sábado, 21 de agosto de 2010

La huella indeleble de los Kirchner

La decisión de prohibir a la empresa Cablevisión/Fibertel la prestación de servicios de banda ancha tiene dos características que, como si fueran contraseñas, indican que fue una medida pensada por los Kirchner.
La primera es el cinismo. Detrás de la meticulosidad en el cumplimiento de los reglamentos se esconde mal la pretensión de castigar a quien se ve como un adversario. Hasta un niño se da cuenta de que la sanción contra Fibertel no se debe a que el oficialismo se volvió presa de un repentino celo normativo, sino a que se busca escarmentar al Grupo Clarín, identificado por el Gobierno, desde 2008, como una "corporación destituyente". La prueba está en que los funcionarios se rasgan las vestiduras por una "irregularidad" que, de ser tal, ellos vienen tolerando desde el año 2003.
Para el kirchnerismo, la ley es un acordeón. Eso ya es sabido. El mismo secretario de Comunicaciones, Lisandro Salas, que retiró la licencia a Fibertel, protagonizó otras arbitrariedades, el año pasado, con la misma compañía. El 14 de julio le permitió brindar telefonía a través de Internet. Pero una semana más tarde, después de que Cristina y Néstor Kirchner montaran en cólera por esa concesión a Clarín , le retiró el permiso. El argumento que utilizó Salas es que Fibertel carecía de licencia. La conclusión es bastante obvia: el secretario conocía desde hace más de un año el incumplimiento que condenó anteayer. Durante ese tiempo, no emitió una sola intimación para corregir la desviación. ¿Se habrá querido mantener ese estado de precariedad para facilitar las presiones?
Salas no es más coherente que su superior, Julio De Vido. En enero pasado, cuando todavía pretendía incorporar a un grupo de amigos del Gobierno en Telecom, De Vido bramó en una conferencia de prensa amenazando con la estatización de la compañía. La excusa era la existencia de un monopolio telefónico. Ahora, cuando esas ambiciones quedaron superadas -o resultaron ser demasiado audaces-, dejó de existir el peligro monopólico: con su medida contra Fibertel, De Vido y Salas podrían promover una migración hacia Arnet y Speedy, las compañías con las que Telecom y Telefónica ofrecen servicios de Internet. Es decir, en vez de favorecer la competencia, alentarían la concentración.
El caso Fibertel es la última exhibición de una política para la cual la ley y las sanciones no son puestas al servicio de un sistema estable e imparcial, sino que son instrumentadas para perseguir a quien se ha identificado como adversario. En los últimos tiempos, los Kirchner han llevado esta utilización vengativa del orden jurídico hasta extremos inimaginables. Uno de los escasos puentes que los mantenía unidos a algún orden axiológico, la defensa de los derechos humanos, se fue convirtiendo en una coartada para el sometimiento político.
La otra peculiaridad que permite identificar el avance sobre Cablevisión/Fibertel como un producto típico de los que se cocinan en Olivos es que en él anida la fantasía de corregir la declinación electoral con un avance sobre los medios de comunicación. Los Kirchner viven pendientes de la prensa: son adictos a lo que se dice sobre ellos; investigan si sus colaboradores mantienen vínculos con los periodistas; inducen a sus amigos empresarios a comprar radios, diarios o canales de TV; administran la publicidad con criterios disciplinarios. En los últimos meses, han exagerado esta tendencia y adoptaron a las malas relaciones con la prensa como un criterio para la selección del personal: por ejemplo, Cristina Kirchner echó a Jorge Taiana, entre otras cosas, porque "los diarios nunca lo atacan".
Esta obsesión deriva de un error: el de creer que la sociedad obedece a los medios como una fuerza física. Y de ese error se desprende un programa: avanzar sobre los medios con la expectativa de que, gracias al dominio de los mensajes que se emiten, se controlará a quienes reciben esos mensajes. El objetivo último de este procedimiento es bastante obvio: revertir esa imagen negativa que amenaza con desalojarlos del poder. Es una estrategia muy rudimentaria, pero acaso inevitable cuando se dispone de argumentos cada vez menos persuasivos.
Más allá de que prospere o no en la Justicia, el intento de vaciamiento de Fibertel se inscribe en este plan. Como al público había que indicarle qué publicidad debía ver, se estatizaron las transmisiones de los partidos de fútbol. Ahora hay que señalarle qué empresa de banda ancha debe contratar. Después, gracias a la captura de la producción y venta de papel, se le dirá qué diario debe leer. Esta ortopedia fracasó ya muchas veces en diversos lugares del planeta. Pero los Kirchner se sienten llamados a inventar la rueda.
Nadie es quien para dar consejos. Sobre todo a quien no cree necesitarlos. Pero con el avance sobre Fibertel la Presidenta y su esposo están agrediendo sus propios intereses. En su obsesión por atacar a Clarín tal vez consigan enemistarse con más de un millón de usuarios de una de sus empresas. El desacierto llega en un momento especial, cuando las principales figuras del Gobierno hacen un esfuerzo notorio por recuperar siquiera un poco de ese electorado de clase media sin el cual es imposible conquistar el poder. Los Kirchner están levantando una piedra insoportable: se muerden la lengua antes de atacar a un adversario, buscan la amistad de Barack Obama, acuerdan con los antiguos fondos buitre, seducen al mercado financiero para emitir un bono, coquetean con Juan Manuel Santos y Sebastián Piñera, y hasta concurren a ceremonias militares. Todo, para recuperar el centro. Sin embargo, como a Sísifo, la piedra se les resbaló de las manos: ¿se puede imaginar algo más antipático para el imaginario del sector social al que quieren seducir que una amenaza sobre el acceso a Internet?
Cada vez que se han envalentonado con las encuestas, los Kirchner han caído en estos fallidos.
Hay otra consecuencia no buscada por la suspensión de Fibertel. Le dio a la oposición un motivo de coordinación que, hasta horas antes, no tenía o no encontraba. Mientras Oscar Parrilli y Julio De Vido recalientan los teléfonos convocando a políticos, sindicalistas y empresarios para que aplaudan, el próximo martes, una embestida política y judicial contra Papel Prensa, los adversarios de los Kirchner se organizan para denunciar que en la Argentina las amenazas contra la libertad de prensa han empezado a concretarse. Habrá que ver, con este clima, cómo llega al martes la liturgia que tienen preparada en Olivos. Cristina Kirchner revisa, obsesiva, el documento de 400 páginas que contribuyó a elaborar, con el prurito de quien está redactando un testamento. Acaso no advierta la dimensión de la fractura que se está abriendo fuera de su sala de lectura.
Carlos Pagani

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