martes, 30 de agosto de 2011

Zaffaroni no zafa

La amenaza más violenta que se le escuchó a Juan Domingo Perón fue aquella del cinco por uno. Por cada uno de los nuestros que caiga, caerán cinco de ellos. Esa ambición totalitaria de borrar al resto de la faz de la tierra, en las consignas, se musicalizó como: “Cinco por uno/ No va a quedar ninguno”. Pero el concepto de Perón más dañino institucionalmente fue: “Al amigo, todo, y al enemigo, ni justicia”. El primero, convoca al asesinato del adversario y el segundo, a la muerte de la República.

Ayer, Jorge Fontevecchia registró un nuevo reflejo condicionado del Gobierno porque “ante cada denuncia de los medios, no sólo no toma distancia del involucrado, sino que, fiel a su estilo, redobla la apuesta, haciendo efusivas muestras de su mayor cercanía y apoyo a la persona cuestionada”. Es decir, al amigo, todo. Y puso el ejemplo de Zaffaroni, que está cansado de tanto subir al podio de los homenajes después de que medios de esta editorial revelaron que cinco departamentos del juez fueron alquilados para ejercer la prostitución popular y prolongada. Para separar la paja del trigo, juro decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Y diferenciar claramente la información dura y pura de la opinión.

Información: en cinco departamentos del doctor Eugenio Raúl Zaffaroni se ejercía la prostitución. Su apoderado, Ricardo Serafín Montivero, quien también comparte domicilio fiscal con el miembro de la Corte, los había alquilado a través de una inmobiliaria que no tenía sus papeles legales en regla y que había sido advertida por la cámara que las agrupa. Marcia González, una mujer que está siendo investigada por la Justicia acusada de proxeneta, alquiló esos departamentos diciendo que eran para vivienda personal. En tres casos, lo hizo como inquilina y en los dos restantes, como garante. Dos de esos lugares fueron allanados por la Gendarmería un mes antes de que esta situación fuera informada por el periodismo. Allí se comprobó que se ejercía la prostitución y que había una regenta que recaudaba lo producido diariamente. La Justicia clausuró esas dos propiedades de Zaffaroni y se llevó las llaves que hoy son parte del expediente judicial. Una estrella del cine porno local contó que pagaba 6 mil pesos mensuales de alquiler, pero los contratos fueron firmados por unos 1.500 pesos en promedio.
Marcia González se reunió con Ricardo Montivero y el dueño de la inmobiliaria, Juan Calvo, y planificaron el desalojo de esos departamentos.

Hasta ahí, los hechos que no son flexibles. Subjetividad cero. Ni el propio Zaffaroni desmintió estas informaciones que acabo de repasar.

Opinión: ahora vienen algunas reflexiones al respecto. No hay un solo país del mundo en donde esto no sea una noticia. Cualquier diario, desde los más sensacionalistas hasta los más formales, hubiera publicado esta información si los departamentos pertenecían a un juez, diputado, periodista o cualquier persona pública. Mucho más tratándose de uno de los integrantes de la Corte Suprema de Justicia que, según un consenso importante, es uno de los de mayor prestigio académico e intelectual dentro de un cuerpo colegiado valorado como un activo democrático, académico y ético de este tiempo y uno de los principales logros del gobierno de Néstor Kirchner.

No hubo un solo periodista que acusara de algún delito a Zaffaroni y la inmensa mayoría fue muy respetuosa en el tratamiento informativo.

El doctor Zaffaroni hubiera podido cerrar rápidamente esa pequeña herida que se abrió en su imagen impoluta emitiendo un simple comunicado donde dijera más o menos lo siguiente: “Me siento absolutamente engañado y defraudado en mi buena fe. Voy a tomar las medidas correspondientes y pedirle explicaciones a mi apoderado y suspenderlo en sus funciones, hasta que me aclare por qué apeló a una inmobiliaria que no tenía los papeles en regla, que además alquiló los departamentos para que se ejerciera la prostitución. Voy a accionar legalmente contra la inmobiliaria y me voy a poner al servicio de la Justicia para lo que necesite, con el fin de ubicar a Marcia González y pedirle todas las explicaciones del caso. Agradezco al periodismo que permitió que me enterara de esta situación escandalosa que yo ignoraba absolutamente. Creo que una persona que tiene las responsabilidades que yo tengo debería tener el máximo de los cuidados en la administración de sus bienes, cosa que voy a hacer de ahora en más”. Con estas 142 palabras, Zaffaroni cicatrizaba esa pequeña lastimadura y a otra cosa. Se terminaba la historia. El único problema es que no dijo nada de eso. Entre otras cosas, dijo que había sido víctima de una “lapidación mediática” por un “problema de consorcio” y agradeció la ovación de apoyo que le brindaron en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la UBA por sus extraordinarias capacidades como jurista, algo que nadie cuestionó.

Otra vez, como en el tema de los derechos humanos, se utiliza el prestigio en un área como escudo que da privilegios en otra. Sólo se trataba de dar todas las explicaciones como corresponde a una sociedad donde todos somos iguales ante la ley. También cosechó el respaldo de funcionarios y periodistas que privilegiaron sus simpatías ideológicas por encima de los hechos y acusaron a Héctor Magnetto y los medios hegemónicos de atacar a Zaffaroni. Nada de eso fue cierto. Yo diría que todo lo contrario.

Tanto Clarín como La Nación fueron especialmente escuetos con la información y curiosamente la editaron de manera poco relevante y tardía. Sólo los medios de Editorial Perfil y otros periodistas independientes siguieron el tema con el interés que una noticia semejante despierta. Ni el propio Zaffaroni acusó a Clarín y dio entrevistas a tres periodistas que trabajan en ese grupo.

Zaffaroni es conocido por sus distracciones y por estar lejos del mundo material del dinero y los alquileres. Una especie de genio que sólo se concentra para producir libros y teorías valoradas en todo el mundo. No creo que merezca ninguna sanción por sus olvidos. Sí creo que la actitud que tomó, una vez conocida la información, es más preocupante que los hechos mismos. Colocarse en el lugar de víctima de los medios no lo ayudó a mostrarse preciso ni responsable.

Oscureció toda la situación con su falta de claridad. Por eso, la pequeña herida que se abrió todavía sangra.
No va a cicatrizar con el silencio acerca de cómo ocurrieron los hechos. Y mucho menos, si no concurre a la Comisión de Justicia y Asuntos Constitucionales de la Cámara de Diputados. Con distintas intensidades, sus compañeros de la Corte están molestos con él. Creen que sería un zafarrancho que alguien pensara que a los amigos, como Zaffaroni, todo.
Así, Zaffaroni no zafa.
Alfredo Leuco

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