miércoles, 14 de julio de 2010

La política del “todo o nada”

La riqueza de lo que debería haber sido el debate por la inclusión al derecho de dos personas del mismo sexo que deciden hacer vida en común, lamentablemente tiende a naufragar cuando lo que manda es el apuro que impone la politiquería.
En este contexto, resulta imposible medir acabadamente la madurez que hoy tiene la sociedad para calibrar la profundidad de los cambios que se proponen.
La instalación de este tema tan controvertido quizás para ganar un punto a favor o para tapar cuestiones que tienen al oficialismo en el ojo de la tormenta, ha sido un condicionante más de esta divisoria de aguas donde las cosas se juegan a suerte y verdad, tal como le gusta especialmente al diputado Néstor Kirchner.
Y si bien es imposible pensar que no hay política detrás de una decisión que deberán tomar a conciencia los representantes de la sociedad, la cosa se torna más vidriosa cuando lo que manda es el oportunismo, situación que no hace más que tensar y retensar las posturas bien extremas.
La inevitable división en una cuestión tan controvertida se nota no sólo en las consignas de los más respetuosos, sino que de modo preferente se da en los conservadores de ambas veredas, imposibilitados ya de acercar posiciones, a quienes se nota cada vez más proclives al insulto fácil o a la bajeza discriminatoria.
La cosa no es menos tajante en el Senado, donde la situación puede terminar o bien en una aceptación plena de los cambios a la Ley de Matrimonio Civil o en su rechazo y pérdida del estado parlamentario por este año.
La necesidad política de avanzar a como fuere lugar con el proyecto tal como ha llegado de la Cámara de Diputados ha dejado de lado el contemplar, por ejemplo, los casos de inclusión legal que tienen otros grupos de familias que, sin ser parejas sexuales, tienen necesidades que hoy la Ley no contempla.
Este es el caso de los consanguíneos o de simples amistades que hacen de la asistencia y el cuidado del prójimo también un acto de amor, como por ejemplo dos hermanos que llegan a la vejez subsistiendo cada uno con su pensión. Al fallecer uno de ellos el otro no puede ni podrá percibirla.
Y después están las adopciones, donde tampoco hay demasiada claridad sobre el proceso actual ni el que podría sobrevenir, sobre todo porque se necesita un cambio drástico en la Ley de Adopción, antes que los parches tan difusos que la nueva legislación propone.
Tan de blanco o negro viene la cosa, que a nadie se le ocurrió proponer que por ahora se avance con ciertos cambios estructurales y que se deje para más adelante otros de más difícil digestión.
Sin embargo, en vez de encararlos tal como la sociedad hoy los puede tolerar, la orden es que hay que hacerlos como manda la política de coyuntura: al todo o nada.
Hugo Grimaldi

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