miércoles, 20 de julio de 2011

El dolor como moneda política

La transformación de militantes sociales en aliados de la política activa a través de la cooptación de un grupo.

Hebe de Bonafini, Estela de Carlotto y Sergio Burnstein tienen varias cosas en común. La muerte de sus seres queridos les cambió, literalmente, la vida y pasaron a liderar organizaciones civiles dedicadas a la búsqueda de la verdad y la justicia.
La tragedia los convirtió en luchadores sociales y fueron ganando influencia social. Ocurrió con las Madres, con las Abuelas y con los Familiares y Amigos de las Víctimas de la AMIA.
¿Cómo reconocer ahora a esas militantes sociales en la señora que preside una Fundación sospechada de irregularidades en el manejo de 700 millones de pesos del Estado destinados a viviendas para pobres, o en la abuela que se empecina en que los Noble Herrera sean nietos de desaparecidos a pesar de los resultados de las pericias genéticas o en el padre y viudo que utiliza el acto por los muertos del ataque contra la AMIA para agraviar a un político opositor, a un rabino y legislador electo y a un periodista y escritor?

¿Qué les pasó? ¿Cuándo dejaron de ser de todos para convertirse en voceros de apenas un grupo? ¿En qué momento se extraviaron? La causa de ese travestismo es haber llevado a sus organizaciones y a ellos mismos de la sociedad civil a la sociedad política; ocurrió cuando se dejaron cooptar por un grupo político, el kirchnerismo, que, como todo grupo político, tiene su propia agenda y su propia lógica.
Son distintos de las organizaciones sociales; no reconocen autonomías; seducen con dinero, contratos, oportunidades, relaciones y demás oropeles del poder.

No es que la política sea mala; sólo que es distinta y que suele ser especialmente cruel con los advenedizos. Cuando un líder social abraza una causa política pasa a compartir también los temas y los adversarios o enemigos de ese grupo político.
Por ejemplo, si el kirchnerismo pasa a considerar al Grupo Clarín como un enemigo al que hay que descuartizar, las Abuelas se reducen a un instrumento de esa lucha. Y así se entiende esa frase amarga de Carlotto: "Ojalá alguno de ellos (de los Noble Herrera) sea" hijo de desaparecidos. La verdad ya no es lo que interesa, sino el poder.
Ceferino Reato

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