viernes, 17 de junio de 2011

Ni un paso atrás

Ni un paso atrás, esta frase contundente, portadora de un imaginario de fuerte carga emocional, ha sido en el devenir histórico, usada en numerosas ocasiones. Tal vez la más impactante que se registre, o la primera que viene a la memoria, es la presente en la orden 227 redactada por Josef Stalin el 28 de julio de 1942.
En ella se daban precisas instrucciones, que establecían la directiva a seguir con la mayor celeridad por los comandantes del ejército rojo en el frente, ante la defección de sus tropas. Y la conducta a seguir con los soldados que retrocedieran ante el avance de las fuerzas enemigas era una e indubitable: abrir fuego sobre quienes retrocedieran, oprobiosa tarea que deberían cumplir los miembros de los destacamentos de bloqueo creados al efecto.

Ni un paso atrás resulta al cabo, más allá de las características del contexto de su utilización, una manifestación violenta e intransigente, que conlleva implícita una negación sobre la existencia de los otros diversos.
Negación imprescindible de parte de quienes alientan el objetivo de fundar su propio capital simbólico, para lo cual se recurre sistemáticamente a la distorsión del relato instituido como conciencia social atacando la construcción de sentido de los otros significantes.

Ni un paso atrás, implica la certeza cerril sobre el rumbo elegido, asume la carga irreductible de una verdad revelada y clausura en su ciega convicción toda posibilidad de reflexión y dialogo.
Claudio Brunori

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