martes, 14 de junio de 2011

La persistencia del pacto colonial

En el siglo XIX exportábamos tasajo, cuero, lana y trigo e importábamos los zapatos, la ropa y la harina. Alrededor de 1930, nos dijeron que era bueno producir nuestra harina, nuestra tela, nuestros zapatos, las industrias más simples, pero que no nos podíamos aventurar con la industria liviana, pues ésta era muy difícil. A partir de 1945, nos dijeron que podíamos iniciarnos en la industria liviana de heladeras, lavarropas y similares, pero que la industria automotriz era muy difícil y mejor no intentarlo. A partir de 1955, nos dijeron que podíamos hacer nuestros primeros intentos en la industria automotriz, pero que la industria pesada no estaba a nuestro alcance, no podíamos ni pensar en ello. A partir de 1960, quedó establecido que podíamos tener nuestra industria pesada, pero que la petroquímica requería grandes tamaños y que eso no era posible para nosotros. Y así sucesivamente, después con la industria de computadoras y ahora estamos perdiendo la batalla del software.

De una manera simplificada (hay una discusión más compleja sobre el tema con numerosos papers y libros) hemos descripto con fechas tentativas cómo hemos actuado en el pasado, lo que nos ha llevado a estar un poco detrás de otros países. Y otros países están detrás del nuestro. Cuando llegaron los celulares pequeños a la Argentina desaparecieron los "ladrillos" que se usaban hasta ese entonces, pero en un viaje que hice a un país vecino encontré que ahí nuestros "ladrillos" se vendían como novedad.

¿De qué manera se puede romper esta dependencia? Básicamente con una visión estratégica, estimando cuál será el próximo salto tecnológico e ir directamente a él, sin pasar por las etapas del colonialismo industrial. Para esto se requiere estudiar bien hacia dónde van las tendencias internacionales y estar activamente involucrado en las posibles soluciones. Un ejemplo puede aclarar lo que quiero decir.

Con el surgimiento de la computadora personal se vio que la industria del software sería una clave en las ventas futuras y teníamos gente muy creativa que podía imaginar soluciones. Sin embargo, en el momento clave no hubo casi nada de desarrollo local y una buena parte de esa gente creativa no tuvo más alternativa que viajar al exterior para hacer sus desarrollos pues además de que les pagaban mucho más que aquí, la organización local en este rubro era muy amateur. No fue tomada como una prioridad nacional; ahora si, pero ya esta dominada por varias empresas de otros países. ¿Cuál será el próximo salto tecnológico? No me atrevo a decirlo, hay que estudiarlo, pero son varias las posibilidades que podemos aprovechar.

Aprovechar mejor lo que ya tenemos. En tanto estudiamos el futuro debemos aprovechar al máximo los sectores competitivos ya instalados. Por ejemplo, seguimos exportando granos y oleaginosos. ¿No sería mejor transformarlos en parte en carne, que es mucho más valiosa? Esto ha hecho Brasil que nos ha desplazado, cuando nunca lo hubiéramos imaginado, en exportación de carne vacuna con más de 2.000.000 de ton anuales contra nuestras 600.000/700.000 ton históricas.

La conversión de alimento vegetal balanceado en carne nos muestra las alternativas que tenemos. Con 1.6 Kg. de alimento balanceado se logra 1 Kg. de pollo, con 3.5 Kg. de dicho alimento se logra 1 Kg. de cerdo, con 5.0 Kg. de alimento balanceado se obtiene 1 Kg. de novillito y con 9 Kg. de alimento balanceado 1 Kg. de novillo grande de más 440 Kg. Es decir, el animal grande tiene una menor transformación de alimentos vegetales en carne. Nosotros cerramos la exportación de carnes, con lo cual los animales se tornan más grandes y consumen más de lo que rinden en aumento de peso y eso se vuelve no rentable. Estos coeficientes de transformación pueden explicar porqué los pollos brasileños son más chicos que los nuestros, pues a medida que el animal crece, no transforma tanto alimento en carne. Hay muchos más sectores en los que se puede optimizar el valor agregado obtenido. Por ejemplo, también podríamos exportar fideos en vez de trigo. En realidad hacemos lo contrario: mandamos el trigo y estamos importando los fideos más caros desde Italia.

La Fundación Mediterránea ha estudiado 17 cadenas de valor agregado que se podrían desarrollar en la Argentina, con demanda mundial de esos productos; las podríamos implementar en los próximos años en diferentes provincias y ocuparían a más de 3.000.000 de personas en puestos formales bien remunerados. Pero hay que hacerlo.

En conclusión, en tanto estudiamos con toda nuestra inteligencia el futuro de los cambios tecnológicos para posicionarnos mejor, deberíamos también aprovechar las ventajas que nos va dando la experiencia internacional para optimizar nuestras producciones actuales. La Argentina tiene ventajas en la producción agropecuaria y en lo que es inteligencia creativa. La Argentina será verde y gris, pero tenemos que hacerla, no se hace sola. A los candidatos presidenciales, ahora que vienen las elecciones, les decimos que no se trata sólo de ganar las elecciones sino también para qué ganarlas. Se requiere saber qué es lo que cada espacio propone concretamente. Si no sabemos lo que haremos, seguiremos, como desde el siglo XIX, en el pacto colonial implícito cuando ya estamos viviendo el siglo XXI.
Orlando Ferreres

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