jueves, 28 de julio de 2011

Imbecilidad estructural

El Día del Amigo, la Academia de Periodismo convocó a colegas en su sede con la necesidad de compartir afectos en el momento en que nuestra profesión está especialmente atacada. La Academia de Periodismo funciona en un espacio autónomo dentro del tercer piso de la Biblioteca Nacional y este miércoles por primera vez en un evento pasó a saludar su director, Horacio González. Fue una visita breve, de cortesía de vecino-dueño de casa, pero para los periodistas se trató de algo significante. Quizá sea una sobreinterpretación después de la autocrítica por la derrota del kirchnerismo en la Capital que Horacio González y Ricardo Forster hicieron dos días antes.

González, Forster y varios integrantes de Carta Abierta eran intelectuales reconocidos antes de que existiera el kirchnerismo y lo seguirán siendo también después del kirchnerismo. No precisaron de este fenómeno para emerger, y eso les da una independencia distinta a la de los voceros K cuya visibilidad está constreñida al tiempo de duración del kirchnerismo en el Gobierno.

Algo parecido sucede en el periodismo: no es lo mismo Página/12 que los medios oficialistas que aparecieron sólo al amparo de la publicidad oficial. No es lo mismo Horacio Verbitsky o Mario Wainfeld que los panelistas del programa 6, 7, 8 (un amigo propone llamarlos “8, 7, 6”). No es lo mismo defender ideas que siempre se tuvieron elogiando al gobierno que las instrumenta que dedicarse remuneradamente a atacar y ensuciar a quienes no las comparten. En síntesis, y esto une a intelectuales y periodistas, no es lo mismo quien precisa –equivocado o no– creer que la razón está de su lado para poder llevar adelante una discusión, que el cínico que, sabiendo que miente, miente.

Un filósofo (la sociología antes de ser considerada una ciencia independiente, fue una rama de la filosofía), hasta por definición, no podría no amar el conocimiento y, si bien no puede acercarse todo lo que quisiera a la verdad, debería rechazar todo aquello que se sabe falso. Lo mismo sucede con un periodista. En ninguna de las dos actividades la militancia alcanza para transformar lo falso en verdadero. No puede haber filosofía militante, como tampoco periodismo militante. Eso que pretende parecer periodismo es en realidad otra cosa.

Confusión que, en el mejor de los casos (los no cínicos), provendría de una perspectiva de ser “en-sí” filósofo o periodista y ser “para-sí” comunicador militante, a lo Marx, cuando hablaba de “clase en sí” y “clase para sí”. Pero a causa de lo que fuera, políticos y comunicadores oficialistas quedaron sorprendidos ante la autocrítica –y en algunos casos completa crítica– por el tamaño de la derrota del kirchnerismo en la Capital que realizó Carta Abierta. Y desde el oficialismo se les hicieron a González y a Forster dos reclamos. Uno de oportunidad: la autocrítica antes del ballottage en Capital y las elecciones en Santa Fe contribuyen a que Macri amplíe aun más su diferencia con Filmus y a que Del Sel venza a Rossi. Otro de fondo: si antes de estas dos elecciones locales Cristina aparecía en las encuestas como ganadora en primera vuelta y ya en 2007 el oficialismo perdió la Capital junto con la provincia de Santa Fe y sin embargo a nivel nacional luego logró imponerse en todo el país con 45% del total de los votos, en primera vuelta, la “autoflagelación” sería extemporánea.

Dos lecturas son posibles. Una, que Carta Abierta esté viendo más allá del presente, considera que las derrotas en Capital y Santa Fe ya están jugadas y advierte con ánimo constructivo al kirchnerismo del efecto contagio que podrían tener dos victorias seguidas del PRO sobre el Frente para la Victoria para producir cambios de estrategia a nivel nacional. Otra, que aunque el kirchnerismo gane a nivel nacional lo hiere especialmente que pierda en donde se concentra la mayor producción intelectual de Argentina (falta agregar Córdoba, pero allí el Frente para la Victoria ni siquiera tiene candidato propio). Y que el festejo del macrismo con globos y baile le haya resultado un espectáculo abyecto (espectáculo como lo concebía Guy Debord: lo inverso de la vida), una imagen intolerable sobre la que no se puede sino experimentar indignación y dolor y, a diferencia de la vena artística de Fito Páez, se haya expresado catárticamente.

Pero en cualquiera de los casos, la autocrítica de Carta Abierta trasciende a Filmus, las elecciones en la Capital y las de Santa Fe. Uno de los pilares de esa autocrítica se construyó alrededor de la miopía de los medios oficialistas, que sólo sirven para hablarles a los que “ya están convencidos”. Especialmente al programa 6, 7, 8 Forster lo calificó de “imbecilidad estructural”.

La política comunicacional del Gobierno tiene dos vertientes: la propaganda oficial, donde se exhiben todos los méritos de Cristina, y la propaganda negativa de los políticos opositores y los periodistas y medios no oficialistas, lo que eufemísticamente llaman periodismo militante.

Es tan evidente y grotesco su ánimo exclusivo de difamar, que termina siendo contraproducente para la propia estrategia oficial. En cierto sentido, encuentra un paralelismo con la inflación: al principio genera ventajas inflando el consumo y la recaudación del Estado pero, una vez que ya todos la dan por descontada, sólo quedan sus costos.

Un pequeñísimo ejemplo de esta semana y de los más suaves. El diario Tiempo, en su sección Gráfica Ilustrada, que sin firma se dedica a ‘desenmascarar las mentiras de los medios hegemónicos’(sic), tituló: “Perfil, otro que minimiza Tecnópolis”. La nota llevaba como volanta: “Si es positivo, que no se note”. Y como destacado: “Le dedica un pequeño (re) cuadro frente a dos páginas de La Rural”. Así fue en la edición del día domingo, pero el día sábado PERFIL ya había publicado dos páginas de Tecnópolis y nada de La Rural y, más aún, fue el único diario que en primicia mostró cómo estaba quedando Tecnópolis en una doble página la semana previa a su inauguración, con título en tapa de aquella edición. Las primeras mentiras duelen, la segunda tanda enoja; y pasado cierto umbral, ya se las asume como esperables.

Cuando una acción ya no produce más sorpresa, pierde su efecto. El kirchnerismo hoy precisa convencer a los moderados mientras que los medios oficialistas sólo quieren vencer al “periodismo hegemónico”. Son sus propios odios personales, frustraciones y resentimientos los que guían su acción y no la conveniencia del Gobierno. No son eficaces estructuralmente porque se consumen en su propio éxito. Pero también porque no tienen la profundidad suficiente como para distinguir matices y meten a todos en la misma bolsa, ni la calidad para que sus mensajes resulten creíbles y resistan un poco más el paso del tiempo.

La imbecilidad quizá no tenga que ver sólo con los medios oficialistas. Bertolt Brecht decía: “El que no sabe es un imbécil, pero el que sabe y calla es un criminal”. Probablemente, a Carta Abierta le sea más fácil sostener los errores del Gobierno, pero no pueda permitirse la imbecilidad.
Jorge Fontevecchia

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