martes, 4 de mayo de 2010

La mala fe

Sartre hace una distinción entre dos tipos de mentiras: por un lado la mentira simple, a secas y por otro lo que llama la mala fe.
La primera corresponde al engaño dirigido a los otros, la mentira concerniente al universo de las cosas y que puede circunstancialmente resultarle útil al hombre en el trato cotidiano con las cosas.
La mala fe que hoy trataremos en cambio, es el autoengaño, la mentira inmanente, es aquella conducta del hombre que intenta esconder la responsabilidad de los propios actos, engañándose a sí mismo.
Se busca con este comportamiento eludir la condición fundamental de ser un hombre libre, para ocultar las consecuencias inevitables de esa libertad: que aquello que hacemos y lo que somos es siempre resultado de nuestras decisiones.
Al actuar de mala fe se asume una conducta en la que nos damos el trato de una cosa, un objeto y lo que caracteriza básicamente a los objetos es no ser sujetos, es existir como consecuencia de un hecho ajeno a ellos mismos, una cosa no es ni dueña ni creadora de sí misma.
De esta forma nos tratamos ciertamente cuando elegimos vivir basados en la mala fe, destacándose en esta opción dos ámbitos primordiales para el ejercicio de esa conducta: el ámbito de la valoración personal y el ámbito de las elecciones.
Para poder apreciar la presencia de la mala fe en lo referente a la valoración de lo que somos es menester recordar la tesis postulada por el existencialismo: somos lo que somos como una consecuencia de nuestras decisiones, ha sido nuestra libre elección ser como somos y tener lo que tenemos.
La propuesta de Sartre es así una filosofía de la acción, según la cual el ser se agota en lo que hace, no existiendo en él potencialidad alguna, ni velados talentos que no hayan encontrado realización debido a la confluencia de circunstancias adversas.
Ciertamente esta concepción sartreana de la existencia puede resultar de muy difícil aceptación para muchas personas, especialmente cuando su situación no refleja las expectativas que plantearon para su vida, surge entonces como paliativo para brindar sosiego a su conciencia, la posibilidad de hacer a los demás responsables de su situación, se construye entonces la creencia de la inevitabilidad de ser lo que uno es o tener lo que tiene y se valora la propia existencia cargando la responsabilidad en otro actor : los otros, la sociedad, el destino, etc.
Para Sartre esa búsqueda de excusas, esa evasiva que permita sobrellevar un presente ingrato, eso es una conducta de mala fe.
Esa misma mala fe que aparece también cuando del ámbito de las elecciones se trata, y se produce al desistir de la toma de una decisión, al justificar una acción como la única posible, al hacer en definitiva la opción más detestable que es cuando se elige no elegir, asumiendo la pasividad de un objeto, como si no fuese uno el protagonista de su vida, como si las cosas simplemente le ocurriesen y no fuese en definitiva lo que es: un hombre entera y propiamente libre.
Claudio Brunori

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