jueves, 8 de julio de 2010

Lo más importante es tapar las pruebas

Lo importante es sólo "parecer" honesto.
Esto es lo que implícitamente dijo el canciller Héctor Timerman cuando le reprochó a Eduardo Sigal que en lugar de poner por escrito sus denuncias sobre la diplomacia paralela en cables internos, se las debió haber comunicado a él personalmente y en forma reservada.
Ese también fue un mensaje para toda la diplomacia y para todo el Gobierno.
Al haber admitido elípticamente que más importante que corregir los hechos de corrupción es no dejar rastros de éstos, el jefe de la Cancillería pareció incurrir en una inesperada confesión.
Sin embargo, Timerman, más allá de su aparente torpeza, tiene en claro cuáles deben ser sus dos preocupaciones centrales: por un lado, congraciarse con la presidenta Cristina Kirchner, a quien le debe lealtad y el encumbramiento en su cargo y, principalmente, evitar que los funcionarios dejen rastros que puedan ser recogidos por periodistas independientes, por el Congreso y por la Justicia.
El escándalo de la diplomacia y los negocios paralelos entre Venezuela y la Argentina, actualmente, se investiga en tres frentes: la Justicia, el Congreso y los medios de comunicación independientes.
El Gobierno advierte que la potenciación de los resultados que vaya obteniendo cada uno de esos sectores, especialmente por la persistencia de algunos medios en ejercer una libertad tan molesta -que el Gobierno quiere cercenar con la ley de medios y con las amenazas sobre Papel Prensa-, puede ser peligrosa para el proyecto político oficial. Para un gobierno que está acostumbrado a manejar todos los resortes del poder, las sorpresas que puede deparar el periodismo lo enfrenta a un horizonte inescrutable e insoportable.
Fue la política -la Coalición Cívica que dirige Elisa Carrió- la que en 2009 formuló ante la Justicia la denuncia que dio inicio a esta investigación. Una denuncia que ahora completa con otra, por la supuesta vinculación de algunas de las empresas involucradas en el eje Buenos Aires-Caracas con el negocio de la droga que se transporta por la hidrovía del río Uruguay.
Aquella denuncia original por asociación ilícita contra los Kirchner, Julio De Vido y otros funcionarios de este sector fue muy amplia y todavía no produjo los frutos esperados. Pero fue allí donde se mencionó por primera vez al ex embajador Eduardo Sadous, que fue quien, al declarar como testigo ante el juez federal Julián Ercolini, habló del pago de coimas y de la diplomacia paralela.
Desde entonces, el juez, el Congreso y el periodismo parecen haber obtenido muchas pruebas sobre la existencia de vínculos informales entre dos países que se concretaron en negocios poco claros. Y, en pocos meses, se recogieron muchos indicios concretos de corrupción, como las compras injustificadas de fueloil, el manejo turbio de los fondos del fideicomiso y las versiones del pago de sobornos por empresas que, de otro modo, no se podrían haber subido al tren exportador.
Pero lo que está faltando aún son las pruebas concretas de esos sobornos y la ruta del dinero. Este parece ser el objetivo de las últimas medidas que tomó el juez Ercolini.
La experiencia histórica indica que a medida que los gobiernos se debilitan y se acercan a su final, comienzan a aparecer las pruebas con más facilidad. En esos momentos, la lealtad flaquea y ninguna caja alcanza para comprarla. Esto parece explicar la preocupación que hoy embarga a Timerman y al Gobierno. Enfrentar un horizonte inescrutable.
Adrián Ventura

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