martes, 3 de agosto de 2010

LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y EL ACOSO DEL PODER

Los movimientos sociales ponen el acento en el mundo de la vida y escapan a la forma tradicional de la política. La patrimonialización de los movimientos sociales por sus dirigentes es parte de nuestra mediocre cultura política.
Existe una sólida corriente de opinión que sostiene que las modernas democracias necesitan una fuerte presencia de la sociedad civil para evitar que la lucha entre los partidos políticos ocupe todo el espacio de la política. La politóloga Chantal Mouffe sostiene que la sociedad se vuelve más democrática en la medida en que se preserva la diversidad.
La “reapropiación” de la esfera política por las fuerzas y movimientos que emanan de la sociedad civil debe ser defendida. Los movimientos sociales ponen el acento en contenidos del mundo de la vida y escapan a la forma tradicional en que se codifican las diferencias políticas (izquierda/derecha; liberal/conservador).
Con el propósito de que estos movimientos no pierdan la esencia que los caracteriza, sus adherentes reivindican ciertos valores que los alejan de los sistemas de lealtad que caracterizan a los partidos políticos.
Como señala Claus Offe, (“Partidos políticos y nuevos movimientos sociales”, Editorial Sistema) “de entre esos valores, los más preeminentes son la autonomía y la identidad en oposición a la manipulación, el control, la dependencia, burocratización, regulación, etc.”. La defensa de la autonomía tiene en la Argentina un valor especial, dada la tendencia de nuestro régimen presidencialista a incorporar a la cola del cometa presidencial a todos los pequeños partidos o movimientos sociales que toleran ser absorbidos. Luego, cuando quedan bajo la hegemonía presidencial terminan disueltos por la propia dinámica del poder, que los quema como a las partículas que conforman la cola de los cometas.
Como algunos adherentes de los movimientos sociales toman conciencia prematura de los riesgos que entraña buscar el amparo oficial, la consecuencia inevitable es la división interior. Los responsables de estos desencuentros son naturalmente los dirigentes que por error estratégico o cálculo de conveniencias se suman frívolamente al cometa presidencial.
Un ejemplo de todo lo expuesto se puede encontrar hoy en los enfrentamientos que dividen a la CTA y a las Madres de Plaza de Mayo. En el primer caso, el acercamiento ostensible al “gobierno popular” de su actual secretario general, Hugo Yasky, y su incomprensible afinidad con los elementos más destacados del sindicalismo mafioso colocan a la CTA al borde de una dolorosa ruptura.
En lo que se refiere a las Madres de Plaza de Mayo, la proverbial incontinencia verbal de su presidenta, Hebe de Bonafini, y su clara adscripción a la política de los “cristinos” ponen al resto de adherentes en una situación sumamente incómoda. Esta patrimonialización de los movimientos sociales por parte de dirigentes que los utilizan como plataformas de proyección personal, forma parte de nuestra mediocre cultura política.
Los valores de los derechos humanos, de la paz, de la calidad institucional, sólo se pueden preservar en el marco del respeto político a otros valores como el de la autonomía, identidad y autenticidad.
Dada la notoria incapacidad estructural de las instituciones políticas para actuar eficazmente frente a violaciones a los derechos humanos, privaciones sociales y a los riesgos y amenazas que se ciernen sobre el entorno, más nos vale que los movimientos sociales sepan resistir el acoso obstinado del poder.
Aleardo Laria

No hay comentarios:

Publicar un comentario