domingo, 27 de junio de 2010

La variable Pino

Vuelvo a esa pantalla imaginaria donde arriba a la izquierda se ubicarían los progres y abajo a la derecha los reaccionarios, que se llamaban conservadores. Aquí ya no hay partido conservador, ni un ánimo o ni un ínfimo movimiento conservador. El lugar de los conservadores lo ocupan los tecnócratas liberales, gente atenta a mantener los números en armonía y, si ésta falla por imponer condiciones de vida intolerables para algún grupo social, da un paso a un lado y transfiere el mando a los tecnólogos del control social, para reemplazar la mano invisible de los mercados, con la mano dura del estado que persigue lo mismo, pero, como se dice, “por otros medios”. Por eso el lado inferior derecho es tan permeable y valida eso de que “nadie es más fascista que un liberal asustado”. “Fascista” se usa vulgarmente para aludir a quien aprueba soluciones autoritarias de cualquier tipo por lo que a ese lema valdría la pena corresponderlo con su antítesis: “Nadie es más democrático que un fascista amortizado”, acuñado para dar cuenta de lo que vimos en 1983, con la fuga en masa de los liberales autoritarios hacia la centroizquierda alfonsinista. Casi no quedan “fascistas” el sentido vulgar. Hoy todo el espectro electoral con chance de figurar ha elegido instalarse en el ángulo progre superior izquierdo. Pensando en los antecedentes de sus protagonistas, (que vienen del movimiento menemista, como Solá, De Narváez, o Patricia Bullrich, hasta Duhalde y el propio Kirchner, del Frepaso delaruista como gran parte del la “izquierda” de la CC, y del radicalismo con su historia de colaboracionismo militar como todos los radicales de comité o de familia), sólo puede esperarse que cuanto mayor sea su acceso al poder, más rápido será su desplazamiento hacia la derecha, según apuestan sus simpatizantes recién venidos del empresariado, del clero y del campo, que digerirán la píldora del matrimonio gay tan dócilmente como tantos progres digirieron el Santo Rosario de la doctora Carrió, pionera en la fundación del magma opositor. Por eso acierta el kirchnerismo cuando anuncia que esa amalgama que venían proponiendo Duhalde y Terragno, una vez convertida en pacto, supone un Estado de mano dura. Falta ubicar en el tablero a Solanas, a quien Verbitsky se empeña en llamar por su apellido compuesto con el Pacheco que denuncia parentescos militares, reeditando el “Mauricio es Macri” que poco les sirvió . Si se empeña en clasificar a Kirchner como parte de su “galería de traidores a la patria”, insiste en correrlo por izquierda y no sucumbe a la tentación fácil de ganar en la Ciudad, su Proyecto Sur remitirá a los avaros patagónicos a una temida segunda vuelta. No es poco.
Rodolfo Fogwill

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