martes, 4 de mayo de 2010

Sobre los órdenes en la sociedad

Tributario de una posición filosófica postulada inicialmente por Blas Pascal, el filósofo francés André Comte Sponville elaboró un esquema que plantea la existencia de órdenes en toda sociedad, un conjunto de categorías interactuantes desde y sobre las cuales se desenvuelve la vida humana civilizada.
Simplificando su propuesta, podemos decir que estos órdenes se jerarquizan siguiendo una escala en la cual el primer lugar estaría ocupado por el orden ético, cuyo fundamento son los valores; en segunda instancia se erige el orden moral, que establece el deber ser; en tercer lugar aparece el orden político, siendo su elemento el poder y por último el orden económico, cuyo fundamento es la ganancia.
En cada caso existe una naturaleza funcional intrínseca a ese orden que se reconoce absoluta, carente de limitaciones al interior de la misma, circunstancia esta, que se traduciría en un caos de incivilización si a cada orden le fuese dado desenvolverse según su libre voluntad.
Es entonces condición necesaria de factibilidad para la existencia de una sociedad organizada, que en la dinámica de la jerarquía postulada, el orden superior controle y ponga límites al orden inferior.
No debe interpretarse esto como que un orden ha de funcionar en si mismo según las pautas inherentes a otro, sería absurdo por ejemplo, pretender que el orden económico tenga como finalidad el bien común en vez del afán de lucro, pero si que se le deben imponer límites desde lo político y lo moral a esa avidez de ganar dinero y acumular riqueza.
De la misma manera corresponde que el orden político se desenvuelva sujeto a las normas morales imperantes en la sociedad, las cuales a su vez deben anclarse en una construcción ética superior.
Ahora bien, cuando en una sociedad esa dinámica es interrumpida, cuando la interacción planteada se ve desvirtuada, entonces los órdenes ético y moral son deformados o dejados de lado permitiendo que lo político se centre solo en el poder por el poder mismo y lo económico se entregue a un afán desmedido de ganancia que termina instalándose como corrupción estructural en el sistema.
Cuando una sociedad se encuentra en tales circunstancias, es su propia supervivencia lo que está en juego.
Claudio Brunori

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