martes, 14 de diciembre de 2010

De estados fallidos

“Aunque el concepto es frustrantemente impreciso, es posible identificar varias de las características primarias de los Estados fallidos. Uno es la falta de capacidad o voluntad para proteger a sus ciudadanos de la violencia y tal vez incluso la destrucción. Otro es su tendencia a considerarse más allá del alcance del derecho nacional o internacional, y por tanto libres de perpetrar agresiones y violencia. Además, si tienen forma democrática, padecen un grave déficit democrático que priva a sus instituciones formales de auténtica sustancia”.
Noam Chomsky

Un Estado fallido puede tan solo ser, básicamente, un Estado anómico, en el cual su característica fundamental no es la falta de normas y reglas abundantes, sino su aplicación particular y contradictoria.
La definición de Estado fallido genera polémicas, siendo la más común y cuestionada al mismo tiempo, la que remite a la situación en la que un gobierno ha perdido el monopolio en el uso legítimo de la fuerza o carece de control efectivo sobre parte de su territorio.
El término se utiliza asimismo con más amplitud, en el sentido de un Estado que se ha tornado ineficaz para el cumplimiento de las funciones que le son propias en materia de seguridad, justicia y desarrollo social y económico.
Esa incapacidad se traduce en altas tasas de criminalidad, corrupción extrema, una extendida economía informal, ineficacia judicial y la reiteración de situaciones en las cuales la sociedad se ve obligada a subsanar de forma independiente las tareas pendientes que el Estado no ha podido o querido llevar a cabo.
Los economistas destacan como una de las características del Estado fallido la inhabilidad para proveer un desarrollo económico generalizado que garantice el empleo y un salario digno que satisfaga las necesidades básicas de la población, reduciendo las condiciones de inequidad; cuando esto no sucede y la brecha entre los que más tienen y los más pobres se torna cada vez más amplia, surge la tensión social que deriva en violencia.
Como plantea López Alves, “La violencia tiende a prosperar en sociedades con grandes desigualdades en cuanto a ingresos. La sola y simple pobreza no es causa obligada de violencia individual u organizada”.
Esto es así, pero si de causalidad se trata, la matriz de la violencia social puede encontrarse en la mala distribución de la riqueza, el desempleo, la obscena impunidad de los poderosos, la violación de leyes y normas tanto por ciudadanos comunes como por funcionarios de la administración pública, la criminalidad, etc.
Un Estado fallido o meramente anómico, implica la degradación de la estructura cultural, entendida esta como el corpus organizado de valores normativos que gobiernan la conducta común de un colectivo, lo que sigue a esto es el colapso de la estructura social, en tanto sistema de relaciones que sostienen la cohesión interna de una sociedad.
A posteriori, el abismo.
Claudio Brunori

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