que para el diccionario de la Real Academia testaferro es un “presta nombre” que es usado en el hampa para encubrir delitos. La Presidenta habló con verdadera emoción de este testaferro de Graiver que no hacía otra cosa que blanquear dinero de secuestros y sobornos. No sólo le asigna verosimilitud a sus dichos y honor a su palabra sino que la asocia a los derechos humanos. Y qué decir del testimonio de Papaleo, funcionario de López Rega. Me pregunto qué dirán aquellos honestos militantes del oficialismo que fueron víctimas de las Tres A. ¿Qué dirán los Pujadas, los Vaca Narvaja, los herederos de Atilio López, los Gullo, los Obregón Cano?

La concepción heroica de la derrota. Lo cierto es que el relato de los derechos humanos del kirchnerismo ha derrapado y los argentinos debemos estar alertas y ser muy prudentes para evitar sangre. Porque el juego bélico de la política que propone el Gobierno incluye un visión heroica de las derrotas. El peor sueño del kirchnerismo es el helicóptero de De La Rúa. Nunca lo admitirán. Vivimos en situación de riesgo democrático y debemos ser muy sensatos. Y sobre todo entender de una buena vez que el problema argentino no es económico, sino político y cultural. Que la riqueza de las naciones en el siglo XXI pasa por la riqueza institucional. No hay país en el mundo de hoy que ofrezca calidad de vida a sus habitantes sin un sistema de valores democrático en acción. Dos modelos de país se enfrentan hoy en la Argentina. No se trata de opciones entre personas ni entre partidos ni entre viejas izquierdas y derechas. Sino entre una cultura de la legalidad vs. una cultura autoritaria de corrupción. Una matriz cultural autoritaria y una liviana convivencia con la corrupción son los males a vencer para tener un país diferente. Ningún programa de gobierno alternativo al kirchnerismo tendrá éxito si previamente no decimos qué hacer con los tres ejes de la decadencia argentina: a) ¿Qué hacemos con la pobreza estructural de un 30% de nuestros compatriotas? ¿Seguimos con la ayuda clientelar o buscamos sacarlos de la pobreza?; b) ¿Qué hacemos con la corrupción estructural de la Argentina? ¿La seguimos tolerando social y judicialmente o comenzamos a castigarla?; c) ¿Qué hacemos finalmente con la Justicia argentina con tantos jueces del poder y con tan pocos jueces del ciudadano de a pie?

Volvamos a Lewis Carroll. La caída del relato K de los derechos humanos nos da la oportunidad de cruzar el espejo y encontrar las verdaderas opciones que como país tenemos y de clausurar las falsas opciones con las que hemos vivido engañados. Los DD.HH. no permiten venganzas ni desmemorias ni son anclaje en odios del pasado. Son garantía de justicia y de verdad, pero siempre en el marco de la ley y del respeto al que piensa diferente. Y esta es la clave cultural de un nuevo paradigma de gobernabilidad que nos permita construir un modelo diferente de país con crecimiento económico sustentable, con justicia social, con paz interior y sobre todo con ley.
Juan Carlos Vega